A través del tiempo (2023)

CAPÍTULO 12

Los días pasaban y ya casi era el momento en el que Sonia fijó que volvería a su casa y retomaría su rutina, aunque ahora no quería pensar en ello. Desde que estaba con Gael, todo era más bonito, más sencillo y por supuesto, más divertido. Jamás creyó vivir algo así, pero en su cabeza no dejaba de rondar la idea de que aquello acabaría pronto, debía disfrutarlo mientras pudiera.

Por otra parte, Paula seguía estudiando muy duro para intentar conseguir su propósito. Seguía acudiendo a Saúl cuando tenía alguna duda, y aunque en ocasiones terminaban discutiendo, ella tenía que reconocer que sin su ayuda haría el ridículo en el examen de matemáticas. Seguían sin ser amigos, pero ambos fueron descubriendo facetas el uno del otro que desconocían y eso parecía agradarles.

Simón se convirtió en un gran abuelo para María, se llevaban estupendamente, al punto que ahora era él quien se quedaba con la niña cuando no tenía trabajo para que Paula pudiera estudiar tranquila. Llevaba semanas sin beber ni una sola gota, la relación con su hija era cada vez mejor, parecía que esta vez, la suerte sí le sonreía.

Sonia empezó a guardar sus pertenencias en la pequeña maleta que había traído. La casa ya había sido vendida oficialmente, el objetivo con el que llegó casi un mes atrás, se cumplió, estaba contenta con eso pero también sentía una espinita por dejar de ver diariamente a Saúl, Paula, María, a la cual adoraba, y por supuesto a Gael. Se había enamorado de él y como ella misma dijo, eso la haría sufrir en el futuro. Tuvo que ser sincera consigo misma, era lo mejor que le había pasado en la vida. Una vez terminada la maleta, llamó a Jesús para que la pusiera al corriente de todo.

—Ya te vale guapa, ni un maldito mensaje, ni una llamada hasta hoy. Debes estar ocupadísima—le reprochó ofendido.

—Lo sé, lo sé, soy lo peor—se disculpó—Mañana vuelvo a Valencia.

—¿Mañana ya?—eso lo había pillado por sorpresa—Puedes quedarte un poco más, por nosotros no hay problema nos apañamos bien.

—Sí, ya me imagino como de bien—bromeó.

—No es eso, boba—los dos rieron—Bueno un poquito sí, pero me refería al trabajo.

—Quiero volver a mi casa y a mi rutina de siempre. He vendido la casa—le informó—Así que en poco tiempo podremos invertir en el proyecto que tenemos pendiente.

—De eso te queríamos hablar—Jesús se puso serio de repente—Al final no va a poder ser por el momento, pero ya hablaremos de eso cuando estés aquí.

—¿Cómo dices? ¿Cómo que no va a poder ser? ¿Me estás diciendo que todo lo que he hecho no servirá para nada?

—A ver, claro que no. Sólo he dicho que no será posible por ahora, por favor no te cabrees.

—No estoy enfadada, sólo que me hubiera gustado saberlo para no llevarme estas sorpresas y… Bueno, ya que más da—suspiró—No te preocupes, hablaremos cuando vuelva, nos vemos.

Sabía que en los últimos meses ya no iban las cosas tan bien en el estudio, por eso surgió la idea de la expansión para intentar salir a flote, era una propuesta arriesgada pero tenían claro que querían intentarlo. Pero con lo que le acababa de decir Jesús, mucho se temía que si la situación seguía empeorando, deberían disolver la sociedad e irse cada uno por su lado.

Echó un vistazo a su maleta, y pensó en si todo lo que había vivido últimamente había merecido la pena, ya que, si se hubiera enterado antes de la situación de la empresa, quizá no hubiera tenido que ir hasta allí a vender la casa… y todo lo que eso había conllevado.

Bajó a la sala de estar,  y Paula ya estaba recogiendo para irse a casa.

—¿Ya has terminado por hoy?—odiaba las despedidas y quería que su último recuerdo por el momento fuese sin drama.

—Sí, ya ha sido suficiente—tenía la mirada triste, se había encariñado mucho con ella.

—Paula, sabíamos que este momento iba a llegar—la abrazó por la cintura y le dio un beso en la sien.

—Lo sé, pero me he acostumbrado a ti, Sonia. Me has cambiado la vida en un mes, te voy a echar mucho de menos.

—Yo a vosotras también—le dijo mientras le limpiaba las lágrimas de su cara—Podéis venir a casa cuando queráis, siempre va haber sitio para María y para ti. Ten—le entregó un papelito doblado—Es la dirección de mi casa.

—¿En serio podemos ir?—Paula miraba aquel trozo de papel como si fuera lo más preciado del mundo.

—Por supuesto. Es más, si en un momento dado te replanteas lo de ir a la universidad o quieres buscar trabajo por Valencia, no dudes en buscarme. Mi casa es tu casa—la muchacha la abrazó con todas sus fuerzas—¡Para, para, me vas a partir en dos!—las dos se rieron.

—Ya sé que me repito pero, gracias Sonia por ser mi hada madrina—le apretó las manos con cariño.

—Estoy muy orgullosa de ti Paula—le chica rompió a llorar de nuevo—Ya casi no queda nada de la chica a la que conocí hace apenas unas semanas. Eres fuerte, decidida, guerrera y ya no te dejas intimidar por nadie, ni siquiera por Saúl. Todo eso siempre ha estado dentro de ti, sólo te hacía falta un empujoncito—ya no se dijeron nada más, ambas se dieron un último abrazo y Paula se fue. Iba a extrañar mucho a esa muchacha.

Cuando Paula llegó a casa, encontró a su padre sujetando a María de las dos manos y la niña dando pequeños pasos.




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