Con mi computador encima de mis piernas, una taza de café y con mil ideas en mi cabeza empecé a plasmar todo lo que se venía a la cabeza e iba formando una historia. Quería ser escritora, al igual que Anna Todd, era su más grande fan, amaba sus libros, me gustaba cómo plasmaba cada idea.
Ya casi estaba terminando mi libro pero sentía que le faltaba algo, esa chispa que me llevaría al éxito. Estaba tan concentrada en mis pensamientos que no sentí mi celular vibrar hasta que unos golpes en mi puerta interrumpieron y colgué la llamada, después llamaría.
—Erika... —era mi padre. El temeroso Aaron Howard, dueño de todas las editoriales de esta ciudad. Era irónico, el odiaba los libros y era dueño de las editoriales.
—¿Si padre?
—La familia Read está aquí. Necesito que elijas tu mejor vestido, va a estar Anthony —cerró la puerta y todos mis ánimos estaban por el suelo.
Fui a el cuarto dónde se encontraba toda mi ropa ordenada por color, a lado de este cuarto estaba el cuarto de baño y el resto de mi habitación constaba en mi cama y algunos accesorios.
Mientras elegía cualquier vestido me animaba a mí misma, ver a Anthony no iba a ser tan malo, él era un chico atento, responsable, cariñoso, el novio perfecto que todas querían, todas excepto yo. El chico si estaba guapo y todo pero no me atraía.
Al final me decidí por un vestido azul con costura sencilla, zapatillas cómodas, agarre mi cabello en una coleta, recibir a la familia Read no era la gran cosa pero para mis padres si lo era. Al bajar al comedor ya todos estaban allí esperándome, voltearon a verme analizando cada detalle, Anthony se acerco, me extendió su mano para que la tomara y lo hice, tomo mi mano con delicadeza y beso el dorso de mi mano y sonrió y por obligación tuve que devolverle el beso.
Lo único que se escuchaba en el comedor eran los cubiertos cuando chocaban con los platos, solo nos dedicábamos a comer hasta que el padre de Anthony abrió la boca para decir algo.
—¿Qué vas a estudiar en la universidad? —su pregunta fue hacia mí, las miradas no se hicieron esperar, los Read me miraban con curiosidad y cautela esperando a que cometa algún error, mis padres con su mirada me advertían que si decía cualquier estupidez lo iba a pagar muy caro. Ya estaba acostumbrada a las miradas pero ahora estaba nerviosa, solo quería ir a mi habitación y sumergirme en la lectura.
«Quiero ser una escritora muy famosa»
—Voy a estudiar medicina. Se me da muy bien curar enfermos —eso era verdad. Sí quería estudiar medicina pero más me apasionaban los libros.
—Es una buena carrera —asentí y no opiné nada mas durante la cena.
Al finalizar la cena, todos nos encontrábamos sentados en los muebles, conversaban sin parar y sólo me dedicaba a observar cómo todos conversaban.
—¿Por qué tan callada? —Anthony se encontraba a mi lado con una copa de champán.
—No me apetece hablar, así estoy bien.
—¿Segura? Si quieres podemos salir y tomar algo de aire y hablar sobre...
—Chicos, hemos propuesto algo —habló el padre de Anthony.
—Ustedes se casarán —Anthony se atragantó con el champán y empezó a toser descontrolada-mente. Yo veía a mi papá con el ceño fruncido y con enojo.
—No, nadie se casara —hable con seguridad. Era una locura, lo que estaba diciendo debía ser una broma.
—Ya está decidido —mi padre me miraba con autoridad y desafiándome con la mirada.
—¡No voy a casarme! —esta vez elevé un poco más el tono de voz y fui hecha una furia a mi habitación.
Me cambié de ropa y me tumbé en mi cama, no iba a darle más vueltas al asunto así que decidí irme a dormir, antes de irme a dormir recordé las rosas y las notas en el papel, me quede dormida pensando en aquello. ¿Quién era él que me enviaba las rosas?
(…)
Al abrir mi casillero, había una rosa y una nota al igual que la otra.
“¿Te resentiste por lo que escribí en el otro papel? No sea así, abejita.”
¿Abejita?
Apodo muy extraño para alguien como yo. La anterior nota que me había dejado hizo que me diera cuenta que no debía esconderme pero aun no tenía la suficiente valentía para decirle al mundo quien realmente era Erika Howard.
Guarde la rosa en mi maleta sin que nadie se dé cuenta de lo que hacía, guarde la nota y al sonar la campana fui a mi primera clase.
Respondí a su nota en medio de clases igual que la vez pasada.
“¿Abejita? Un apodo muy raro ¿no crees?. No estoy resentida solo no quise responder.”
Al concluir la primera clase, el timbre sonó y salí casi corriendo a dejar la nota a mi casillero para ir a mi siguiente clase.
Luego de dos largas horas con un profesor cascarrabias, sonó nuevamente el timbre, fui a mi casillero y allí halle otra nota con su perfecta caligrafía esta vez olía a perfume masculino.