De camino al piso de Saúl, recordó que estando en casa de Paula, Manuel le había escrito, es misma noche debían tener una pequeña reunión, había asuntos que atender de inmediato.
Los chicos estaban viendo la televisión cuando ella había llegado, se sentó junto a ellos y Gael rompió el silencio que reinaba en la vivienda.
—¿Y cómo está Paula? ¿Más tranquila?—se incorporó un poco para hablar con ella.
—Sí, está más tranquila, pero tiene miedo que le vuelva a pasar—miró a su sobrino que en ese momento no mostraba ningún tipo de interés mientras seguía mirando a la pantalla—Saúl—intentó llamar su atención—¿Tú podrías decirme cómo es ese tipo o quién es? Me gustaría hablar con él y decirle un par de cosas.
—No es asunto nuestro—fue su única respuesta. No apartó la vista de la televisión en ningún momento. Sonia, harta de de su apatía, se levantó y la apagó—¡Qué! No lo es, cada uno tiene que librar sus propias batallas y hacerse cargo de sus errores.
—Sólo te he pedido que me digas quién es, en ningún momento te he pedido que intervengas en ello—se puso de pie frente a él—¿Es que no tienes corazón?
—Bien sabes que no—había escupido esas palabras y acto seguido había salido de su casa, como era su costumbre.
—¿Por qué cada día de los pocos que llevo aquí hay un drama?—se sentó de nuevo y dejó caer su cabeza hacia atrás en el sofá—Sabía que no era buena idea venir aquí, pero nunca imaginé que pasaría todo esto, es surrealista.
—¿Tan malo es estar aquí?—Gael la estaba mirando de una forma que no supo interpretar.
—En realidad no, me costó mucho decidirme pero aquí estoy—se encogió de hombros—El objetivo era venir, adecentar mi casa, venderla y marcharme, pero se me está complicando mi estancia aquí con otras cosas que no esperaba—el chico quería preguntarle cuáles pero el móvil de Sonia lo interrumpió—Perdona por el atraco pero ¿Tendrías un ordenador para dejarme? Tengo una reunión rápida y en casa no tengo internet.
—Sí, está en mi habitación, ven—la acompañó hasta allí y se lo mostró—Aquí está, todo tuyo—le sonrió.
—Gracias—le devolvió el gesto—Gael ya había salido de la habitación y, mientras el ordenador terminaba de encenderse, estuvo echándole un vistazo a su alrededor.
Todo estaba en su sitio, bien organizado y el olor de Gael se extendía por todas partes y eso en vez de incomodarla, le gustó. Instantes después, Manuel y Jesús la llamaron y estuvieron hablando sobre asuntos y novedades del estudio, y ella les contó que al día siguiente había quedado con los de la inmobiliaria para poner en marcha la venta de la casa.
—Entonces todo ha ido más rápido de lo que pensabas ¿No?—preguntó Jesús.
—Sí, la verdad que en cuanto limpiamos y vaciamos la casa, nos dimos cuenta que los arreglos que había que hacer no eran tantos—se estiró en la silla, estaba bastante cansada y hambrienta.
—Nos alegramos mucho de que todo esté yendo tan bien—comentó Manuel—Entonces ¿Te quedarás todo el mes o volverás con nosotros? Te echamos mucho de menos, sólo tú eres capaz de poner paz en todos nuestros dramas.
—Creo que sí que me quedaré, me han surgido algunos asuntos y me gustaría zanjarlos antes de irme porque no quiero pisar este pueblo nunca más.
—Uis…¿Esos asuntos no tendrá que ver con un buen hombretón, no?—Manuel siempre tan indiscreto.
—Claro que no—Sonia se tensó—Son otro tipo de asuntos mal pensados.
—¡Dios Sonia!—gritó de golpe Jesús—¡Me acabo de acordar de qué día es hoy! ¡Feliz cumpleaños amiga! Somos los peores amigos del mundo—Manuel también se unió a la felicitación.
—Muchas gracias, tampoco es tan importante. Y no, no sois los peores amigos del mundo…aún.
—En cuanto vuelvas lo celebramos, lo apunto ¿Eh?
—Apuntado—le mostró la palma de su mano.
—Entonces te dejamos ya, termina de disfrutar tu día y por favor, queremos saber más de ti, que si no es por la reunión ni te vemos el pelo.
—Lo intentaré, pero no prometo nada—les sonrió—Adiós chicos.
—Adiós Sonia—se despidió la feliz pareja al unísono.
Cuando apareció en el salón, la mesa estaba puesta con la dichosa comida que aún no habían probado y alguna cosa más.
—Guau, vaya despliegue de comida—el estómago de Sonia se rebeló.
—Hay que seguir celebrando después de todo ¿No? Además sería una pena desperdiciar esto, así que siéntate—le retiró la silla.
—¿No ha vuelto?—dijo refiriéndose a su sobrino.
—No—Gael se sentó frente a ella.
Mientras los dos devoraban la tortilla de patatas, la empanada y varios aperitivos que él había improvisado. Hablaron sobre Saúl, sobre Paula y también de los amigos de Sonia. Le gustaba conocer cosas de su vida y de las personas que la rodeaban y parecía que esos chicos la trataban bien y la querían mucho. Su móvil vibró, era Lola de nuevo, le colgó y apagó el teléfono, ya hablaría con ella más tarde.
—Puedes cogerlo mientras recojo todo esto—hizo el amago de levantarse pero Gael la detuvo poniendo su mano en el brazo de ella.