A través de la Segunda Estrella

— Estás en problemas, jovencito—

Narra Walther Forget

Tomé de nuevo la sábana y me envolví en su calidez, el clima era frío de nuevo. Abrazando a mi viejo peluche de conejo, me burlé de mí mismo por seguir durmiendo con él, aunque en el fondo me daba igual. Justo cuando estaba a punto de volver a conciliar el sueño, sentí sobre mi espalda unas suaves patitas. Era Inverso, mi gato, que, como siempre, se acomodaba con su descarada confianza.

— Inverso, ¿cuántas veces tendré que repetirte que no gasté 300 dólares en tu cama para que la ignores? —le dije en un susurro, aunque él solo me miró con esa indiferencia felina que parecía decir "me da igual". Después, empezó a lamerse como si mis palabras no tuvieran sentido alguno.

El sonido del despertador rompió el silencio, y antes de poder apagarlo, escuché los tres toques en la puerta. Mi madre. Siempre tomaba esa costumbre porque sabía que no bastaba con un débil timbre para despertarme.

Me levanté, estirando los músculos adoloridos por el peso del día anterior.

— Forget, deja de trasnocharte —me reprendí mentalmente, aunque no era mi culpa. Todo se debía al trabajo y a limpiar los desastres de los ebrios, algo que comenzaba a hastiarme.

Mi uniforme estaba listo, bien planchado. Siempre me gustaba tener todo preparado con antelación, por si acaso. Tras una ducha fría (mi padre no pudo pagar el agua caliente este mes), me dirigí al instituto.

Al llegar, mantuve la cabeza baja, sin saludar a nadie más que a los profesores. Cruzando el gran salón, un recuerdo me inundó: el "Baile de la Princesa", una de las mejores noches de mi vida. Casi podía ver a Bri y a mí bailando bajo las luces, como si fuera un holograma en mi mente. Me ruboricé mientras mis pensamientos me arrastraban de vuelta a ese momento.

De pronto, choqué contra alguien. Mis reflejos actuaron antes de que mi mente pudiera procesarlo, y atrapé a la pequeña figura que casi cae.

— ¿Pero qué mier...? Oh, eres tú —murmuró con fastidio. Era Valery Prescott, y para mi sorpresa, esta vez no me insultó ni me denigró como solía hacerlo con todos.

— Perdona, no te vi —dije mientras la soltaba, asegurándome de que estuviera bien.

Valery acomodó su cabello y el uniforme, luego siguió caminando. Estaba a punto de hacer lo mismo, pero algo no cuadraba. ¿Qué le pasaba a Valery? Algo en Valery no estaba Valeriando. Me di la vuelta y la observé mientras caminaba lentamente, tomándose su tiempo para mirar a su alrededor. Decidí seguirla hasta llegar a su lado.

— No es algo que realmente me importe, pero... ¿estás bien? —pregunté, sintiendo cierta incomodidad. La odiaba por molestar a mi amiga, e incluso a mí, pero no podía negar que algo andaba mal.

— Si no te importa, ¿por qué me preguntas entonces? —respondió, clavando sus ojos en mí, como si esa conversación fuera lo único importante en su mundo ahora.

— No todos somos seres fríos, Valery —dije con desdén.

Me miró de pies a cabeza, sin intención de enojarse. En cambio, se cruzó de brazos y dijo:

— Déjame en paz.— Pidió, dándome la espalda.

Justo en ese momento pasó un grupo de chicos que me saludaron alegremente, como si me conocieran. No entendí por qué, hasta que uno de ellos soltó: "Es el novio de la Princesa del Baile" y otro respondió: "Le está poniendo los cuernos con Thaner Lennon."

*Tenían que mencionar al idiota.* —pensé, sintiendo una oleada de molestia.

— Princesa del Baile por aquí, Princesa del Baile por allá... ¡¿Es el único maldito tema del que pueden hablar?! —espetó Valery, enojada, pisoteando el suelo con fuerza mientras apretaba los puños.

*Ahhh, ya entiendo por qué está de mal humor.* —pensé, algo divertido.

— ¿De qué te ríes, imbécil? —gritó, aún más molesta. Su nariz se arrugaba y sus mejillas se ponían rojas, lo que de algún modo la hacía ver... adorable. Extraño, lo sé.

— Lo siento —me disculpé, intentando suavizar la situación—. No tienes por qué molestarte por perder una competencia. Sigues siendo importante para los que te aprecian por lo que eres, no por lo que tienes.

Su expresión cambió. Sus ojos se humedecieron y apretó los labios, luchando por mantener la compostura.

— No necesito tus estúpidas palabras motivacionales —respondió, aún enfadada—. Piérdete, maldito bicho raro. Vuelve con los subnormales con los que te juntas todos los días, incluida la Princesa Ridícula.

*Y ahí está la Valery de siempre.* —suspiré.

Finalmente, siguió su camino. Cualquier deseo de ayudarla se esfumó en cuanto insultó a Bri. ¿Qué culpa tiene Bri de ser hermosa? ¡Quiero decir! ¿Qué culpa tiene de haber sido la elegida?

Narra Thaner Lennon

Káiser irrumpió en mi habitación sin siquiera tocar la puerta, como si tuviera derecho a hacerlo. La luz del sol se filtraba por las cortinas, creando un suave resplandor dorado que iluminaba el espacio. La habitación era amplia, con paredes en un tono gris claro que contrastaban con los muebles de madera oscura, dando un aire de sofisticación a la decoración. El aroma del café recién hecho llenaba el aire, mezclándose con el olor del suave aroma a lavanda que provenía de un difusor en la esquina.




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