Me levanto de golpe, Elías llora a mi lado, toso con fuerza, mi garganta se desgarra, me levanto y camino a la casa de nuevo, con el corazón en las manos, las lágrimas tapando mi vista y el nudo en la garganta debo poner en marcha mi plan, sé que Elías viene detrás de mí, me dirijo a la cocina como lo había planeado.
—Quiero comer — comento.
Elías frunce el ceño a pesar de eso no pone resistencia, me sigue en silencio, sabe que fue un golpe duro, llego y abro el refrigerador, saco lo necesario para preparar unos sándwiches, hay silencio, el me observa, con delicadeza pongo la tapa del sándwich, mi padre me enseño esto, engañar a la víctima, hacerle creer que eres inocente, que lo único que piensas es en lo que acaba de pasar o que realmente solo piensas en lo que estás haciendo ahora.
Sigilosamente me acerco a Elías, me mira con nostalgia, pongo el sándwich frente a él, mi sándwich lo acerco a mí, con la cabeza indico que coma, el asiente y se voltea para comer su sándwich, lo miro con ira, lo miro como un león que ha escogido a su presa y ahora va atacar, no morirá, no quiero que lo haga, a la cuenta de Uno, Sam me decía que teníamos que contar antes de hacer algo, dos, así teníamos coordinación.
Tres…levanto mi brazo empuñando el cuchillo que reposa en la barra y en un abrir y cerrar de ojos de lo entierro en la espalda, no lo clave todo, tal vez solo se desangre, eso lo hace retorcerse, lo miro como cae, tomo el segundo cuchillo que puse en la bolsa mi pantalón y lo pongo en su cuello.
—Serás bueno y sin rechistar iras conmigo al cuarto.
El asiente preso del miedo, lo levanto de un jalón, nos dirigimos al cuarto en el que estaba antes, le arrebato las llaves y lo aviento haciendo que caiga al suelo, el cuchillo aun lo tiene así que cuando cae se lo clava más gritando como un niño, tomo la cadena y lo pongo alrededor de su cuello, si es que se le puede llamar cuello a esa bola de grasa.
Tomo una silla y me siento frente a él.
—Bien, dime los horarios.
Niega mientras chilla como un cerdo, una patada en sus bolas lo hace doblarse del dolor, enarco una ceja, sabe que es lo que quiero y se niega a dármelo, pongo un pie en sus bolas y las piso como si fueran excremento.
—¡Ahora!
—Hoy solo vendrá Carlos, mañana vendrán los demás, mañana se celebra un aniversario y vienen a decorar.
Asiento lentamente, necesito pensar, no voy a escapar, ellos vendrán a mí.
—Necesito que canceles lo de mañana.
Hago presión, vuelve a chillar y asiente desesperado, tomo su teléfono y lo pongo en llamada, los convence que hagan el evento en otro lugar, asiento cuando me mira, hoy tendré a otro cerdo. Me levanto, necesito buscar algo.
—Te puedo ayudar.
Su voz me detiene, no volteo.
—Detrás de la casa hay una pequeña bodega, ahí hay herramientas de jardinería y algún que otro liquido toxico.
—Por qué.
—Tu padre nos pagó una muy buena cantidad paran hacer todo lo que estamos haciendo, no me voy a limpiar diciendo que me amenazo o algo así, acepte por gusto, eres un niño y merecemos todo lo que nos hagas.
Salgo sin decir nada mas, tengo revuelto el estómago, me dirijo a la bodega tengo solo dos horas para planear algo, saco un detergente y lo esparzo sobre la entrada de la casa, es una trampa infantil, saco el aceite quemado que encontré y lo esparzo por el de más piso, cuando termino de esparcir la cantidad suficiente me voy a una de las habitaciones con el hacha, espero 20 largos minutos, escucho la puerta abrirse seguido de un grito poco masculino y después un fuerte golpe.
Salgo con el hacha en mano, cuando el tipo me ve se ríe, murmura el nombre de Elías lo maldice e intenta pararse, debido al aceite que rocié vuelve a caer.
—Recuerdas cuando cortaste mis piernas, sangre por días, me dolía cada que ponías alcohol en las heridas, siempre me pregunté si sabias lo que sintió.
Cuando está cerca de mí, levanto el hacha para después dejarla caer con fuerza contra su pierna, un corte profundo, grita como si doliera ¡Ja!
Son siete los responsables de mi infierno, en tan solo siete días cayeron uno por uno, los tengo en habitaciones separadas, ahora mismo tome prestado el auto de esteban y un poco de dinero, necesito comprar algunas cosas, compro lo necesario, me detengo en una tienda de caballeros, compró al menos 5 trajes elegantes de cada color, prometí usar trajes para verme elegante.
Entro al cuarto número 7, el hombre me mira molesto sonrió y lo saludo, me acerco con la carpeta en mano, tomo una silla y me siento frente a él, quien esta encadenado completamente a la cama.
—Es de mala educación no saludar — murmuro.
Esteban grita, suelto una carcajada, le quito la mordaza.
—Buenas tardes, Padre.
—Hijo de perra.
Tomo la carpeta pasando hoja por hoja, veo todos los hombres que venían y abusaban tanto de mi como de Sam, de los siete hombres que están aquí cada uno se llevaba una buena cantidad de dinero, frunzo el ceño.
—Es injusto, pero haré lo justo.
—¿Qué planeas? ¿matarme? ¿matarnos? — sonrió, palmeo su pie.
—Vienen en camino mis hermanas y madrastras.
Con esto último salgo de la habitación, mañana será el gran día, debo preparar la sorpresa, quiero que este día sea recordado, quiero que todos recuerden quien es el puto diablo y por qué no deben meterse con él. Ya casi amanece, me voy por los 7 cerdos antes de que mis invitadas lleguen, asiento al hombre que custodia la puerta.
Los 7 cerdos más muertos que vivos tiemblan, cada uno tiene una herida ya infectada, yo sonrió, hago que todos se sienten observando la entrada principal, las puertas se abren dejando ver a las mujeres, hijas, hijos de cada hombre que está sentado aquí, cuando las ven lloran, gritan, suplican, puedo sentir su desesperación, yo la viví en carne propia.
—¡Bienvenidas!