A través de la Segunda Estrella

Fuera de alcance...

Narra Briatny.

Hipo se aproximó al escenario y se posicionó tras el micrófono.

– Buenas noches, chicos, daremos inicio a esta fiesta, pero primero... – Las luces se volvieron más tenues, el centro se comenzó a despejar, y una luz me ubicó. Hipo descendió las escaleras hasta situarse en el centro, extendiendo su mano para que yo la tomara.

Con paso lento, caminé y tomé delicadamente su mano. Al instante, una suave melodía se hizo presente, nuestros pasos eran lentos, al igual que nuestros movimientos. En ese momento, parecía que solo nosotros dos bailábamos en ese inmenso salón.

A nuestro alrededor, las pequeñas luces de las cámaras de los teléfonos de los chicos grababan nuestro baile. La música se intensificó; cada parte de nuestro baile parecía ensayada, y la intensidad nos otorgó más espacio, ganando la admiración de las personas cercanas. Poco a poco, la música llegó a su fin, y como cierre del baile, Hipo me sostuvo por la cintura y me levantó en una vuelta. Cuando mis pies tocaron nuevamente el suelo, Hipo no soltó su agarre. En cambio, mantuvo sus manos en mi cintura, y una de ellas se posó delicadamente en mi cuello, casi rozando mi mejilla.

Nuestros ojos inevitablemente se encontraron, y poco a poco una leve sonrisa se dibujó en su rostro. Sus ojos parecían centrarse en mis labios y luego volvían a mis ojos. Su mano en mi cuello ejerció fuerza hacia él, y nuestros rostros comenzaron a acercarse lentamente. Antes de que lo inevitable sucediera, a un lado de nosotros se escucharon tres aplausos lentos pero fuertes…

*¿Jack?* – Volteé a mirar, al igual que todos en el lugar.

– Me parece que el baile principal ha concluido… – Se acercó y me tomó, separándome de Hipo, luego se dirigió a él – Es hora del baile libre – Su mirada estaba fijamente clavada en los ojos de Hipo.

Una música diferente empezó a sonar por los parlantes. Jack tomó mi mano y me hizo caminar hacia él. Las luces se encendieron y se atenuaron con la melodía de la música. Con grata delicadeza, Jack colocó mis manos alrededor de su cuello mientras él ponía las suyas en mi espalda baja. Varias parejas bailaban a nuestro alrededor, y el espacio entre nosotros era corto, tan corto que su respiración se sentía en mi cuello. El baile se volvió menos movido, casi pareciendo un vals, y su temperatura fría, palpable sobre su ropa, no parecía molestarme, pero podía sentir sus manos frias en mi espalda. 

–``` Lamento haber llegado tarde``` – Dijo cerca de mi oído, logrando que su voz se escuchara a pesar del estruendo de la música.

– ¿Por qué te disculpas? –.

– Si hubiese llegado a tiempo, habrías bailado primero conmigo – Me hizo un gesto con expresión de decepción.

La música se fue tornando más emotiva y, sin previo aviso, Jack me hizo dar una vuelta agarrándome en el acto, ya que me desequilibré.

Mientras él me ayudaba a ponerme estable, fue casi imposible contener la risa por ese pequeño tropiezo.

– Hace mucho que no reíamos – Mencionó, mirándome con cierta melancolía pero aún sosteniendo una sonrisa.

– ¿De qué hablas? Siempre nos reímos de todo – Me crucé de brazos y arqueé una ceja algo confundida.

– ¿Estás segura de eso? – Adoptó mi actitud.

– ¡Claro que sí! – Afirmé.

– ¿Podrías recordarme cuándo fue la última vez? – Esperó mi respuesta.

– ¡Por supuesto!… – Pensé unos segundos – Fue…, cuando… aquella vez… – Por más que intenté recordar, no pude; mi memoria estaba en blanco.

– Lo ves, tenía razón… – Se acercó, ya que el baile le indicó hacer ese movimiento.

– Los hombres nunca tienen la razón – Me reí en su cara para luego dar un giro como paso de baile.

Me miró retador, me tomó por la cintura y me acercó fuertemente a él, a milímetros de su rostro.

– Acepta tu error – Nos miramos directamente, pues claro, lo único que tenía en frente eran sus notorios ojos azules.

– ¿O sino qué? – Le devolví la mirada retadora.

– No lo sé, averígualo… – El baile finalizó; me dejó con la duda ya que se separó de mí, dándome la espalda y mostrándome una mirada superior.

Luego, en el escenario, tomó la palabra Edward.

– Bueno, hermanos, amigos y... Alex – todos nos reímos – Comenzaremos con los juegos. – Espero no ser la única a la que le da ansiedad el no saber qué tipos de juegos se vendrán –.

Algunos de los hermanos de Edward se apresuran a despejar el lugar, las luces se encienden, y Edward comienza a caminar a paso lento mientras busca con la mirada. Unos se esconden tras los otros, los altos agachan las cabezas y los que están al alcance de la mirada de Edward intentan no hacer contacto visual. Cada paso que da Edward, intencionalmente fuerte e intimidante, hace estremecer a nuestros pobres corazones, al igual que el silencio que aumenta más el temor. De pronto, ese silencio se quiebra cuando Edward menciona el primer nombre.

– ¡Alex!, da un paso al frente… – Ordenó Edward.

– ¿¡Por qué yo!? – Dijo dando unos saltos para ver sobre las cabezas de los demás, ya que estaba hasta atrás.

– No lo sé, te me viniste a la mente – Contestó.

– ¡Eduardo!, tú también – Seleccionó nuevamente.

– ¿Cómo me viste? – Acomodaba el cuello de su camisa al igual que su cabello.

– Dos razones – Dijo Edward – Vi cuando te agachaste y es casi imposible no ver tu trasero – Lo miró travieso, y Eduardo respondió dándose una nalgada.

– Es hora de llamar a una mujer – Miró a su alrededor – ¡Britney! – Acomodando la falda de su vestido, venía ella lamentándose por no haberse ocultado mejor.

Después de llamar a Irideza, Stiven, Frank y Larilyn, finalmente explicaron en qué consistiría la tortura.

– Ven esta pequeña servilleta – La mostró a las víctimas y a los videntes – El juego consiste en pasar, de boca en boca, la servilleta, de tal manera que en cada paso se haga más pequeña, ya que la servilleta se romperá al pasarla – Frotó sus manos con una sonrisa malvada – El que bese "accidentalmente" a la otra persona pierde – Ahora dice con voz de ultratumba – Que inicie el juego… – Dijo al estilo de SAW.




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