Narra Jack Frost:
– ¿Quieres algo de comer? – Ella secaba las lágrimas que aún humedecían sus ojos; había estado llorando durante más de cinco minutos. Recuerdo que Cristian siempre decía que el llanto son las palabras que el corazón calla, pero verla llorar tanto realmente me preocupó.
– Quisiera café. – Dijo con sencillez mientras se acostaba nuevamente en la cama, dándome la espalda y sollozando levemente.
La observé en silencio mientras se perdía en sus pensamientos, mirando fijamente la pared. La impotencia de no poder aliviar por completo su dolor me consumía día tras día. Salí de su habitación cerrando la puerta con cuidado. Varios de los hermanos Cullen que habían decidido quedarse se levantaron rápidamente al verme.
– ¿Bri está bien? – Preguntó Eduardo con inquietud, reflejada en su rostro. Su angustia era tal que me sujetó de los hombros.
– Sí. – Le respondí para que soltara su agarre. – Bajé por café. – Expliqué, pues claramente no sabía cuál era mi propósito al bajar.
– Pero, ¿no te preocupa que consuma eso? – Preguntó Alex, llevando una mano a la mandíbula. – Podría no ser bueno que tome cafeína si necesitamos que duerma.
– Creo que es la primera vez que dices algo inteligente. – Dijo Eduardo con perplejidad, y luego se rió como si fuera una hazaña histórica.
– Lo sé, pero ¿no recuerdan el día que no pudo tomar café porque estaba en una reunión? Ese día, ni Edward pudo consolarla. Todos sabemos que ella ama el café más que a todos nosotros juntos. – Los demás aceptaron esa verdad; ella realmente amaba el café.
Protocolo, que nunca parecía despegarse de la cocina, me ayudó a preparar el café de Bri, pues conocía exactamente cómo le gustaba la temperatura de la bebida.
En una pequeña jarra de metal, notoriamente añeja, serví una cantidad extra de café, sabiendo que Bri solía pedir más.
Eduardo y Alex se alejaron juntos; querían ayudar con la revisión del perímetro. Los demás también se agruparon con ellos, dejándome aún más a solas con Bri.
La puerta de la sala se cerró con un fuerte golpe tras la partida de los hermanos Cullen, pero se escuchó otro ruido, desencadenando golpes adicionales. Temiendo lo peor, volé hasta la habitación de Bri y abrí la puerta de golpe. Mis ojos se abrieron ante el asombro de lo que vi: todos los objetos de la habitación se alzaban con una estela blanca o morada; el cabello de Bri volaba como si hubiera viento a su alrededor y sus ojos brillaban intensamente. Dejé la bandeja que llevaba y me acerqué a ella; de manera sobrenatural, pareció percatarse de mi presencia y me atacó. Era una de las pocas veces que agredía a alguien conocido.
Algo envolvió mi cuerpo y me estrelló contra el techo; parecía estar soñando despierta, cansada pero alerta ante cualquier peligro que percibiera.
– ¡Bri!, Soy Jack... – Fue lo único que logré murmurar antes de que, de repente, la fuerza sobrenatural que me mantenía contra el techo desapareciera sin previo aviso; mis reflejos me abandonaron y caí pesadamente al suelo... De cara.
"Bri..." Murmuré con lo poco de aire que me quedaba. Ella ya estaba bien, me miraba con expresión de confusión, como si no entendiera por qué su habitación estaba hecha un desastre o por qué yo agonizaba en el suelo.
– ¿Qué... Qué pasó, Jack? – Pronunció casi en un susurro.
No era la primera vez que algo así ocurría, pero ella nunca había dejado de reconocerme. Según los análisis de Cristian, Bri usaba su magia inconscientemente en la vida real mientras dormía, lo que preocupaba aún más a sus cuidadores por su seguridad. Me levanté como pude, evitando mostrar que estaba adolorido.
– Traje lo que querías. – Persuadí, quitando la tapa de la jarra metálica para que su delicioso aroma inundara la habitación rápidamente, permitiéndome observar cómo ella lo inhalaba profundamente.
– Dámelo rápido. – Ordenó.
Era hermoso ver cómo disfrutaba cada sorbo de esa taza, como si fuera lo último que fuera a beber.
Mientras la observaba, mi corazón se aceleró. ¿Por qué? No tenía idea, pero me faltaba el aliento cuando la veía sonreír, mis manos temblaban con su calor y mi corazón latía rápido al escuchar su voz. Simplemente estaba enamorado de esa niña.
– ¿Te sientes mejor? – Pregunté, esperando una respuesta afirmativa.
– Creo que sí. – Dudó.
– Puedo llamar a Cristian para que te revise, si lo prefieres. – Sugerí, pero ella seguía mirando por la ventana.
– Estoy bien... – Murmuró.
Ella seguía tomando su café lentamente; mis ojos se desviaron hacia su cuello, notando las cicatrices de la mordida de Jack Jey. Ver eso hizo que me hirviera la sangre.
– Jack... – Habló Bri, sacándome de mis pensamientos. No respondí a su llamado, esperando a que hablara mientras me perdía en sus ojos café. – No recuerdo mucho de lo que pasó antes de que me capturaran. Te recuerdo a ti sentado en el suelo, diciéndome algo que no tengo muy claro... – Temeroso de que recordara mis palabras, le pregunté mirándola a los ojos.
– ¿Exactamente qué recuerdas? – Ella miró hacia un lado, tratando de desentrañar sus recuerdos.
– Creo que la mayoría lo he soñado, pero estoy segura de que te escuché decir: "Eres cruel al querer que repita mi declaración"... ¿Estoy en lo correcto? – Escuchar su voz pronunciar las palabras que mi corazón dijo en ese momento hizo que realmente me planteara si quería arriesgarlo todo sin asegurar nada.
– Es correcto. – Murmuré, sintiendo cómo mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho.
Ella, aún confundida, siguió recordando lo sucedido en ese momento, consciente de que quería descubrir qué le había dicho para que esa fuera mi última respuesta.
Sin poder recordarlo, ella preguntó...
– ¿Qué me dijiste exactamente, Jack? – Ni siquiera presté atención a la pregunta, abrumado por su mirada seria.
Estaba completamente absorto en el brillo de sus ojos, un brillo por el que pagaría por ver siempre. Eran esos pequeños detalles los que me volvían loco.