2006
Los días pasaron, las risas se apagaron, ángel se encerró en su propio mundo dejando sola a Sam, ya no le dolían los golpes, ya se había acostumbrado era la forma más certera de saber que seguía vivo, eso no le basto al padre de ángel, quería verlo gritar como en los primeros días, busco y busco hasta que encontró un verdadero dolor para ángel, era un monstro y quería que ángel le temiera.
Un 17 de mayo ángel abrió los ojos e intento reincorporarse, el día anterior su padre había llegado demasiado ebrio, ahora vivía básicamente en un cuarto vacío, su padre saco todas sus pertenencias dejando solamente un pedazo de cartón, el sol ya traspasaba las cortinas, ángel tenía la posibilidad de poder gritar pidiendo ayuda, pero sabía que nadie lo haría.
La puerta principal se escucha abriéndose, ángel espera a que su padre entre para que le dé una golpiza como es costumbre, mas no entra, pasan las horas, el estómago de ángel ruge, normalmente le da de comer ya cuando es de noche. La puerta se abre, un hilo de luz se adentra, ángel espera a que le aviente la comida como acostumbra, su ceño se frunce ligeramente cuando se da cuenta que es una persona lo que aventó, la puerta se cierra automáticamente.
Ángel se acerca despacio, su corazón deja de latir y el color a abandonado su cara, era Sam…Sam estaba inconsciente en su casa y su padre la había traído, sabía lo que ese monstro tramaba y no lo aceptaba, duro horas intentando despertarla, Sam abrió los ojos, miro su alrededor asustada, su mirada llego hasta el chico sucio que la miraba preocupado.
—A-ángel que está pasando — murmuro mientras se incorporaba.
—Lo siento…yo…mi padre…es mi culpa.
El niño rompió en llanto, no entendía porque su padre hacia eso, si no lo quería lo podía abandonar, ángel no pedía nada más que paz, no quería que le pasara nada a la única persona que lo amaba, no quería sentirse odiado por Sam.
—Te ayudare a salir de aquí.
—Qué hay de ti.
El niño negó, no tenía a donde ir, si iba con Sam tal vez le causaría más daño y él no podía ser como su padre, no quería robarle la luz al primer ángel que lo amo; pasaron dos días, era imposible saltar por la ventana, si lo hacía muy probablemente se rompería un hueso, la puerta estaba con llave y su padre había salido desde hace dos días, Sam se veía débil, no había comido nada.
—Como terminaste aquí — pregunto ángel.
—Salí con mis padres a comer, les pregunte si podía ir al parque, creí que tal vez te vería ahí, pero no fue así, cuando me acerque a la fuente mi vista se oscureció y bueno aquí estoy.
Ángel asintió, Sam lo mira con tristeza, por los moretones que adornan el cuerpo de ángel puede saber que le ha ido mal, se acercó a él y en un desprevenido momento lo abrazo, tenía miedo, quería ir con sus padres, pero quería ser fuerte por ángel, iban a escapar juntos.
—Bueno no es tan malo, al menos no hay ratas.
Ángel la miro mal, Sam sonrió como si estuvieran en una de las casas abandonadas.
—Tengo hambre, no te duermas o amaneces sin pie.
—Sam, cállate.
Una risa femenina se escuchó en el pequeño cuarto deteriorado, aunque ángel mostrara molestia, en el fondo se sentía bien que Sam hiciera bromas, ya no se sentía solo.
—Seis meses — Sam suspiro — bueno al menos nos da de comer.
—Comida de porquería.
—Tienes que ser agradecido.
—Si claro, ahorita le agradezco por secuestrarnos.
Sam sonrió ante su comentario, la verdad es que la desesperación la tomaba cada vez más, siempre que venía su padre e intentaba tocarla ángel se metía, más una vez lo había dejado medio muerto, aunque intento ser fuerte, le era cada vez más difícil.
—Ya te creció el cabello, rapunzel.
—Sam, cállate.
Un año paso y nadie fue a buscarlo, el monstro que vivía con ellos era cada vez más agresivo y lo peor de todo que ahora el cuarto donde estaban era un baño además de estar encadenados ya no había más ventanas, como dijo Sam “al menos había baño”.