Año 2.020
—¿Has pensado ya en lo que quieres hacer con las cenizas de la abuela?—preguntó Saúl a su tía—Si quieres que las enterremos junto al abuelo, yo me encargo.
—Aún no sé que voy hacer—cogió la urna con las cenizas de las manos de Saúl para colocarlo en una de las repisas de su zona de oficina—Pero sea lo que sea, me ocuparé yo misma—ambos se sentaron en el sofá juntos—¿Cuándo vuelves al pueblo?
—Debería irme mañana—el chico suspiró con desgana—Pero no quiero dejarte aquí sola, la muerte de la abuela está muy reciente y…
—Saúl estoy bien—palmeó sobre su rodilla y le sonrió—Deja de preocuparte tanto por mí y empieza a preocuparte por tu vida.
—Mi vida está perfectamente como está Sonia, eres mi única familia viva—el muchacho se levantó y miró por el ventanal para contemplar el barrio valenciano de «El Campanar» donde Sonia residía desde hacía algunos años—Es lógico que me preocupe por ti.
—Cariño—le apretó el hombro suavemente—No tienes que cuidarme tanto ni estar tan pendiente de mí, pero mírate—Saúl se puso frente a ella—Eres un hombre extraordinario, con un corazón gigante que te empeñas en esconder y ¿Por qué no decirlo? Guapísimo.
—¿Qué vas a decir tú? Eres mi tía—sonrió tímidamente, algo bastante atípico en él.
—Hablo en serio, tienes treinta y un años y lo único que haces es trabajar como una mula e irte a casa. Necesitas dar el siguiente paso, conocer a una buena chica para algo más serio que una noche.
—Empiezas hablar como las chismosas del pueblo. Te repito que estoy estupendamente, gracias—gruñó molesto—No te necesito como alcahueta.
—No pretendo eso, quiero verte feliz, eso es lo único que me importa Saúl.
—Pues te lo agradezco pero así estoy bien—su móvil sonó y se fue a otra habitación para hablar.
Sonia y su familia se trasladaron a Valencia en el año 2.001, al principio fue algo complicado porque el asunto que los llevó hasta allí requería de bastante dinero. Con el paso de tiempo ese problema se solucionó de la mejor manera posible y Sonia pudo buscar un trabajo por las tardes mientras que estudiaba Fotografía y Creación Audiovisual por las mañanas. Cuando Saúl terminó el bachillerato, para más tarde irse junto a su abuela Casilda al pueblo, ya que ellos nunca pudieron adaptarse del todo a la ciudad.
Una vez que Sonia finalizó sus estudios, empezó a recibir pequeños encargos y gracias al boca a boca de la gente y a sus magníficos resultados, conoció a los que a día de hoy son sus socios y amigos, Jesús y Manuel. Entre los tres hicieron posible que StereaPhoto fuera creciendo cada día más, empezaron ellos tres y ahora eran un grupo de veinte personas. Actualmente era una de las empresas de fotografía más conocida de Valencia, su principales trabajos eran reportajes para importantes revistas, cubrir eventos de influencers, políticos y famosos en general, shootings y alguna que otra campaña de publicidad.
Años más tarde Casilda volvió a casa de Sonia debido a su edad, se sentía más segura con ella. Fue la excusa perfecta para no tener que pisar de nuevo su pueblo natal, pero ahora tristemente su madre había fallecido, se había planteado una fugaz visita al pueblo para dejar sus cenizas junto a las de su padre y su hermana.
Finalmente pudo convencer a su sobrino para que volviera a casa al día siguiente y ella aprovechó para ir al estudio a trabajar un poco, necesitaba distraerse y dejar de darle vueltas a la cabeza. Nada más entrar, se encontró con Manuel y Jesús discutiendo, que, para ser sinceros, no era para nada raro, afortunadamente, sus peleas no duraban mucho.
—¡Chicos! ¿Qué es lo que os pasa ahora?—se puso en medio de los dos porque no les hacía ni caso.
—¡Este!—señaló Manuel a Jesús—Que nunca tiene tiempo para que vayamos a ver pisos juntos. A veces pienso que no quiere vivir conmigo.
—Pues claro que quiero vivir contigo ¿Si no es contigo entonces con quién?—Jesús sabía muy bien que decir para calmar a su chico—Está bien, iremos el Jueves ¿Vale?—Manuel le sonrió al instante.
—Chicos—interrumpió Sonia—Si ya habéis terminado con el culebrón de la mañana—dijo riéndose—Necesito que me pongáis un poco al día.
Semanas más tarde, Sonia recibió una citación del notario, había llegado el momento de abrir el testamento de Casilda y para ello, debía ir a Albacete. En esos días, Saúl había estado preparando todo para dejar las cenizas de su abuela en el pueblo. Sonia aceptó con la condición de que sólo serían ellos dos y nadie más sabría nada y así fue, nadie fue testigo del momento que Sonia pisó Alcalá del Júcar durante unas horas. Más tarde, tía y sobrino pusieron rumbo a Albacete para abrir el testamento de Casilda, como era de esperar, le dejó a su hija la casa del pueblo y un poco de dinero.
—¿Quieres la casa para ti?—preguntó Sonia—No vas a estar viviendo toda la vida compartiendo piso con Gael.
—¿Qué tiene de malo? Nosotros estamos muy bien de momento, además el piso es mío ¿Para qué quiero la casa?
—Yo no quiero tener nada allí…Ni siquiera sé en qué momento se me ocurrió venir.
—Sonia, te entiendo, y decidas lo que decidas, tendrás mi apoyo. Puedes venderla si quieres.