Narra Thaner Lennon
Finalmente, el espagueti andante se largó. Pude respirar con más tranquilidad. Ahora solo tenía que deshacerme de las amigas de Bri, Diana y Arely, y todo estaría en orden.
Esperé pacientemente a que terminaran de comer, sin decir demasiado. Cuando lo hicieron, pagué la cuenta y revisé mi teléfono por inercia. No tenía mensajes de Káiser.
Fruncí el ceño.
La última vez que lo vi, salió del restaurante con el teléfono pegado al oído, visiblemente molesto, pero desde entonces no había señales de él. Marqué su número y, para mi sorpresa, no contestó. Extraño. Él nunca ignoraba mis llamadas.
Mi incomodidad aumentó, pero la dejé a un lado. Ayudé a mi chica a subir al coche, sus amigas iban con ella. Luego me adentré en el auto, dispuesto a tomar el asiento del conductor. En ese momento, mi teléfono sonó y vibró con insistencia. Reconocí el número y de quién se trataba.
Rodé los ojos antes de contestar.
— ¿Qué? — solté con fastidio, alejándome del auto.
Del otro lado de la línea, la voz sonó con un tono burlón y condescendiente.
— ¿Ahora te das el lujo de ignorar las reuniones de tu padre?
Resoplé con impaciencia.
— Estoy ocupado.
Estaba a punto de cortar la llamada cuando su voz regresó, cargada con ese tono que me hacía apretar los dientes.
— Siempre tan irritado, Thaner —Rió. —Tuve que asistir por ti. A final de cuentas, nos toman como uno mismo, así que sigue con lo que sea que estés haciendo… si es que es tan importante.— Sus palabras me encendieron. — ¿Por cierto, qué haces, bro? — insistió con sorna.
— ¿Qué mierda te importa? — espeté sin miramientos. Su risa resonó al instante, como si esperara exactamente esa reacción.
— Cuida cómo me hablas. — murmuró con falsa advertencia —. Recuerda que puedo enterrarte vivo si le digo a tu padre aquello que tanto quieres mantener en secreto.
Su tono sonaba ligero, casi como si bromease, pero sabía que no debía subestimarlo. No conociéndolo a él.
Dejé escapar una carcajada seca, intocable como siempre.
— No eres el único que podría terminar sepultado hasta la garganta… cuida cómo me amenazas.
El silencio al otro lado de la línea me dejó satisfecho. Por un momento, pensé que la conversación había terminado, pero su voz regresó con un aire de falsa curiosidad.
— Y bien… ¿qué haces?
Sonreí de lado, disfrutando la oportunidad de irritarlo.
— Estoy en una cita con Briatny.
Percibí su reacción en el segundo exacto en que su respiración cambió.
— Briatny Darly… — repitió su nombre con una pausa que me hizo tensarme al instante. Odié la forma en que lo pronunció, como si el nombre le supiera bien en la boca.— Hermosa de rostro, hermosa de cuerpo… pero muy enojada. Pronto la veré de nuevo. Tal vez logre robarle un beso.— Su risa perforó mi paciencia, explotándola en mil pedazos.
— Ni te atrevas, bastardo.— Advertí.
— Sí, sí… entiendo que es tu chica y que tu la viste primero. — su voz sonó divertida, insolente —. Pero cuando sea mi turno, podré jugar con ella.
El tono de la llamada cambió en un segundo, y antes de que pudiera responder, colgó abruptamente. Mis manos apretaron con tanta fuerza el teléfono que sentí la presión en los huesos. Ese cabrón me las iba a pagar. Justo cuando estaba por maldecir en voz alta, mi teléfono sonó otra vez. Esta vez, el nombre de Káiser apareció en la pantalla. Respondí sin preámbulos, aún con la rabia consumiéndome por dentro.
— ¿TÚ DÓNDE MIERDA ESTÁS?
Escuché el titubeo en su voz antes de que hablara.
— Disculpe que me haya ido de su lado y que lo haya dejado desprotegido…
— Me importa un carajo si estás para cuidarme o no. ¿Por qué mierda fuiste a esa reunión cuando yo decidí no hacerlo? ¿O vas a negarme que estás ahí?—
— Su padre me llamó. No podía negarme.
— Yo me negué, eso te incluye tambien. ¡¿Y tú qué hiciste?! Corriste como un perro obediente, sabes perfectamente que mi padre quiere manejarme a través de ti. — Mi voz salió cargada de veneno, mis palabras más hirientes de lo que realmente quería expresar, pero la rabia no me dejaba pensar con claridad.
— No fue mi intención desautorizarlo, señor… — Su tono era bajo, casi temeroso.
— Pues lo hiciste. — Me pasé la mano por el cabello, tratando de calmarme, pero la idea me repugnaba. — Ahora quedo como un idiota. Como si él aún pudiera tomar decisiones por mí.
— No lo vi de esa manera…
— Porque nunca ves nada, Káiser. — Escupí con desprecio. — ¿Qué más te dijo?
Silencio. Un silencio que me jodía más que sus palabras.
— Káiser. ¿Qué. Más. Te. Dijo?
— Nada importante. Solo que… le preocupa su comportamiento. Cree que se está desviando del camino y quiere que sea orientado por mí.