Al caminar por los pasillos del instituto, algunos me veían con adoración otros con coraje y odio pero no me importaba yo seguía caminando con estilo algo que ellos nunca iban a tener.
Era la chica más popular en ese mugroso instituto, todos me debían admiración y respeto; conmigo siempre andaba mi amiga, Stefanny, ella siempre había sido fiel a mí a diferencia de las demás. Al llegar a nuestros casilleros, Michael alias cara de payaso estaba allí con una sonrisa como todos los días.
—Hola, preciosura —los oídos me dolían con tan solo escucharlo ¿Por qué no se daba por vencido?
—¿Qué quieres Anderson? —ni siquiera podía abrir mi casillero en paz, siempre había alguien que no dejaba de joderme la vida.
—Solo quiero otra oportunidad —junto sus manos en modo de suplica. Él no se rendía y ya era tedioso lidiar con él.
—No pienso salir con alguien que dejo de ser popular —di un suspiro largo y se marcho cabizbajo con las manos en el bolsillo.
Al abrir el casillero me encontré con una rosa, había un trozo de papel perfectamente cortado y con una caligrafía muy entendible.
En aquel trozo de papel decía:
“Hola, ¿Cómo estás? Te observo desde las sombras ¡NO, ESPERA! No vayas a pensar que soy maniático o un asesino en serie. Solo que me gustas pero soy tímido para hablarte.
Por cierto, eres muy blanca y hace que esos preciosos ojos color miel resalten en tu carita toda preciosa.
Podemos hablar a través del papel. ¿Te parece?”
Una sonrisa se escapo de mis labios, las rosas eran mis favoritas nadie lo sabía, solo yo, como sabia que amaba las rosas. Me quede observando aquella flor con la nota sonriendo ante tal gesto.
¿Quién pudo haber dejado esto?
—¡Qué asco! ¡Rosas! —exclamo Stefanny y todos nos quedaron observando como si tuviéramos un tercer ojo en nuestras caras.
—Son asquerosas. Las voy a botar —para Stefanny y para todos, yo odiaba las rosas y me gustaban los girasoles, pero para mí y aquel extraño a mi me encantaban las rosas. Para llegar a ser popular tuve que hacer cosas que no quise, rechazar cosas que amaba y obligarme a amar cosas que a los otros les gustaba pero a mí no.
No era muy fácil ser popular que digamos pero aún así estaba en la cima y no iba a destruir todo lo que construí por una simple rosa.
Con mucho dolor tuve que botar la rosa pero la notita me la guarde, quien sea que dejo eso sería mejor que deje de enviarlas o sino tendría que obligarlo a ya no enviarlas.
Estábamos en clase de Literatura, era una de mis materias favoritas, amaba leer y sentir aquellas emociones que los libros te dejaban, el aroma de un libro nuevo era lo mejor, en medio de la clase busque la nota y le respondí con algo simple para que una buena vez se alejara.
“Yo que tú dejo de enviar esas rosas, son asquerosas. Además no sé quién eres y esto ha de ser una broma de mal gusto así que deja de molestarme.”
Al terminar de escribir me di cuenta que no sabía dónde iba a dejar la respuesta, la encontré en mi casillero supongo que allí tenía que dejarla. Tal vez no debí responderla pero ya había respondido y no había marcha atrás.
Al concluir las clases deje aquella nota allí donde la había encontrado, la rosa que había desechado se encontraba nuevamente donde la había encontrado y tenía otra nota que decía:
“¿Por qué aparentas ser algo que no eres? ¿Tienes miedo que la sociedad no te acepte por lo que eres?”