Narra Jack Frost:
–¿Pero qué haces aquí? –me preguntó Bri, un tanto confundida– ¿No se supone que nos encontraríamos en la terraza?– Su rostro mostraba una mezcla de sorpresa y ligero enojo. No pude evitar sonreír ante su expresión y soltar unas pequeñas carcajadas.
–Verte enojada te hace ver tierna, ¿vale? –le dije mientras tomaba su rostro con ambas manos y le daba un beso en la frente.
–¿Qué te causa tanta gracia? –me dijo, con un dejo de molestia, aunque su sonrisa no lograba ocultarse del todo.
–No puedo evitarlo, tu expresión es adorable –respondí, tomando su mano y llevándola hacia la ventana. La sorpresa se reflejaba en sus ojos.–¡Salta! –le dije mientras me lanzaba al vacío, tomando su mano con firmeza y envolviéndola con mis brazos. Podía sentir cómo temblaba ligeramente, su corazón latía con fuerza contra el mío, su respiración rozaba mi cuello.
–Si vuelves a hacer algo así, te aniquilo –dijo, aunque su tono era más suave, y no pudo evitar sonreír.
–Mientras tú seas quien me mate, no hay problema –le aseguré, antes de bajarla al suelo y llevarla hacia nuestro destino.
No me llevó mucho tiempo llegar a la terraza. Bajé el ritmo para adentrarnos en esa parte de la casa que solía estar vacía. El frío era más intenso aquí, los sonidos nocturnos se volvían tenues y misteriosos.
–¿Por qué elegiste este lugar tan inhóspito para conversar? –preguntó Bri, frunciendo levemente el ceño.
–Ese era el plan. No quería que nos interrumpieran –respondí, intentando aparentar calma mientras mi corazón latía con fuerza.
–Espero que lo que me digas sea de suma importancia –dijo, cruzándose de brazos–. Estás interrumpiendo mis preciadas horas de sueño.
–Es importante –aseguré, aunque mi voz revelaba el nerviosismo que sentía–. Nunca había sentido algo así por nadie más. Nunca en mi vida he deseado algo con tanta intensidad –cada palabra, cada pausa, aumentaba la intensidad de mis latidos–. Bri... estoy profundamente ena... –un estruendo resonó a lo lejos, interrumpiendo mis palabras.
Al asomarnos, vimos la luz de una explosión. Aunque distante, podía sentirse la intensidad. El viento azotaba los árboles cercanos, y llamas verdes comenzaban a extenderse por el bosque.
Nuestros Encantalete Guardianes aparecieron, alertándonos sobre el ataque a Nunca Jamás.
–Entra a la casa, busca refugio y quédate ahí –le ordené a Bri, mientras saltaba al vacío.
–¡No pienso quedarme aquí! –protestó.
–No tenemos tiempo para discutir. ¡Te quedas aquí! –le dije, antes de precipitarme hacia el lugar del desastre, viendo que ella finalmente cedió ante mi orden.
Era cuestión de esperar. Los guardianes ya habían sido notificados, y yo me apresuraba para intentar apagar ese fuego que amenazaba con arrasar con todo.
Estando cerca de la zona, creé una pared de hielo que cubría aproximadamente 17 hectáreas de bosque, y me adentré para resguardar a la fauna cercana.
–¡Aquí, Guardián de la Gema Azul! –hablé por el Encantalete–. Estoy en el área de bosque afectado. He logrado minimizar una parte del fuego –seguí cubriendo el suelo con hielo que se esparcía por todo el lugar. Observaba a mi alrededor absorbiendo información sobre lo que había pasado–. Parece ser que el fuego fue provocado, pero aún no he localizado su punto de inicio. Los causantes parecen haber abandonado la zona –informé sin dejar de crear barreras de hielo.
–¡Mantén controlado el fuego! Llevaremos a Cristian, sus dones de naturaleza pueden ayudarnos un poco –me informó Edward mientras se transformaba en Guardián–. Llegaremos en 20 minutos. ¡Resiste! –en ese momento inicié un cronómetro mental, confiando en que con la llegada de Edward los demás vendrían con él.
Quité mi dedo del Encantalete para seguir controlando el fuego, como me ordenó Edward.
Cada segundo contaba. Mi hielo era un digno rival para ese fuego verde. No era la primera vez que luchaba contra él. En una de mis peleas pasadas, cuando por primera vez no pude defender a Bri y no pude sacarla de ese lugar por mis propios medios... tuve que dejarla con Hipo. Nunca lo olvidaré. Aún me duele en el alma no haber sido yo quien la salvara, pero en cambio, el haberme quedado fue de gran ayuda. El fuego que utilizó el Lobo Alpha contra mí era demasiado poderoso. Al parecer, es opuesto al nivel de mi hielo. Algo a mi favor es que, entre más molesto esté, más fuerte y peligroso se volverá mi poder. Y ya que el débil de Hipo se había llevado a mi chica, fue de gran ayuda. Mi poder y el del Lobo Alpha fueron tan grandes que crearon una explosión.
Mientras mi hielo apagaba el fuego, divisé una silueta entre los árboles. Mi vista era atacada por el calor que me rodeaba. Hice un esfuerzo y creé hielo en el suelo que hizo desaparecer las llamas. Apretando el agarre a mi bastón, valientemente me dirigí hacia esa figura.
–¡Si piensas atacarme, que sea ahora! –grité hacia el vacío, pero no obtuve respuesta. Sin embargo, no bajé la guardia.
Me elevé hacia el cielo para observar mejor el perímetro. A un lado, se podía observar una gran cantidad de humo en respuesta al trabajo que había hecho. Al otro lado, el fuego parecía arder aún más fuerte.
Narra Edward Cullem
~Unos minutos antes~
La llamada de Jack a través del Encantalete Guardián me llegó justo cuando me preparaba para la batalla. Dí algunas órdenes rápidas mientras me transformaba, sintiendo la urgencia en el aire.
Cristian salía apresuradamente de la casa, donde la mayoría de los guardianes ya estaban listos para el combate.
Nuestros hermanos no guardianes tuvieron que partir a otra dimensión por seguridad. Esto significaba que Bri quedaría sola en la casa.
–¡Activa el sistema de seguridad! –ordené a Protocolo, empujando a Bri hacia adentro de la casa mientras ella resistía.