A través del tiempo (2023)

CAPÍTULO 2

Estuvieron rememorando anécdotas de cuando los chicos eran unos niños y Sonia les regañaba por sus trastadas y en ocasiones los ayudaba cuando se metían en líos. Adoraba a esos niños que ya no eran. Saúl a pesar de ser ya un hombre, lo seguía viendo como aquel niño taciturno y serio.

Y Gael ¿Qué podría decir de él? No tenía nada que ver con aquel pequeño que se soplaba su rubio flequillo cuando le molestaba y la miraba con sus pequeños ojos dorados cuando sabía que los iba a reñir. Era un hombre hecho y derecho, y lo poco que lo había tratado le servía para darse cuenta que era extrovertido, simpático, divertido y bastante atractivo. Tenía el pelo algo largo y revuelto, pero le quedaba bien, barba cuidada y sus ojos estaban cubiertos por espesas y largas pestañas castañas. Era bastante más alto que ella, de espalda ancha, extremidades fuertes…

Sonia se avergonzó por pensar en Gael de esa forma, él no era más que un muchacho y ella estaba al borde de los cuarenta. Se disculpó con ellos y se propuso dar un paseo para olvidarse de todas esas cosas acerca del mejor amigo de su sobrino.

No tardó mucho tiempo en llegar a la plaza del pueblo y se percató que nada había cambiado en el tiempo que había estado fuera, miradas, cuchicheos, risitas mal disimuladas…

Al final de la plaza, había una chica muy jovencita con un bebé en brazos, parecía muy asustada, Sonia la veía igual que el resto de los transeúntes de la plaza, pero nadie se acercó a la chica, así que, lo hizo ella.

—Hola ¿Necesitas ayuda?—la muchacha la miró con lágrimas en los ojos mientras besaba la cabecita de su bebé.

—Mi niña…No sé qué le pasa, no deja de llorar…Creo…creo que está enferma.

—Yo soy Sonia ¿Tú cómo te llamas?—acercó sus labios a la frente de la pequeña para saber si tenía fiebre.

—Me…me llamo Paula—intentó secarse las lágrimas con el dorso de su mano.

—Paula, me temo que esta niña está enferma, tiene fiebre, hay que llevarla con el médico.

—¡Ya lo he intentado! Pero cómo no tengo dinero, no quieren verla, soy la apestada de este maldito pueblo y…

—Tranquila Paula, yo te voy ayudar ¿Tienes familia a la que avisar?—la joven negó—¿El padre de la niña?—negó aún más fuerte.

—No tengo a nadie, sólo a mi hija—bajó la cabeza triste.

—A partir de ahora, me tienes a mí. Vamos, te llevo a Albacete para que vean a tu hija—Rápidamente llegaron hasta el coche de Sonia y pusieron rumbo al hospital.

—No sé cómo agradecerte tu ayuda, de verdad. Parece que aún queda gente buena en el mundo—Paula, un poco más tranquila, mecía a María, así se llamaba su bebé de ocho meses.

—Tú también hubieras hecho lo mismo—le sonrió tímidamente—Si no tienes familia, ni tampoco cuentas con el padre de María ¿Cómo subsistís?

—A ver, es cierto que no tengo familia que me apoye—Paula comenzó a titubear—Pero sí que tengo a alguien, mi…padre. Nuestra relación dejó de ser buena desde que mi madre se marchó. Ella nos abandonó cuando yo tenía seis años.

—Entiendo—comprendía que la muchacha le hubiera ocultado información—Y dime ¿Cuántos años tienes? ¿Continúas con tus estudios? ¿Trabajas en algo?

—Tengo diecisiete años, y este año debería haber terminado segundo de Bachillerato, pero el instituto al que iba me sugirió que dejara de asistir a clase. En otras palabras, les resultaba violento verme embarazada. Intenté sacarlo por mi cuenta pero, con María tan pequeña me resultó imposible. Vivimos en casa de mi padre, pero apenas lo vemos, se pasa el día en el taller y cuando vuelve se encierra en su habitación.

—Siento que hayas tenido que pasar por todo eso, pero seguro que cuando tu hija crezca, terminarás tus estudios. ¿Sabes ya qué te gustaría estudiar después?

—No creo que pueda ir a la universidad, pero me gustaría ser psicóloga o algo así, para ayudar a las personas que no pueden lidiar con sus vidas, como yo ahora mismo, me gustaría ayudar a tantas personas como sea posible, pero creo que eso es más una fantasía que una realidad a día de hoy.

Siguieron charlando el resto del trayecto y Paula le contó todo acerca de ella y de cómo se enamoró de un indeseable que cuando se enteró que iba a ser padre, la dejó sola.

Una vez que llegaron al hospital, Paula y su bebé desaparecieron tras la puerta de urgencias, mientras que Sonia se quedó en la sala de espera. No quería irse hasta saber algo del estado de María y a pesar que no la conocía de nada, empatizaba mucho con Paula. Sólo tenía diecisiete años y su vida estaba siendo muy dura. El teléfono vibró, Saúl le había escrito.

SAÚL—¿Vendrás a cenar, no?

SONIANo lo sé, ahora mismo estoy en el hospital en Albacete.

SAÚL—¡¿Qué?! ¿Te ha pasado algo? Voy enseguida

SONIANo hace falta que vengas, estoy estupendamente, luego te cuento, besos.

Saúl vio el mensaje y no le respondió. Típico de él, lo creía muy capaz de ir allí sólo para asegurarse de que ella estaba bien.

Pasaron un par de horas, cuando un auxiliar le dijo que podía pasar donde estaba Paula. Al llegar a la habitación, encontró a la chica sentada en un sillón junto a una cunita donde estaba María.




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