Chloe
Me despierto junto con el sonido ensordecedor del despertador. Y a ese tan terrible sonido, se le suma el calor del ambiente. En las noticias habían anunciado esta ola de calor, será mucho más insoportable que lo normal.
Como todas las mañanas, antes de partir hacia la biblioteca, que es mi lugar de trabajo, me ducho. Por supuesto que mi cuerpo lo agradece al sentir la frescura sobre él. Mientras me ducho, canto, bailo y hago mi propio show. Como todos lo hacemos, supongo.
El sonido de la cortadora de césped llega a mi habitación, suspiro pesadamente al saber de quién se trata. Mi padre jamás cortará el césped al atardecer, cuando el calor ya no se sienta tanto, jamás me hará caso con eso.
Termino de vestirme y me dirijo hacia la cocina en busca de agua fría con hielo. Cuando salgo al terrible calor de Texas, lo único que deseo, es volver al agua fría de la ducha y no salir de allí en todo el día. Aunque bueno, eso no ayudaría al mundo.
Cuando mi padre me ve parada a poca distancia de donde se encuentra, suspira y detiene su trabajo. Sabe perfectamente que no me gusta que no me haga caso en cosas como estas, donde su salud está de por medio, y con este calor cogerá un dolor de cabeza.
—No me regañes —dice antes de que le diga algo, seca el sudor en su frente y se acerca a mí. Le entrego el agua, y la bebe como si acabase de llegar de un desierto—. Gracias, hija.
Le sonrío y observo el patio trasero de la casa. Está hermoso y muy bien cuidado en cada rincón en donde se vea.
Desde que mi madre falleció, mi padre fue el encargado de mantener el cuidado que ella hacía. Mi madre amaba las plantas, la naturaleza, y era feliz cuidando de ello.
Mi única familia es mi padre. Desde que mamá falleció nos volvimos mucho más unidos que antes. Él es todo lo que tengo, solo somos nosotros, y nuestro cariño es irrompible.
—Quiero que entres a casa, papá. Hace demasiado calor para que estés afuera, al menos espera a que llegue el atardecer.
Mi padre suspira y asiente, sabe que no me iré al trabajo hasta que él esté dentro de la casa. Así que, guarda la máquina de cortar césped, y entramos, luego enciendo el aire acondicionado para calmar el calor del ambiente.
—¿Qué quieres cenar? Puedo comprar algo luego del trabajo —pregunto.
—Nada de eso, esta noche cocino yo.
—¿En serio?
—¿Acaso no confías en mí? Yo no tendría que confiar en ti.
—Hey —se ríe—. Yo me sé defender con los postres, no me molestes.
Mi madre inculcó la repostería en mi vida. Me reveló hasta sus secretos más guardados, los cuales intento aplicar de la misma manera que lo hacía ella. Papá dice que soy tan buena como lo era ella, no sé si eso sea cierto o no, pero amo la repostería. Se me da mejor que el resto del mundo gastronómico.
—Yo preparo la cena, y tú el postre —dice—. ¿Tenemos un trato?
Sonrío y le estrecho la mano.
—Tenemos un trato, señor Marshall.
Me despido de papá y salgo nuevamente al calor. Mi salud no me lo agradece.
El calor quema mi piel, y me tengo que obligar a moverme de mi lugar. Si me quedo por un segundo más no iré al trabajo, y eso no va a ser bueno.
Me acerco a mi Ford Mustang clásico de color azul. Herencia de mi abuelo, la burla de mis amigos, y la envidia de coleccionistas. Entre risas me pidieron que cambiara de auto, y si no había risas, estaba el elevado número de paga por el mismo.
En ninguno de los casos accedí, y jamás lo haré. Este auto es el recuerdo de mi infancia junto a mi abuelo y las canciones infantiles que me enseñaba, es lo único que tengo para recordarlo y, por supuesto, que no lo voy a vender.
El pequeño Blue me seguirá acompañando. Sí, muy poco original el nombre, pero tenía seis años cuando lo bauticé.
Conduzco hasta la biblioteca, acompañada de la música que me brinda la radio. Cuando lo estaciono, debajo de la sombra de un árbol, veo a mi mejor amiga, Marie.
Somos compañeras en el trabajo, de hecho, aquí nos conocimos y nos volvimos inseparables.
Su cabello con ondas rubio, es de envidiar. Tiene unos hermosos ojos verdes, y un rostro que exige ser la cara de una marca de ropa. Pero, aunque a Marie le guste la moda, no quiere ser parte de ese mundo.
El lema de ella es «no voy a trabajar para alguien que me exija bajar de peso».
—Aún me sorprende que puedas llegar en eso —se burla de mí cuando bajo de Blue. Su agradable forma de decirme buenos días.
—Y a mí que llegues temprano —se ríe. Cuando de puntualidad se trata, no hay que contar con mi mejor amiga—. A todo esto, buen día, ¿verdad?
—Supongamos que lo es.
—Oh…, conozco esa mirada, tiene cara de Blaine.
—¿Y quién más va a ser? Siempre se trata de Blaine.
—Hey, tranquila, ¿qué sucede?
—Luego te cuento.
Y dicho esto, se dirige hacia la entrada de la biblioteca.
—¡Odio que hagas esto! Sabes que no me gusta que me dejen con la intriga —se ríe, y no me responde. Me ignora y entra a la biblioteca, lo único que me queda es seguirla.
Adoro mi lugar de trabajo. Cualquier biblioteca podría considerarse mi lugar favorito.
Esta en particular se adapta a este nuevo siglo. Hay tres sectores; el sector informativo, donde se pueden encontrar libros para la universidad o el instituto; otro, donde van las novelas o cuentos y; por supuesto, el sector infantil.
En las estanterías del sector de información general, el cual se encuentra detrás de todo, hay cuatro mesas cuadradas. Allí se reúnen siempre los estudiantes que necesitan de su espacio para estudiar, o realizar alguna tarea.
A una distancia prudente, están las estanterías para cuentos y novelas de todo tipo, para todas las edades. Este sector, está decorado con sofás acordes a la ambientación. Junto a este lugar, se encuentra el colorido mundo de los niños.