Narra Thaner Lennon.
A punto de abandonar el instituto, busco mi pañuelo al entrar al coche para limpiar la sangre fresca en mis nudillos. Observo con atención los golpes en mis dedos al abrir y cerrar la mano.
*Vaya, ese saco de huesos casi me rompe las manos con su cabeza dura* –Sonrío al recordar el miedo en sus ojos–.
Enciendo el costoso motor del auto tras presionar el botón y me dirijo a la carretera para escapar de este encierro. Desviando la mirada de la carretera, noto al chico flaco al que acabo de golpear caminando lentamente.
Bajo la velocidad y paso junto a él. Se da cuenta de mi presencia, apartándose y bajando la cabeza. Satisface saber que lo puse en su lugar, confirmar que es un pordiosero como dije. Este pensamiento solo aumenta mi aversión hacia él.
Para evitar golpearlo nuevamente, enciendo la pantalla en el tablero y pongo mi música favorita. Después de unos "20 minutos" de viaje, llego a mi otra prisión. En la entrada, entrego las llaves al valet parking, quien guarda mi auto en la cochera.
Káiser, mi guardaespaldas personal, me recibe. Es un hombre de unos 23–24 años, piel blanca, ojos azules claros, barba refinada y cabello color café caramelo. Viste de traje y lleva un auricular en el oído. Es la segunda persona que prueba mi paciencia después de mi padre.
Aunque mi padre lo paga, gracias a un acuerdo puedo ir solo al instituto sin su inútil protección.
*Si se entera de lo que hago en el instituto, querrá acompañarme.*
–Buenos días, Joven Lennon. Llegó 2 horas tarde –dice Káiser extendiendo su brazo para que le pase la mochila.
–¡Achss, cállate! Nadie me espera aquí –lo ignoro, pasando a un lado.
–De hecho sí, joven Lennon. Diríjase a la sala de estar Sur, allí está una joven esperándolo –lo escucho con indiferencia, arqueo una ceja sin saber a quién se refiere.
Con renuencia, me acerco. Los trabajadores abren las puertas y encuentro a una dama en mis sillones de terciopelo.
–¿Qué haces aquí? –pregunto molesto, indicando que cierren las puertas.
Mi mirada molesta se cruza con la suya. Ella me mira con felicidad, camina hacia mí de manera tentadora y coloca sus manos en la cintura.
–Tardaste mucho, cariño –dice con una sonrisa traviesa.
–Como sea. Por tu mirada, supongo que quieres algo –cruzo los brazos, esperando confirmación.
Ella camina, pone sus manos en mis hombros y las baja hasta mi pecho, erizándome la piel.
–¿Qué intentas, Valery? –muevo la cabeza para evitarla, ignorando hacia donde se dirijen sus manos.
–```Necesito que me ayudes en algo```. –dice de manera sensual en mi oído, erizando mi piel. –Ayúdame a descalificar a Briatny de la competencia por la corona. Me deja desconcertado, siendo ella la más popular. ¿De qué se preocupa?
–No deberías preocuparte por eso. Es solo una hoja más en el árbol –digo apartándola para que dejara de tocarme–.
–Lo sé, pero no quiero problemas –juega con su cabello–. ¿Me ayudarás o no? –pregunta con tono molesto–.
–No quiero involucrarme en tus tonterías, Valery. Eso no va conmigo –quiero terminar la conversación, pero me detiene.
–¿Te gusta ella? –sus palabras me hacen reír.
–¿Cómo alguien tan insignificante podría estar a mi altura? –digo burlón.
–Bien, entonces me ayudarás. –Se acerca–.
–¿Soy millonario? –.
Narra Walther Forget.
Si me hubieran advertido con anticipación que ¡yo! sería el encargado de cargar cada una de estas pesadas bolsas de compras, no habría venido.
Las amigas de Bri se mueven de aquí para allá, comprando accesorios, maquillaje y ¡más ropa de la que ya tienen en las bolsas! También compran otras cosas completamente innecesarias. Por Dios, ¿quién se pone pestañas sobre pestañas?
– ¿Cuándo terminarás? No quiero ser irrespetuoso, pero no quiero llegar tarde a mi trabajo en el bar –le digo a Bri, quien solo observa cómo sus amigas hacen compras.
– Es que no estoy segura de lo que estoy buscando exactamente –coloca su cabello hacia un lado y se cruza de brazos con una expresión algo estresada–.
– No soy un diseñador de modas, pero ese vestido que está allá te quedaría perfecto –llevaba minutos observando ese vestido; al verlo, podía imaginar que Bri lo llevara puesto–.
– ¿En serio? –me dice con una sonrisa mientras coloco las bolsas en el suelo para descansar los brazos–.
– ¿Te lo probarás? –Ella camina hacia el maniquí que exhibe el vestido, y las trabajadoras de la tienda lo quitan y se lo entregan a Bri.
Ella lo inspecciona por unos minutos; supongo que está cotizando el precio. Luego sonríe y se dirige hacia mí.
– ¡Quiero tu opinión! Afortunadamente, el traje viene con unos zapatos a juego –con eso, me toma de la mano y me lleva con ella hacia los probadores.
Cuando ella entra, me encargo de apartar otra bolsa para cargar las cosas que Bri compre. Estoy acomodando las bolsas en el suelo cuando el sonido de la puerta abriéndose suena a mis espaldas.
Mis ojos corren a mirarla, y casi se me cae la mandíbula al suelo al ver que ese vestido parece haber sido hecho a medida para ella. Es de color negro, no me había dado cuenta de que era ajustado al cuerpo; todo en ella es… ¡diablos! Le queda perfecto. No tengo ni siquiera palabras para explicar lo que mi mente está procesando.
– ¡Oh, por la virgen María, madre de Dios! –Grita Arely, haciendo que todos miren en nuestra dirección–. ¡Te ves preciosa! –Salta para abrazar a Bri–.
Diana está igual de emocionada que Arely, aunque Bri no parece verlo de la misma manera.
– ¿No te gusta el vestido, Bri? –Le dice Diana–.
– Es que… no lo sé –vuelve al probador para mirarse nuevamente en el enorme espejo que va del suelo al techo.