Hunter
Deslizo mis dedos sobre el braille. Estoy llegando a la mitad de la historia. Amo la literatura inglesa, y esta novela, no es la excepción. Me está encantando.
Creo que podría volver a ella en algún momento. Creo no, lo voy a hacer. Nunca está mal volver a una gran historia.
Cierro el libro y suspiro. Me detengo a pensar en los personajes que dejé allí dentro, pienso en cómo va la historia y en todo lo que estoy sintiendo al respecto.
Pero, por alguna extraña razón, dejo de pensar en Elizabeth Bennet y en el señor Darcy. Y esa extraña razón se debe a la chica de la biblioteca, a Chloe. No sé por qué me encuentro pensando en ella, no es como si fuera algo importante o algo. Pero muchas veces tu mente te trae pensamientos incontrolables. Pensamientos que no sabes por qué llegaron a ti.
Pensar en Chloe me lleva al recuerdo de la chispa que sentí cuando su mano rozó la mía. Fue tan extraño, porque no lo sentí como si alguno de nosotros tuviera demasiada electricidad estática, con carga positiva o negativa. No, lo sentí como algo más.
Escucho cómo la puerta de mi habitación se abre de una forma demasiado bruta. Tan bruta que me obliga a salir de la profundidad de mis pensamientos.
Suspiro negando con la cabeza, solo una persona entraría de tal forma a un lugar. Siempre fue así, siempre será así. Eso no va a cambiar.
—Siempre me olvido de decirle a mi madre que deje de esconder la llave en la maceta.
Se ríe, y luego escucho el sonido de cómo arrastra la silla del escritorio hacia la cama.
Paul es mi mejor amigo. Lo conozco desde que éramos niños, pero la vida nos llevó a fortalecer más nuestra amistad cuando crecimos y conocimos el significado de la misma.
Fue el único que no se alejó de mí luego del accidente. Por más que lo haya querido sacar de mi vida una y otra vez, por el simple hecho de sentirme una carga, Paul siempre estuvo ahí para mí. Y cuando digo siempre, es siempre.
Supongo que el resto de mis amigos se hartaron de que quiera correrlos de mi vida, que terminaron haciéndome caso.
—Llegaron los libros por lo que veo —dice y asiento. Pero no pienso en la llegada de ellos. Pienso en un aroma dulce.
—Al fin una en la ciudad. Paul, puedes servirte algo de beber, si quieres.
—De hecho, ya lo hice —me río. Por supuesto que ya lo hizo—. ¿Quieres que te traiga algo? ¿Jugo de naranja?
Niego con la cabeza.
—¿Cómo va la universidad? —le pregunto. Estudia Medicina. En algún tiempo ambos lo hacíamos, pero claro, ya no pude seguir. Tuve que dejar tantas cosas que amaba.
Mientras que Paul se va a especializar en pediatría, yo me iba a especializar en neonatología, otra rama de la pediatría. Él va a cuidar a los niños de todas las edades. Y yo iba a cuidar a los recién nacidos. Iba.
—Nos están matando —suspira—. Me pregunto qué me llevó a estudiar Medicina.
—La inspiración de tu niñera. Y el simple hecho de que te vuelves loco por los niños, y quieres cuidarlos.
—Sí, lo sé. Pero es una patada en los huevos —me río—. ¿Cómo estás tú?
—Bien, supongo. Normal. Solo que algunas cosas se siguen complicando.
—Si necesitas algo, sabes que estoy.
Ya lo dije. Siempre estuvo y está para mí. Me limito a asentir ante sus palabras.
—¿Has hablado con Caroline? —me pregunta y suspiro ante la mención de su nombre.
Caroline era una especie de amiga con derecho. Pero todo había cambiado cuando ambos comenzábamos a sentir algo más que solo una simple diversión. De hecho, habíamos hablado de intentarlo. Y lo estábamos haciendo, estábamos muy bien.
Pero el accidente lo cambió todo. No mis sentimientos hacia ella, pero sí lo que a mí respecta. Caroline siempre estuvo, como Paul, pero yo no podía soportar la oscuridad en la que me encontraba cuando ella estaba cerca de mí.
Comencé a tratarla fatal, y todo por mi maldito enojo. Pero ella siempre estuvo. No la merecía. Y se lo dije, se lo dije tantas, pero tantas veces que conseguí mi objetivo: alejarla.
Me dolió hacerlo porque la amaba, realmente lo hacía. Solo que ella no merecía cargar con un discapacitado. Siempre me dijo que eso no importaba, que me amaba, pero yo solo le decía que se fuera. Debe ser muy horrible que alguien te diga constantemente vete, cuando tú le estás diciendo te amo.
Fue muy difícil nuestra separación. Fue horrible escucharla llorar, y saber que era el causante de su dolor.
Para hacer menos duro todo, Caroline decidió irse a Nueva York a terminar sus estudios. Volvimos a hablarnos hace unos meses, y estamos bien. Recordamos nuestra historia con una sonrisa, y agradezco el hecho de que me haya perdonado.
Es una gran persona y siempre le voy a desear lo mejor. Como sé que ella me lo desea a mí. Tal vez, tenerla como amiga sea menos jodido.
—No. No hablamos hace tres semanas. La última vez que lo hicimos estaba bien, ocupada con los estudios y el trabajo. Y creo que estaba conociendo a alguien.
—¿Cómo te tomas eso?
—Bien. La quiero mucho, Paul. Demasiado. Es muy importante para mí. Es una gran mujer, y se merece ser feliz. Espero que él lo note y no sea un idiota.
—No creo que sea tan idiota como tú —suspiro—. Sí, suspira todo lo que quieras. Pero sabes que tengo razón.
—Repito. Caroline merece ser feliz.
—¿Y qué? ¿A tu lado no iba a serlo? —ladeo con la cabeza—. Deja esa mierda, Hunter —suspira pesadamente—. De todas maneras, tú también mereces ser feliz —me río—. Hablo en serio, muy en serio. Que lleves esta vida no quiere decir que no lo merezcas. Además, no puedes huir del amor, ¿sabes? Él solo aparece, y ya. Te alejaste del amor de Caroline, pero si se presenta en otra persona, no creo que puedas volver a hacerlo. Es como… una necesidad.
—Pero sabes lo que pienso.
—Sí, y es estúpido.
Para mí el amor perdió su sentido. No porque no crea en la fuerza que tiene, porque creo. Pero yo no puedo entregar el amor como corresponde. Como una persona lo merece.