A través de la Segunda Estrella

No importa

Narra Briatny.

Estoy a punto de partir hacia Nunca Jamás.

Gracias a un hechizo de Cristian, con algunos movimientos específicos hago aparecer una bola dimensional, sin la necesidad de usar mi magia.

Dadas las condiciones en las que me encuentro, no puedo volar. Si lo intentara, solo tendría aproximadamente unos 15 segundos antes de perder el conocimiento.

Concentro mis pensamientos en el lugar al que deseo llegar, agito la bola en mi mano y la dejo caer al suelo. Tras unos cuantos rebotes, un portal se abre, transportándome justo frente a la casa de Edward.

Una vez atravesado, el portal se cierra a mis espaldas. Mientras en la Tierra es de noche, aquí reina un hermoso clima soleado.

Me adentro en la casa.

–Buenos días, Princesa –saludó Protocolo–. ¿Desea desayunar? –preguntó.

– Más tarde – respondo –. ¿Dónde está Edward? – inquiero, dirigiendo mi mirada hacia la sala, donde debería encontrarse.

– Él está en su habitación, probablemente aún duerme – responde Protocolo, adentrándose en la cocina.

– Estaré en mi habitación, por si alguien me busca–Protocolo asintió con todo su ser.

Subí las escaleras, abrí la puerta esperando encontrar total oscuridad dentro de la habitación, pero en la pequeña mesa que está al lado de mi cama estaba la lámpara que me había regalado Hipo.

*Qué hermosa* –pensé acercándome.

Tomé mi teléfono que se encontraba en su puesto de carga. Vi que tenía una notificación y al revisarla, vi que era un mensaje de Jack, el cual decía "Espérame en la terraza cuando sean las 11 de la noche". Su mensaje me desconcertó.

*¿Verlo en la terraza? ¿Por qué?.*

Le contesté colocándole tres signos de interrogación, pero no recibí respuesta.

Dejé el teléfono donde estaba antes y me fui a cambiar de ropa.

Tiempo después me encontraba en la cocina al lado de algunos hermanos de Edward, comiendo con muchas ansias mi desayuno, que consistía en unos hotcakes con jalea de arce y un vaso de leche tibia.

Los chicos bromean entre ellos, intentando sacarme una sonrisa con sus miradas y comentarios.

Cristian aparece en la cocina, me mira de reojo y me saluda con una sonrisa.

– Búscame más tarde en la biblioteca – dice antes de salir de la cocina, desapareciendo en quién sabe qué dirección.

Siento que quiere hablar conmigo o revisarme. La idea me abruma, pero sé que todo estará bien.

Salgo de la cocina y me detengo en el primer escalón de las escaleras. Un escalofrío me recorre, una sensación inquietante se apodera de mí. Presiento que algo está por suceder.

Respiro profundamente, intentando calmarme. No puedo alarmar a los guardianes con sensaciones erróneas.

Narra Edward Cullem.

Abrí los ojos, estiré mis brazos y luego bostecé.

Observo a mi alrededor después de sentarme en la cama mientras continúo estirándome. Al bajar los pies, reacciono rápidamente al helado del suelo; como vampiro, es posible que no sintiera el frío, pero en mi estado Vampiro/Humano, sí lo hago.

Doy dos palmadas para encender las luces de mi habitación. La luz LED que adorna la parte inferior de mi cama sigue encendida. Mi cama está anclada a la pared y parece levitar, con un borde de luz que cambia constantemente de colores, aunque yo prefiero dejarlo en blanco.

No le temo a la oscuridad, pero Bri sí. Es por ella que tengo estas luces bajo mi cama. Cuando era pequeña, solía entrar en mi habitación, pero se asustaba por la oscuridad, ya que la única ventana siempre está cerrada. Gracias a las luces LED, subía a mi cama y dormía conmigo.

*Extraño esos tiempos. ¿Por qué tenía que crecer?*

No es que ahora se sienta extraño, solo que como chica, se le debe dar su debido espacio, cosa que prefiero.

Entro al baño para hacer mis necesidades, en otras palabras, desahogar el tanque. Pido disculpas por ser específico.

Regreso a mi habitación en busca de ropa. No se me complica encontrar lo que busco, ya que todas mis prendas están ordenadas por tamaño, textura y tonalidad de color.

Encuentro una camiseta negra y un pantalón del mismo color. Cabe destacar que amo la ropa negra.

Después de pasar por la ducha, cepillar mis colmillos y arreglar mi cabello, salgo de mi habitación.

Consulto la hora en mi teléfono y luego lo guardo en mi bolsillo. Bri está al pie de las escaleras, mirando el suelo con una mano en el barandal.

–¿Todo bien? –Le pregunto al llegar a su posición.

–S-sí –responde cortante, como Guardián, eso no es bueno.

–Sé más específica –digo con un tono más directo.

–Disculpa, pensaba en algo, cuestiones de terrícolas –Sonríe y me da palmaditas en la espalda antes de marcharse.

*¿Qué oculta?* –Aunque me lo cuestiono internamente, decido dejarlo pasar.

Como dice el dicho:  "Los secretos luchan por salir, por eso son difíciles de guardar."

Gracias a Bri, no pude disfrutar mi desayuno a gusto; tenía esa sensación de preocupación sobre preguntarle más a fondo acerca de "sus cuestiones de la Tierra".

–Mi amor –Habla Eduardo poniendo una pose sexy.

–No puedo, no tengo condones –le respondo a modo de burla; solemos "bromear" así.

–No es eso, idiota –responde mientras cruza los brazos–. Es sobre la carta que le llegó a Bri, ¿piensas decírselo?

–Aún no. Está demasiado estresada por cuestiones que aún no comprendo. Hablaré con ella por la tarde –me alejo de la cocina, porque de lo contrario, él seguirá interrogándome.

La carta a la que se refiere Eduardo es una solicitud de mano, en otras palabras, un nuevo príncipe quiere conocer a Bri. Me destroza el corazón que mi niña tenga que lidiar con este tipo de cosas; de hecho, después de que la carta llegó a las 5:00 a. m., apenas logré conciliar el sueño.




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