Narra Walther Forget
Thaner se separó de nosotros con una actitud arrogante, llamando a Kaiser, quien se encargó de conseguir una camioneta con capacidad para diez personas. Apenas pasaron quince minutos, y ahí estaba, una camioneta negra que relucía como una hermosa oxidiana, tan brillante que casi podía cegarnos con su presencia.
— Traeré a Bri justo a las 5 de la tarde —dijo Thaner, apropiándose de la existencia de Bri como si el permiso de su madre para salir le otorgara derechos sobre ella. Como si su control sobre la situación fuera inquebrantable, casi repulsivo.
— Cuídalos —le pidió Missendy, sonriéndole de manera tan dulce que me hizo hervir la sangre. — Cuando regreses te haré llegar unos deliciosos rollos de canela hechos por mí.
"A mí nunca me ha dado rollos de canela" Pensé, con celos y malestar, incapaz de evitar la punzada en mi pecho.
Kaiser, siempre el sumiso servidor, se encargó de acomodar a Bri en uno de los asientos delanteros, asegurándose de que estuviera cómoda. El cinturón de seguridad perfectamente colocado, casi como si estuviera cuidando a una princesa. Mientras tanto, yo, condenado a ir en el último asiento, no podía evitar sentir la distancia de mi frustración hacia todos ellos, pero especialmente hacia Thaner.
En cuanto todos subimos al auto, la atmósfera cambió en un segundo. La amabilidad de Thaner, esa fachada que a veces se esforzaba por mantener, desapareció de golpe. Su rostro se torció en una mueca de desprecio cuando las puertas se cerraron, y el coche arrancó con una violencia apenas disimulada. Manejó durante un rato hasta que estuvimos suficientemente lejos de la casa de Bri. Entonces, con una sonrisa sádica, frenó el auto y habló.
— Los que tengan intenciones de seguir en el auto, me lo hacen saber, así puedo acelerar más y hacer esto aún más divertido —dijo con una maldad palpable.
Kaiser, aparentemente más cansado que preocupado, suspiró.
— Joven Lennon —regañó, aunque su tono denotaba una autoridad medida, de alguien acostumbrado a lidiar con idiotas como él—.
— Llévanos al parque central —pidió Diana, su mirada fría como un hielo. La rabia en su tono era inconfundible. — Deja que todos se bajen ahí y tú vete a tus clases de piano.
— Violín, preciosa. No compares un magestuoso instrumento con un simple piano —replicó Thaner con un aire de superioridad, como si sus palabras pudieran aplastarnos—. Y no, no intentes darme órdenes, porque no las voy a escuchar. No dejaré a Bri con ustedes. De ustedes me puedo deshacer, de Bri, no.
"¿Qué mierda tiene de especial Bri para él?" Pensé, el coraje burbujeando dentro de mí, temiendo de que Thaner quisiera adueñarse de ella.
Bri, visiblemente molesta, no tardó en intervenir, alzando la voz con la misma irritación que todos nosotros.
— Quiero estar con mis amigos —dijo, y aunque su tono era firme, su voz se quebraba ligeramente, como si estuviera a punto de explotar. Thaner, como siempre, reaccionó a su presencia como si fuera la única razón por la que le importaba algo, incluso si eso significaba hacer el mínimo esfuerzo.
— Lo siento, preciosa, tu madre me dejó a cargo de ti —contestó Thaner, su tono casi condescendiente. Luego, sin previo aviso, extendió su mano hacia atrás, buscando tocar el rostro de Bri, una acción que me hirió profundamente. No pude evitar querer interrumpirlo, pero mi lugar en el coche me lo impedía.
— No dejaremos a Bri sola contigo —dijo Diana, interrumpiendo ese pequeño intento de dominio de Thaner. Algo en sus palabras era más fuerte que cualquier reproche, y me hizo preguntarme porqué Diana se molestaba mucho ante la idea de dejarlos solos.
— Relájate, gruñona. Aquí se hace lo que yo digo —burló Thaner, disfrutando cada segundo del caos que había desatado. El odio nos envolvía, y él lo alimentaba.
— Cálmense todos —intervino Kaiser, con su tono de siempre, calmado y autoritario. — No tenemos tiempo para dejar a todos en sus casas. Joven Lennon, yo me haré cargo de los amigos de la señorita Darly. Usted puede continuar con su día como si nada hubiera pasado.
Thaner apretó los labios, claramente frustrado por la interrupción. Era evidente que llegar a su clase de violín parecía ser más importante que cualquier otra cosa.
— Maldita sea —exclamó Thaner, golpeando el volante con furia. — Se quedarán con Kaiser. No quiero que su maldita existencia opaque mi día.— Entonces, sus ojos se clavaron en el retrovisor, encontrándose con los míos. No pude evitar notar el odio que emanaba de él. Su mirada era de pura rabia, como si todo lo que hiciera me lo fuera a cobrar más tarde.— Especialmente la tuya, Forget —dijo, su voz cargada de veneno. Y en ese instante, su presencia me resultó más insoportable que nunca.
A pesar de su enojo, encendió el motor con brusquedad y condujo con una velocidad moderada, como si cuidara que Bri no se sintiera más incómoda de lo que ya estaba. Antes de llegar a nuestro destino, Thaner hizo una llamada. Era su doctor personal quien nos acompañaría, tal y como lo prometió.
Tiempo después llegamos a una universidad privada. El imponente portón dorado se alzó ante nosotros, abriéndose con un movimiento mecánico perfecto. La propiedad, gigantesca e intimidante, nos recibió con arbustos podados con precisión casi obsesiva y flores que parecían competir entre sí por resplandecer más bajo el sol. El aire allí era diferente, como si hubiéramos cruzado a un mundo reservado solo para los elegidos, un mundo que no me pertenecía.