—Hola—Sonia se sorprendió por encontrarse a Paula en casa de su sobrino.
Los dos guardaron silencio, pero se notaba a leguas que habían estado discutiendo por la cara de ambos.
—Sonia, he venido a devolverte esto—le tendió un sobre y ella lo abrió.
—No tienes que darme nada—intentó devolvérselo—Lo hice porque quise, no me debes nada Paula.
—Le dije que no lo aceptarías—agregó Saúl—Pero se puso pesada. También le he dicho que no vuelva a poner un pie en mi casa ni que se vuelva acercar a nosotros—la chica agachó la cabeza, recogió a su bebé del sofá y fue hasta la puerta de la vivienda.
—¿Cómo has podido hacer eso?—él no respondió, sólo se encogió de hombros y salió a la terraza, mientras que Sonia fue tras Paula—¡Espera! Por favor, perdóname por tener un sobrino tan idiota.
—No pasa nada, tiene razón, no volveré a molestaros. Entiendo su postura, él sólo quiere protegerte y yo soy un mal recuerdo con patas.
—No vuelvas a decir eso jamás Paula—la asió del codo para detenerla—Eres una buena chica, una gran madre y no lo has tenido fácil, mírame—Sonia vio en sus ojos el agobio y su desesperación—No te dejes pisotear por nadie, empezando por el idiota que está ahí arriba, que no te importe lo que digan de ti. Tú siempre has de tener la cabeza bien en alto—le levantó la cara con cariño—Y seguir adelante—seguidamente Paula la abrazó con fuerza.
—Has hecho tú más por mí en dos días que mi familia en toda mi vida, y sé que puede sonar muy loco—suspiró—En realidad el dinero no es mío, es de mi padre, me lo dio y me exigió que te lo devolviera, me dijo que no quería deberte nada más… Igual no es hoy el día pero me gustaría saber que ocurrió.
—Paula… Eso es algo que ya pasó y no merece la pena recordar, no quiero que pienses en ello. Dile que no necesito el dinero ¿Vale?
—Desde que me llevaste a casa el otro día y te vio, está más extraño que nunca.
—¿Me vio?
—Sí, tiene esa costumbre, mirar por la ventana sin ser visto. Pero desde aquel día, bebe mucho más que antes—María se despertó, el hambre la apremiaba—Me tengo que ir, le toca comer a esta niña—dijo besando su cabecita.
—Sube y le das de comer aquí, así no tiene que esperar a llegar a tu casa.
—Te lo agradezco mucho Sonia, lo último que quiero es provocarte más problemas con Saúl.
—Como quieras—se encogió de hombros, besó a la niña y la abrazó a ella—No te preocupes que de ese, me ocupo yo.
Paula se marchó y Sonia subió a la vivienda, deberá tener unas palabritas con su adorado sobrino. Entró dando un portazo, esto hizo que Saúl se sobresaltara y mirara a su tía con cara de pocos amigos.
—Vas a convertir la puerta a reversible a este paso.
—Déjate de tonterías, tenemos que hablar seriamente Saúl—Sonia se sentó en el sofá frente a él—¿Te parece bonito lo que has hecho?
—No he hecho nada. Yo en mi casa recibo a quién quiero y esa, no es bienvenida.
—Esa, tiene nombre, se llama Paula. ¿Desde cuándo eres así de patán? ¿Qué te pasa Saúl?
—No me pasa nada, cuido de mi familia, eso es todo—se levantó dando la conversación por terminada.
—Odio tu forma de cuidar de tu familia—soltó de golpe sin querer.
—¡No puedo creer lo que acabas de decir!—Saúl explotó—¡Lo único que he intentado siempre es protegerte! ¿Y así me pagas?
—¡Yo jamás te pedí que lo hicieras! ¡Era yo la que debía cuidar de ti!—se levantó también y se puso frente a él—Igual no he escogido bien mis palabras, pero…—titubeó algo—Me estoy dando cuenta que eres una persona demasiado posesiva cuando se trata de mí, y eso no es sano cariño—intentó tocarle el hombro y el chico se apartó.
—¿De verdad piensas eso de mí?—el tonó de su voz se quebró y ella vio el dolor en sus ojos claros—Eres lo único que me queda, no puedes pedirme eso…No puedes.
—No te estoy diciendo que me abandones, sólo que no seas tan inflexible y duro con la gente que me rodea—intentó acercarse a él nuevamente—Saúl, yo no voy a vivir eternamente cielo, pienso que quizá deberías construir tu propia familia.
—Yo ya tengo mi familia—sentenció—Si tú quieres destruirla, adelante—después de decir eso, se marchó de casa dando un portazo.
Sonia estaba agotada física y psicológicamente, llevaba allí casi dos días, no había dormido, ya había tenido un encontronazo con Saúl, descubierto cosas relacionadas con su pasado y algo más que no tenía intención de reconocer. Cerró los ojos un momento y cuando los abrió, observó que estaba todo a oscuras y la puerta estaba cerrada. Miró la hora en su móvil y eran las doce y media de la noche, había dormido varias horas sin darse cuenta.
Su estómago rugió recordándole que no había comido nada en todo el día, así que salió al pasillo para ir a la cocina, pero se detuvo en la puerta de su sobrino, tocó, pero nadie respondió, así que abrió y vio que no estaba ahí, ni en ninguna parte de la casa.
—Aún no ha vuelto—dijo una voz tras ella, Gael y su vicio de aparecer de la nada.
—Ya veo—respondió desanimada—¿Has cenado? Porque yo me muero de hambre.