Al día siguiente, Sonia consiguió comprar algunas cosas necesarias para poder vivir más o menos cómoda en su casa. Tras una ardua limpieza de la que había sido la habitación de sus padres, y que ahora ella iba a ocupar, hizo lo propio con el baño, que gracias al gran trabajo de los chicos, era totalmente funcional, en los siguientes días hizo lo mismo con el resto de la casa.
Pasaron cuatro días más, era siete de Julio, víspera de su cumpleaños, la casa ya estaba casi lista en cuanto a arreglos, sólo quedaba pintar algunas estancias. Ahora debía de ponerse en contacto con una inmobiliaria que se encargara de encontrar a posibles compradores. Por primera vez desde que llegara al pueblo, estaba tranquila y bastante relajada, en parte porque Saúl estaba cumpliendo con lo que le había dicho y ya no estaba tan pendiente de ella, eso la aliviaba mucho. Pero su cabeza masoquista no dejaba de pensar en Gael y le resultaba demasiado violento. Se negaba a verlo como el hombre que era, insistía en que no podía mirarlo con otros ojos cuando lo conocía desde que era muy pequeño, le parecía una aberración. Pero no podía evitar sentirse bien cuando compartían tiempo juntos, era muy divertido a la par que juicioso, amable, buena persona y sobre todo, siempre tenía las palabras adecuadas para cada situación, y, aunque le costaba reconocerlo, era un chico atractivo, imposible negarlo.
Sonia nunca más estuvo con otra persona desde lo de Simón, se centró en su recuperación, en su familia, después en su trayectoria profesional. Nunca quiso tener nada con nadie por sentirse una persona incompleta y porque, desde que Simón le rompió el corazón, éste se cerró a cal y canto.
Miró su reloj y se preparó para salir de casa, había invitado a Paula y a María a almorzar y a pasar la tarde en Albacete. A las doce en punto pasó a recogerlas a su casa y partieron hacia allí.
—Mil gracias por llevarnos contigo Sonia—la joven la miraba emocionada—La última vez que salí del pueblo, quitando lo del hospital fue con…bueno, el padre de María.
—No merece la pena que le dediques ni un sólo instante a ese ser—suspiró—Perdón si te molestan mis palabras.
—No te preocupes, tienes toda la razón, sólo que es difícil, ha pasado más de un año y aún lo recuerdo, y sigo sin poder entender que no se haya dignado a conocer a la niña…Es su hija al fin y al cabo—susurró cabizbaja.
—¿Pues sabes lo que te digo? Que él ha perdido mucho más que tú, aunque ahora estés pasando por momentos difíciles, no duraran para siempre y el día de mañana tu hija estará muy orgullosa de ti porque la sacaste adelante sin necesitar a ese hombre—paró en un semáforo y la miró a los ojos—Tú te mereces muchísimo más y si la vida es justa, lo encontrarás cariño.
El coche se puso de nuevo en marcha y a Paula se le anegaron los ojos de lágrimas, era lo más bonito que le habían dicho en su vida, y en ese momento se percató de que hubiera estado encantada de tener una madre como Sonia. Era aparte de generosa, comprensiva, cariñosa y una gran mujer, le bastaron unos días para darse cuenta.
—¡No llores mujer! Que hoy el día es para nosotras y lo pasaremos en grande.
Almorzaron en una taberna bastante conocida en la ciudad mientras charlaban sobre los estudios inacabados de Paula.
—Intento estudiar todo lo que puedo—comentó Paula—Pero dudo mucho que llegue a los exámenes de Septiembre, aunque sólo sea un curso—se llevó una cucharada de coulant de chocolate a la boca—Pero es algo que me gustaría hacer cuanto antes y una vez tenga mi título de bachillerato, me iré de aquí, necesito una nueva vida y un trabajo para intentar darle una buena vida a mi hija.
—¿Y qué hay de tu carrera de psicología?
—Dudo mucho que lo pueda lograr—miró hacia el carrito donde su hija la llamaba su atención mientras sonreía—Ahora tengo otras prioridades.
—¿Sabes qué? Te admiro muchísimo—la agarró de las manos con cariño—Eres una jovencita muy madura y de gran fortaleza. Conseguirás todo lo que te propongas—Paula se sonrojó—Que no te importe lo que diga la gente sobre ti, no tienen razón—la chica se levantó de la silla y fue hacia Sonia para abrazarla, no supo muy bien por qué lo hizo, sólo se dejó llevar.
—Gracias por ser tan buena conmigo.
—No hay de qué. Si alguna vez necesitas cualquier cosa, sólo búscame, no me queda mucho tiempo de estar en el pueblo, pero puedes contar conmigo para lo que sea.
Después del almuerzo, fueron a pasar la tarde al centro comercial, Sonia compró algunas cosas para María aunque Paula no las aceptase al principio, no quería abusar, estaba siendo demasiado generosa con ellas.
—Voy un momento al baño, aquí alguien necesita que la cambien—rio mientras señalaba a su hija con la mirada.
—Vale, estaré por aquí—mientras madre e hija desaparecían por el pasillo, su móvil sonó, era Saúl—Hola cielo.
—Hola ¿Dónde estás que se escucha tanto ruido?
—Estoy en Albacete con Paula, hemos venido a pasar la tarde ¿Quieres algo?
—Ah vale—sonó bastante serio—Sólo quería preguntarte si tienes algún plan para mañana.
—Mmm, pues no, sabes que no me agrada mucho estar a punto de convertirme en una anciana—rio Sonia—Así que será un día más como otro cualquiera.