A través del tiempo (2023)

CAPÍTULO 7

Después de lo poco que pudo escuchar escondido entre las sombras, Gael tenía que claro que Simón aún sentía algo por Sonia y que ella lo había olvidado por completo. Supo aconsejarlo para que esa familia pudiera salir adelante de forma desinteresada, y eso sólo sirvió para que la admirara aún más de lo que ya lo hacía.

Pero escuchar lo de su enfermedad… ¿Qué enfermedad? No tenía ni idea de que Sonia hubiera estado enferma, y si hubiese sido grave, Saúl se lo habría contado. Le dio mucha tristeza escuchar que era casi imposible que pudiese ser madre, él tenía la certeza de que hubiese sido la mejor madre del mundo. En parte ya lo había sido, de Saúl,  y había hecho un gran trabajo. Un rato después llamó a su puerta.

—Buenas noches, venía a ver si habías tenido algún problema con algo de lo que hemos instalado—pudo ver que Sonia estaba seria—¿Estás bien?

—Saúl vino esta tarde también por eso y ya le dije que todo estaba perfecto.

—Me alegra escuchar eso pero ¿Tú estás bien? —repitió.

—Sí claro, como siempre—forzó una sonrisa—Iba a salir ahora—señaló la mochila donde guardaba su cámara—Hace una noche preciosa, mira que luna—los dos alzaron la vista hasta el cielo—Gajes del oficio, supongo—esta vez sonrió de verdad—¿Quieres venir?

—¿De verdad puedo ir?—lo preguntó con la misma ilusión que cuando era un niño y eso a Sonia le encantó.

—Claro que sí—ambos salieron de la casa y subieron al coche de ella.

Iban en silencio dentro del coche, Sonia conducía hacia las afueras, desde ahí tomaría algunas instantáneas del pueblo iluminado por los puntitos de luz, que en realidad eran farolas y la luna llena en todo su esplendor.

La radio estaba encendida y sonaron las primeras estrofas de la canción «Dispara lentamente» de Manuel Carrasco.

«Y tú, que tienes la llama prendida en mi pecho,

cuántas veces me dije por dentro, somos una batalla perdida»

«Y yo, que soy el culpable de todos tus miedos,

y a la vez quién te llena de sueños,

no consigo que cure la herida…»

Gael carraspeó sin saber cómo actuar mientras Sonia fingía normalidad, pero el pulgar de su mano derecha sobre el volante, la delataba.

—Bonita canción—comentó Gael.

—Sí, sí que lo es. Oye, si tienes planes o algo dímelo y te llevo a casa.

—No tengo ninguno—contestó con una sonrisa mientras la miraba, aunque ella no lo vio.

—Es que te he propuesto venir sin ni siquiera preguntar—se encogió de hombros mientras buscaba un hueco para aparcar.

—Me gusta este plan y…—se detuvo a tiempo de decirle algo que pudiera incomodarla.

—Vale—se bajaron del coche y caminaron unos metros—Ven, por aquí—había un pequeño escalón de tierra y piedra y Sonia lo saltó hábilmente.

—Estas en forma ¿Eh?—él también lo saltó y se colocó a su lado.

—No está mal para una persona que está a una hora y pico de convertirse en una anciana ¿No?

—Nada mal—miró su móvil, había otro mensaje de Lola.

LOLA—Dime cuándo podemos vernos, te echo de menos… Llevas unos días muy raro.

GAEL—Cuando pueda te aviso, estoy muy liado.

LOLA—Vale cariño.

Tenía varios mensajes de Lola en los últimos días, y todos eran semejantes a ese. Lola y Gael no tenían nada serio, eran amigos que disfrutaban de la compañía del uno del otro, pero ella a pesar de tenerlo claro, no pudo evitar enamorarse de él. Gael siempre fue claro cuando le dijo que no sentía nada por ella más que una amistad, pero por unas cosas o por otras, siempre terminaban juntos en la cama, y eso le parecía bien hasta hace una semana, la llegada de Sonia lo había cambiado todo. Desde entonces, había estado evitándola pero ya era hora de hablar con Lola y sincerarse.

Mientras guardaba su móvil, perdido en sus pensamientos, Sonia lo deslumbró con el flash de su cámara.

—¡Ups, que serio!—rio mientras observaba la imagen—A ver otra—volvió a disparar—Esta es mucho mejor.

—¡Eh! No me puedes fotografiar sin mi consentimiento—bromeó—Irás a prisión.

—Temblando estoy—Sonia se dio la vuelta para fotografiar la bella estampa del pueblo con una luna llena en todo su esplendor al fondo. Hizo un par de fotos más, antes de que otro flash más pequeño que el suyo, llamara su atención—¡Ey! ¿Qué haces?

—Una foto—sonrió y a Sonia casi le da un patatús.

—Eso ya lo veo y estaría muy bien si la que sale en ella no fuese yo.

—Así estamos empate ¿No crees?—se acercó para enseñarle la foto. Se la ve de perfil mirando al horizonte concentrada, sujetando la cámara con la mano izquierda.

—Bueno, no está mal. Haremos un trato, tú borras la mía y yo las tuyas ¿De acuerdo?

—Emm, no gracias. Esta foto es muy rara y valiosa—le dijo levantando el teléfono ante su cara—¿Sabes por qué?—Sonia negó con la cabeza—Porque siempre eres tú la que saca lo mejor de cada paisaje o persona, pero tú nunca estás delante de la cámara ¿A qué no? Pues por eso tiene tanto valor.




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