Narra Cristian Cullem:
Empiezo a cansarme de esquivar los ataques de Bri. Mi intención era que ella se agotara atacándome, pero sus nuevos dones lobunos le han otorgado la energía necesaria para mantenerse en movimiento.
Con la ayuda de mis dones elementales, desplazo los troncos cercanos para crear una prisión de madera a nuestro alrededor.
A medida que pasa el tiempo, Bri parece volverse aún más furiosa.
Regresando a mi análisis anterior, Bri no es completamente una loba; por lo tanto, todavía existe la posibilidad de que mi antídoto pueda salvarla.
Mientras ella destroza furiosamente los troncos de los árboles, un recuerdo surge en mi mente...
•••–¿Cristian? – Me preguntó Bri del pasado, con 7 años – Si un día me enfermo por mis poredes... ¿Moriré? – No es un error de escritura; en realidad, ella dijo "poredes" refiriéndose a "poderes".
Recuerdo acariciar su cabello y sostenerla en mis brazos, mientras mis libros de estudios geográficos se acomodaban en sus respectivas estanterías, ordenados alfabéticamente. ¡Claro! Solo un maniático no lo haría así.
–Las razones por las cuales tu Madre Ancestral, la Madre Luna, me puso en este puesto como tu médico personal, fue para evitar que eso sucediera ¿vale?– Ella ni siquiera pestañeó, clara evidencia de su falta de comprensión– En otras palabras, mi niña, mientras yo siga vivo, tú también estarás aquí–.
Su sonrisa me dio 100 años más de vida, aunque eso es poco a mi edad–•••.
*¡Cumpliré mi decreto!* – Pensé con determinación.
Me precipité hacia ella arrancando de mi libro unas hojas mágicas volando tras de mí. Bri estaba a punto de romper la prisión que había creado. Esperé el momento exacto en que lo hizo.
Bri salió rápidamente, más furiosa que antes. Era hora de actuar. Mis hojas mágicas comenzaron a rodearla; su distancia desde el centro era de más de tres metros. Bri parecía desconcentrarse de mí mientras intentaba destrozar las hojas que flotaban a su alrededor.
Aprovechando su distracción, llevé a cabo el plan que había ideado.
Las hojas son pequeños portales; aparecería donde estuviera cualquiera de ellas, lo que dificultaría que Bri supiera de dónde vendría el ataque.
Aparecí en milésimas de segundos en diferentes lugares. Sin embargo, Bri parecía anticipar mis movimientos, lista para contraatacar mis hechizos.
Pasaron los minutos y no logré controlarla. Debido a los movimientos bruscos que estaba haciendo, mis heridas comenzaron a doler. No pensaba descansar hasta salvar a mi niña, aunque tuviera que morir en el intento.
Aún no entiendo por qué Bri no logra reconocerme. Aunque algunas de sus características humanas han cambiado, en su mente debería seguir existiendo mi Bri.
Un pensamiento hipotético cruzó mi mente.
*Si Bri no me reconoce, tal vez reconozca a Edward* – Pensé con esperanza. Era claro que Bri reconocería a la persona que la cuidó desde pequeña y que fue muy cercana a ella, como un padre.
Dado que Edward está sedado dentro de una esfera mágica, cambiaré mi apariencia con un hechizo y le mostraré la imagen de Edward.
Mentalicé el hechizo y me alejé un poco para que ella no viera que seguía siendo yo la persona que vería. Aunque mi magia falló un poco debido al cansancio, seguía siendo estable.
Al mostrar la imagen de mi hermano, Bri dejó de luchar contra las páginas que seguían volando a su alrededor. Su expresión era de confusión, sus cejas estaban fruncidas y su postura era tímida. Ocultando una mano tras mi espalda, ordené a las hojas mágicas a descender al suelo. Poco a poco, Bri comenzó a acercarse tímidamente. Vi señales de reconocimiento en sus ojos, lo cual alivió mi corazón.
Ahora estaba frente a mí. Contuve las lágrimas al ver que sus ojos habían vuelto a la normalidad.
Pero de repente, sus ojos volvieron a oscurecerse al mismo tiempo en que una voz se escuchó a mis espaldas.
–Me sorprende que ella no te haya acabado aún, Brujo – Reconocí la infernal voz de Jack Jey.
–¿Cómo sabes que soy yo? – No comprendía. Ahora mi apariencia era la de Edward, ¿cómo lo supo?
–Tu olor… Puede que tu aspecto sea diferente, pero sé distinguir el olor de todos ustedes, especialmente el de Edward Cullem – Protegía a Bri como podía, vigilaba a mi alrededor. Era evidente que el sucesor Alpha no venía solo.
–¿Cómo nos encontraste? ¡Desperdicio de materia y células! – Maldije.
–Podría decirse que… Ella está conectada conmigo – Mi expresión era de incredulidad, pero luego continuó y aclaró mi duda– El talismán que porta en su cuello no es lo único que ahora me conecta con ella – Dirigí rápidamente la mirada hacia atrás. Bri seguía inmóvil. ¿Cómo no me di cuenta de que llevaba un maldito talismán? – Desde que clavé mis colmillos en su cuello, formo parte de ella. Interrumpiste el ritual de unión – Me alegraba escuchar eso, pero también me asustaba la idea de que si se hubiera logrado el ritual, no habría podido hacer nada para separarlos. Prácticamente estaban casando a Bri con este monstruo...
–Perdón por interrumpir tus pensamientos, brujo, pero hay una boda que continuar– Al chasquear los dedos, el Lobo Alpha emergió de la oscuridad del bosque.
Nuestro plan ha fracasado. ¿Cómo pasó todo esto?
Se tenían soluciones en caso de que algo fallara en nuestro plan, pero ¿por qué el Lobo Alpha está aquí? ¿Acaso Jack no pudo contra él?
Es difícil explicar el miedo que sentía en esos momentos. No tenía ni idea de lo que estaba pasando. No sabía si los guardianes estaban bien, si Bri podría salvarse. Temía por la seguridad de Jack.
–Ahora está en mis manos salvar a Nunca Jamás– Decreté.
El Lobo Alpha descendió hasta el suelo, sus gestos eran de burla.
–Es 1 contra 2, ¿Estás seguro?– Dijo Jack Jey mientras mostraba sus garras.
–De hecho, Bri no podrá presenciar la pelea, y menos yo– Ellos no entendieron a lo que me refería– Caballeros, les presento un nuevo oponente– Llevando mis manos hacia el frente y dando unos cuantos giros, hice aparecer la bola mágica en la que dormía plácidamente mi hermano anestesiado, Edward.