Se había vuelto loco, no tenía otra explicación ¿Cómo se le ocurría ir hasta allí en plena tormenta y sin luz en ninguna parte? No podía dejarlo allí fuera, así que se tuvo que resignar y bajó en su busca con cuidado usando la linterna de su teléfono como única fuente de luz.
Debido a que no vio nada cuando abrió la puerta, unos brazos mojados acompañando a un cuerpo empapado, la pillaron desprevenida atrapándola por completo.
—Sé que no es la mejor forma pero, estoy desesperado—le susurró cuando la tuvo de frente—Te quiero Sonia—enmarcó su cara entre sus manos—Te lo dice el niño que fui y el hombre que soy a día de hoy—apenas podía verla, pero no le hacía falta, se sabía su cara de memoria—Y da igual que no vuelva a verte, porque eso no cambiará nunca y no puedes hacer nada al respecto.
—¿Estás loco? ¿Cómo se te ocurre venir con la que está cayendo?—ella también empezó a empaparse pero no le importó. No pudo evitar comérselo a besos—Es la declaración más extraña y bonita que nunca he tenido—un relámpago los iluminó por unos segundos—Pero es una locura Gael, no saldrá bien, y al final va a ser peor que si lo dejamos aquí y ahora. No me lo pongas más difícil, vete a casa.
—Está bien—admitió derrotado—Has ganado Sonia, te dejaré en paz, tal y como tú quieres—la soltó rápidamente y cerró la verja tras él, se giró para intentar verla por última vez y se fue calle abajo.
Sonia lo vio irse con la poca luz que emanaba de su móvil, cuando lo perdió de vista, entró en casa. Sentía frío y no era por estar empapada por la lluvia. Se sentía helada por dentro, como si la calidez de su corazón se la hubiera llevado con él, era demasiado doloroso. Sin pensarlo dos veces, abrió la puerta para ir a buscarlo, no le hizo falta avanzar mucho puesto que él también había retrocedido sobre sus pasos.
—No te vayas—lo abrazó con todas sus fuerzas—Te quiero, y a pesar de saber que puede salir mal, correré el riesgo, pero ya sabes mi condición.
—Lo sé, nadie debe saberlo. ¿Qué tal si entramos antes de morir de una pulmonía?
—Me parece bien—los dos sonrieron y entraron a la casa—Estás empapado, quítate la ropa iré a por toallas—la obedeció y se quitó la camiseta.
—Si quieres verme desnudo, no hace falta que pongas excusas—la detuvo y la besó con una pasión que nunca antes había sentido.
—Eres…un…creído—le dijo mientras la besaba—Ya sabemos como dicen por aquí, que «estás de muy buen ver»
—Y seguro que eso te disgusta mucho ¿No?—preguntó con picardía.
—Muchísimo—lo atrajo con ella escaleras arriba. Mientras subía, la luz volvió, y gracias a las farolas que iluminaban la calle y se colaba por las ventanas, podían ver algo más.
—Bonita habitación—Gael no sabía muy bien cómo actuar, se moría de ganas de estar con ella. Le había prometido que le daría tiempo, pero a esas alturas no sabría si sería capaz de cumplir con ello.
—Gracias, pero no está muy diferente a como la encontramos—puso los brazos alrededor de su cuello y le acarició la nuca.
—Sonia, yo…—no lo dejó terminar porque ella empezó a depositar pequeños besos alrededor de su cuello y su pecho—Si sigues por ese camino, no podré cumplir con lo que te prometí—su cuerpo empezó a reaccionar sin poder hacer nada por evitarlo.
—Ya no es necesario—bajó las manos deslizándolas desde su pecho a su cintura—Es el momento del todo o nada y creo que los dos elegimos todo.
—¿Estás segura de esto?—quiso darle una última oportunidad de echarse atrás.
—Sí, lo estoy—respondió con determinación.
Gael le soltó la melena empapada y se la acomodó sobre sus hombros mientras Sonia se estremecía con sólo notar sus dedos enredados en pelo. Estaba muy nerviosa y temía meter la pata y fastidiarlo todo, Gael se dio cuenta y la besó en la frente.
—Tranquila, todo va a salir bien—metió las manos bajo su camiseta mojada para acariciar su piel.
Sonia lo detuvo un momento, y él pensó que le podía molestar aquella caricia, nada más lejos de la realidad. Sonia tomó valor y ella misma se quitó la prenda dejando a la vista la parte superior de su cuerpo.
El chico la miró, mientras ella apartaba la mirada pensando que aunque Gael le había dicho que jamás le importaría, sentiría repulsión por estar mutilada. Sin embargo, su reacción fue todo lo contrario, la agarró por la cintura y ambos se precipitaron sobre la cama. Gael la besaba en los labios, en el cuello y cuando llegó a su pecho, besó repetidamente su cicatriz y Sonia no pudo evitar que se escaparan unas cuantas lágrimas tontas, sin duda era lo más hermoso que le había pasado en su vida.
—No…—le acarició la mejilla empapándose con sus lágrimas—Nunca más te subestimes por esto, al contrario—dijo tocando la cicatriz con su dedo pulgar—Es una señal de victoria, ganaste la batalla, y hoy estás aquí, conmigo y me siento muy honrado que me hayas elegido a mí.
—Gracias, significa mucho para mí—y una vez que Sonia recuperó de nuevo su seguridad, pensó que era el momento de cambiar las tornas.
Se incorporó de la cama y mientras besaba a Gael, ahora era ella quien estaba encima suyo. Ya había pasado el momento que era más delicado, ahora había llegado la hora de desoxidarse y disfrutar con el hombre que quería.