Narra Briatny.
Cristian se acercó para revisarme, y por suerte, solo era un esguince.
Hipo y Jack estaban en graves problemas, una situación que afectaría a todos, sobre todo ahora que la Luna Llena se acercaba. Ambos eran pilares fundamentales en nuestro equipo.
– ¿La Gema volverá a ellos? – pregunté alarmada.
– Temo que no será fácil que la Diosa Luna confíe de nuevo la gema a dos guardianes que no pueden tolerarse mutuamente – Cristian los miró con firmeza mientras adoptaba una postura seria – ¡A ver ustedes dos! ¿Por qué estaban peleando? – Ambos bajaron la cabeza.
– ¿Nadie va a hablar? – dijo Edward con severa molestia.
Su pregunta quedó sin respuesta; ambos mantuvieron un pertinaz silencio.
– Deberán ganarse de nuevo el privilegio de ser guardianes, lo que implica no pelear entre ustedes. La Diosa Luna no les devolverá su Gema si vuelven a tener una pelea de este calibre. Ambos están lastimados – Cristian dirigió una mirada a Edward – No queda más remedio que volver a casa. ¡Cada uno a sus respectivas dimensiones! – ordenó.
Las chicas cerraron el lugar de fiestas y se ocuparían de ordenarlo. Hipo subió a su dragón y se marchó, emanando un aura de ira, mientras que Jack recogió su bastón y se quedó de pie, contemplando el cielo nocturno y desviando la mirada hacia el profundo océano.
Los chicos se subieron a sus autos y se fueron. Edward se quedó conmigo, esperando a que me marchara con él. Sin embargo, le pedí que se fuera ya que quería hablar con Jack. Por suerte, me dejó hacerlo; me entregó una bola de teletransportación que me llevaría directamente a mi habitación, me dio un beso en la frente y se fue.
El silencio reinó en el lugar tras la partida de mis amigos. Jack se sentó en la arena. Cuando estaba a punto de murmurar una palabra...
– Lo siento – dijo.
– ¿Por qué? No me has hecho nada – Jack suspiró.
– Te caíste por mi culpa.–
Caminé y me senté a su lado. Alrededor de nosotros, las olas rompían en el agua, y la quietud del ambiente me hizo recordar.
– ¿Recuerdas una vez que llegaste a mi habitación y me trajiste aquí? – Sonreí.
– ¿Hablas… de cuando me entró arena en los ojos? – Recordó, y comenzó a reír.
– Exactamente ese día – Lo acompañé con la risa.
– Es uno de mis recuerdos favoritos – Dijimos al mismo tiempo y nos miramos sorprendidos.
Ahora que lo había hecho sonreír, podía preguntarle.
– ¿Por qué estabas peleando con Hipo? – Su sonrisa desapareció, y desvió la cabeza hacia otro lado.
– Me hizo enojar – respondió, llevando una mano a su rostro.
– ¿Te dijo algo que no te gustó? – Me acerqué un poco más.
– Sí… No, ¡Ahg!, ¡Eso no importa! – Exclamó frustrado. – Deberías revisar si él está bien – Se levantó y comenzó a alejarse.
– ¿Por qué él, y no tú?–
*¿Acaso me dio a entender que me preocupa más Hipo?*
– No lo sé – dijo sarcástico – Últimamente ya no soy tu centro de atención – Ocultó sus manos en los bolsillos del pantalón, luego miró el suelo en dirección a donde estaba tirado su bastón en la arena.
– Sigues siendo mi centro de atención – Recogí su bastón y limpié la arena adherida – Puedo preocuparme de ti y de otras personas que lo necesiten – Jack miró el suelo con el ceño fruncido. ¿Mis palabras lo molestaron?
– Antes no era así – Murmuró.
– No lo era, pero ahora lo es – Avancé, él permaneció inmóvil, me coloqué justo frente a su rostro.
– Sabes que aún te amo – Solía decírselo para alegrarlo; esa frase siempre lo hacía sonreír, pero esta vez fue diferente, en cambio solo se limitó a mirarme a los ojos sin ninguna expresión.
– Yo también te amo… – Aunque solía decírmelo en respuesta, ahora se sintió diferente.
Mi corazón palpitó rápido, podía sentir mi rostro caliente. ¿¡Qué me pasa!? (;・_・).
– L-los chicos s-se preguntarán dónde estoy –
*¿¡Por qué estoy tartamudeando!?*
– Te llevo – Me dijo, eso casi hace que se me resbale la bola Dimensional.
– ¡¡No!!, n-no es necesario – Hablé demasiado rápido.
– No fue una pregunta, fue un aviso – Y sin notificar, me cargó en brazos y me llevó volando por el cielo nocturno.
Me asusté por su acción deliberada, el frío de su cuerpo era demasiado perceptible, y el frío de la noche lo empeoraba.
Se detuvo tras la ventana, me sentó en sus piernas y desocupó sus manos, hizo un movimiento en mi ventana y la abrió.
– Si algún día me raptan, serás el primer sospechoso – Suspiró al mismo tiempo en que soltaba una risita.
Con sumo cuidado, me ayudó a entrar a mi habitación.
– Descansa – Le dije.
– ¡Espera! – Me detuvo antes de cerrar la ventana – Tengo que darte mi regalo de San Valentín – Se sentó en la ventana y yo me arrodillé en el suelo – Mi plan era dártelo a solas y a último momento – Comenzó a mover sus manos en círculos, poco a poco, líneas de luz y copos de nieve comenzaron a aparecer entre sus manos.
Observé lo que hacía, y de pronto, una especie de estatua se había forjado entre sus manos.
– Es de hielo azul – Me dijo suavemente. Este hielo es conocido como el hielo más fuerte que existe, prácticamente imposible de derretir – Cristalicé mi recuerdo favorito – Añadió luego de unos segundos de silencio.
Cuando me la entregó, rápidamente la observé y sonreí al recordar.
La estatua de hielo era de mí cuando era pequeña y de Jack. Estábamos sentados en una roca que habíamos encontrado por accidente, hace unos lejanos 8 años.
Narra Jack Frost.
–Yo también hice algo para ti – me dijo, acompañado de una sonrisa. Luego, se levantó y dejó mi regalo en su cama, corrió hacia su tocador y buscó en los cajones, sacando una caja.
Estaba emocionado por lo que me daría. Me la entregó y se sentó nuevamente en el suelo, observando mi reacción.