Narra Hipo.
El viento helado humedecía mi piel a medida que nos acercábamos a la isla de Nunca Jamás. Mi dragón volaba lo más rápido que sus alas le permitían, cortando el aire con determinación.
– Sigue sin contestar mis llamadas – expresó el Agente Seis, que venía en el asiento trasero de la montura. A pesar de estar acostumbrado a las máquinas voladoras, Seis le tenía cierto recelo a mi dragón, excusándose de que era algo menos predecible de manejar.
– Sigue intentándolo – le pedí, intentando mantener la calma.
Sabíamos perfectamente que algo había pasado. Anteriormente nos cuestionábamos por qué nuestros telecomunicadores, incluyendo los encantaletes guardianes, habían fallado, pero al ver esas prominentes y amenazantes nubes de lluvia, todo se hacía más claro.
En cuanto mi dragón descendió hasta el suelo, nos bajamos de él, observando que la casa estaba cerrada. A nuestro lado derecho se aproximaban los Guardianes, acompañados de algunos de los hermanos de Edward.
Los Guardianes nos recibieron con miradas preocupadas y preguntas urgentes sobre nuestra presencia en Nunca Jamás y el motivo de nuestras llamadas insistentes.
Con una mezcla de frustración y enojo, explicamos detalladamente todo lo que Alice nos había revelado en su llamada. Nos hizo saber que algo siniestro se estaba urdiendo desde las sombras de Nunca Jamás.
Mientras debatíamos, chispas mágicas estallaron a un lado de dónde estábamos, iluminando el ambiente con luces parpadeantes y destellos de rayos inestables. En medio de este espectáculo mágico, Cristian apareció, visiblemente afectado, siendo apoyado por sus hermanos más cercanos.
– ¿Qué ocurre, Cristian? –preguntó Alex, siendo el primero en sujetarlo.
– Los sistemas de la casa fallaron, dejando las puertas cerradas por seguridad. Quedé atrapado en la biblioteca mientras intentaba entender por qué el clima de Nunca Jamás estaba trasmutando de manera sobrenatural –explicó, mostrando preocupación en su voz.
– Los sistemas de comunicación colapsaron, perdimos toda señal. Los que están con Edward en la reunión no pudieron advertirnos del peligro –informó Seis sombríamente–. Pero creo que tenemos la situación bajo control –añadió al final.
– Algo no está bien... –murmuró Cristian, mirando al cielo con seriedad–. Elementos mágicos en la biblioteca están fallando debido a una magia extraña que permea el aire. Esas nubes son el origen del problema –nos alertó, raramente preocupado.
– ¿Estás diciendo que esas nubes fueron creadas para causarnos problemas de la nada? –preguntó Eduardo incrédulo.
– No son simples nubes, al menos no naturales. Fueron creadas por el lobo Alpha. Puedo sentir su magia oscura en el ambiente. Ellos sabían que lo que sea que están tramando sería previsto por Alice, quien se lo advertiría a Edward, quien a su vez intentaría advertirnos del peligro. Ellos sabían que el Líder Guardián no estaba en Nunca Jamás, lo que dejaría a los Guardianes sin alguien que ejecute un plan. Por eso provocaron estas nubes, para bloquear nuestras comunicaciones – explicó Cristian, mientras procesábamos la gravedad de sus palabras.
– De hecho... –continuó Cristian, extendiendo una mano hacia adelante, conjurando un hechizo con su magia–. Justo como temía. Estas nubes no solo interfieren con la señal, también están debilitando las barreras dimensionales. No podemos teleportarnos a Nunca Jamás mientras esto siga así –concluyó, confirmando nuestros peores temores.
*Ahora entiendo por qué Cristian emergió de ese portal tan inestable.*
Seis y yo tuvimos la suerte de llegar a Nunca Jamás justo antes de que las barreras dimensionales comenzaran a debilitarse irremediablemente. Emmett, quien también se dirigía hacia aquí, quedó atrapado fuera de tiempo.
– Esperen, – dijo Cristian, su mirada escrutadora recorriendo nuestro rostro. – ¿Cuánto tiempo llevan intentando contactarnos desde allá? – Intercambiamos miradas preocupadas y corrimos hacia la puerta de la casa con un sentido urgente de necesidad.
Nuestros esfuerzos por entrar resultaron inútiles; los sistemas de seguridad de la casa habían colapsado y las puertas permanecían cerradas herméticamente, impenetrables incluso ante nuestros intentos de forzarlas. Las ventanas, normalmente robustas, resistían cualquier intento de romperlas debido a su fortaleza mágica. Cristian, desesperado, intentó en vano usar su magia para teletransportarse dentro, pero el poder oscuro desatado por el Lobo Alpha interfería con cualquier hechizo.
– ¿Cómo es posible que el Lobo Alpha tenga la capacidad de interferir en Nunca Jamás? – preguntó Cat Noir, su voz temblorosa por la inquietud.
La pregunta colgó en el aire, cargada de incertidumbre y miedo. Solo la Princesa Briatny debería tener el dominio absoluto sobre las energías místicas de esta dimensión. En medio del silencio tenso, Cristian compartió un detalle que aumentó nuestra angustia.
– Tienen razón. Aunque por sí solo el Lobo Alpha carecería de este poder, absorbió una pequeña cantidad de la magia de la Princesa. Para ella fue insignificante, pero para él, es un poder descomunal. Con esa magia en su posesión, ha logrado esto. Si es astuto, sabrá cómo aprovecharlo. Debemos actuar rápidamente. – Sus palabras resonaron como un golpe siniestro, revelando una verdad alarmante: todo esto parecía parte de un plan cuidadosamente tramado.
La casa, ahora un refugio fortificado, nos mantenía aislados fuera. Ni siquiera las rutas de escape de emergencia estaban disponibles debido a la respuesta automática del sistema de seguridad, diseñado para proteger a los residentes de cualquier amenaza externa o interna.
– Aunque odie y aborrezca decir esto, sé que Jack protegería de la mejor manera a la Princesa. Podemos estar tranquilos.– Dije para intentar calmar las aguas. No hace falta mencionar que recibí miradas pícaras de algunos de los que me escucharon tras halagar a ese palo volador.