—Así que…te prohibió estar cerca de mí.
Melanie asiente, ambas estamos en la roca, hoy el sol esta suave, lo acompaña una fresca brisa.
—Pero el ahora no está aquí, así que pues…
—Cuéntame cómo llegaste aquí.
Me conto que ángel y ella se conocieron en un bar, tuvieron una noche de lujuria, salieron por meses y después ángel la trajo aquí, aunque este aquí lo único que tiene que hacer es servirles bebida a los señores, si alguno se propasa ángel se arregla con ellos, una sonrisa se asoma por mi rostro, me alegra que haya encontrado a alguien, aunque es malo que la haya traído aquí.
—Porque amas tanto ese lago.
Menciona Melanie, miro el lago, no tengo muchos recuerdos, pero por alguna razón este es el único lugar en el que me siento libre.
—Luce espantoso, da miedo.
—De alguna manera me siento viva y siento paz.
—Y ahora.
La miro con el ceño fruncido, sin saber que responder bajo la mirada.
—Los sauces se reflejan en el lago, cuando hace viento se mueve ligeramente, el sol lo ilumina, es un arte visual.
Sonrió, Melanie me sonríe con nostalgia.
—Sabes…pareces acosadora, me miras cada que estoy en ese lago, cada que voy a entrar a la habitación, cada que estas despierta me miras.
—Eres muy bella, tu vibra transmite paz, desde que llegue quise acercarme, las demás chicas me dijeron que era mala idea, todas te temen y no sé por qué.
Me encojo de hombros, como dijo ángel tal vez me tienen celos, miro a Melanie quien mira alarmada la entrada.
—Me tengo que ir.
Se despide con una enorme sonrisa. Nuestros días se basaron en vernos a escondidas, en su habitación, en la mía, detrás de los sauces, en la roca, aunque algunas chicas habían notado nuestro acercamiento nadie dijo nada, mis días ya no era aburridos como antes, cada que miraba el lago notando los reflejos ahí estaba Melanie, contándome una anécdota, sin embargo, mi felicidad duro muy poco, bueno no puedo quejarme dicen que la verdad siempre sale a la luz.
—Te daré libertad — promete Melanie.
Sin entender asiento, ella sonríe, puedo ver las lágrimas correr por sus mejillas, toco su mejilla limpiando la lagrima.
—No llores, si fallas sabras que al menos lo intentaste.
Ella asiente.
Ambas miramos la luz a través del sauce, Melanie se recarga en mi hombro, puedo escuchar su sollozo.
—Lo lamento tanto.
—Estoy bien — murmuro.
—Él es un monstro — la miro, ella me mira.
La luz de la luna brilla hermosamente, lástima que las estrellas no salieron hoy, acaricio el cabello de Melanie quien duerme plácidamente, me levanto de la cama y salgo, camino por el rocoso camino, llego al lago y me adentro a el, me dejo flotar, la luna me sonríe, cierro los ojos dejando que el agua me guie.