Chloe
Este día en la biblioteca se está haciendo realmente eterno, y amo mi trabajo, realmente. Pero, justamente hoy, me siento en una celda, y solo quiero salir de aquí. Tal vez todo esto se deba al estudio, y al maldito examen que temo reprobar.
Aunque ahora no me encuentro pensando en lo que tengo aprendido, y lo que me falta aprender. No. Ahora mi mente está en Hunter Orwell.
Han pasado varias horas desde que dejó la biblioteca, y aún el libro que devolvió está aquí. Con mis manos acaricio el braille del título, luego lo abro, y hago lo mismo con la hoja principal.
Debe ser muy difícil llevar la vida que lleva, ¿la lleva desde nacimiento?, ¿por una enfermedad?, ¿un accidente tal vez?
Las preguntas que surgen en mi mente, me llevan al momento en que nos encontramos fuera de la biblioteca, y a la manera amable que tuvo al hablarme. Y, sobre todo, recuerdo cómo su rostro se transformó cuando me contó el tiempo que le tomó leer la novela. Me gusta encontrarme con personas que pueden llegar a devorarse un libro en días, con personas que entienden lo que yo siento respecto a la magia que tienen en cada línea escrita.
—Tengo que contarte algo —Marie se sienta a mi lado, luego de haber ayudado a unos estudiantes universitarios en la búsqueda de su material. Cierro el libro y Marie observa la manera en que lo aparto lejos de ambas, pero decide no preguntar nada al respecto, tal vez solo quiere hablar de su tema.
—¿Qué hizo ahora Blaine?
Ladea con la cabeza.
—Bueno…, él no hizo nada.
—Entonces, ¿qué has hecho tú?
—Nada.
Frunzo el ceño, y me cruzo de piernas.
—No estoy entendiendo.
Suspira y se acomoda en su asiento, como si estuviera a punto de decirme el secreto de la vida humana.
—Hay un chico en el edificio que me intimida bastante.
Marie nunca se dejó intimidar por un chico, ni siquiera por Blaine, así que esto es nuevo.
—El primero que lo hace —asiente ante lo que digo—. ¿Qué es lo que hace para intimidarte?
—Solo me mira, Chloe. De una forma extraña, sin llegar hasta el punto de darme miedo o algo por el estilo —se encoge de hombros—. Como si estuviera pensando millones de cosas que no puede hacer.
—¿Y eso no te asusta?
Niega con la cabeza.
—Para nada.
—¿Y si es un asesino o algo parecido?
Se ríe.
—No lo creo. Y en tal caso, si lo fuera, supongo que me asesinaría con su mirada, con su sonrisa y ¡demonios! con su voz —hace un gesto actuado con las manos y me río—. No, en serio.
Marie se termina el agua, y se lleva a la boca uno de los pequeños cubos de hielo que habían quedado en su vaso.
—Ahora entiendo por qué Blaine quiere sacarte de allí.
—Pss…
La miro y utiliza esa sonrisa de yo no fui.
—No lo sabe.
—Por supuesto que no. Aunque Paul sí sabe de Blaine —me mira—. Así se llama. Y justamente me mira como si quisiera coquetear conmigo, y no pudiera por saber de Blaine. No es por creerme la gran cosa ni nada, pero te juro, Chloe, que así me mira.
—Te creo, causas ese poder en los hombres.
—Oh, cállate.
—Entonces, ¿te gusta Paul?
Se detiene a pensar en la respuesta. Frunce el ceño, ladea con su cabeza y, finalmente, suspira.
—No lo sé. Es decir…, quizás todo esto solo se deba a que es el primer chico en intimidarme. Además, no dudo de lo que siento por Blaine. Lo quiero, pese a que sea un idiota, lo quiero.
—Tranquila, quizás todo esto se deba a lo que dijiste. Paul es el primero en intimidarte, y eso es nuevo para ti. Eres virgen en el efecto de miradas intimidantes.
Se ríe.
—Tengo que conocerlo —digo.
—Es mi vecino, no se te hará difícil cruzarlo.
—¡Tu vecino! —tengo que bajar mi tono de voz al recordar el lugar en donde me encuentro—. Pues veo que sí se ha vuelto difícil cruzarlo.
—Es tu culpa por no pasar a visitarme seguido.
—Oh, no hagas eso —se ríe—. No me hagas sentir culpable, porque cuando quiero visitarte, estás… ocupada. Y ambas sabemos en qué.
—Tendríamos que dejar estas conversaciones para fuera del trabajo —suspira ante algún recuerdo y sonríe—. Podríamos volver a la noche de chicas, ¿las recuerdas?
—Por supuesto. Hablando de nuestros temas con la luz de tu habitación apagada.
—O mientras devoramos un chocolate y bebemos té —ambas sonreímos. Y ahora que lo recordamos, sé cuánto echo de menos esas charlas. Últimamente, al vernos más tiempo en el trabajo, hablamos de nuestras cosas en las horas de nuestro turno.
—Por favor, que se repitan.
—¡Por supuesto! —contesta sonriendo, y luego sus ojos están en el libro en braille. Me mira, y vuelve a poner la vista en el libro. Entonces sé que vienen las preguntas—. ¿Vino otro cliente o…?
—No, el libro es de Hunter.
Asiente: «Vaya, lo devoró bastante rápido».
—La magia de los libros.
—Lo que siempre dices —suspiro—. ¿Estás bien?
—Sí, solo pienso en el examen.
—¿Segura?
Ladeo con la cabeza y vuelvo a suspirar: «Vale, puede que también esté pensando un poco en Hunter».
—¿En Hunter?
—Sí, es que… debe ser muy difícil llevar su vida, es tan joven.
Vuelvo a acariciar el libro, Marie asiente y decide cambiar de tema al no saber qué decir al respecto.
e
Nuestro turno en la biblioteca ya se estaba terminando, no había ningún cliente, así que con Marie nos dispusimos a acomodar los libros usados por los estudiantes, y a limpiar el lugar.
Era la hora preferida de mi amiga, ya que podía subirle el volumen a la radio sin recibir una queja al respecto. Y no hay nada mejor que limpiar con música, todo se vuelve más divertido cuando la escoba es el micrófono.
Aunque, a decir verdad, también es mi hora preferida. Así que me sumo al canto, y a los bailes ridículos.