Pasaron unos cuantos días y Paula aún dudaba qué hacer con respecto a su madre, cuando se decidió, la localizó bastante rápido, ventajas de vivir en un pueblo tan pequeño. Simón trataba de convencerla para que dejara las cosas como estaban, pero ella no lo sentía así. Abrió la aplicación de mensajería de su móvil y volvió a leer el mensaje que le había enviado a Saúl y que él ni siquiera había contestado, aunque le costara reconocerlo, le dolía un poco.
En cambio Saúl en todo ese tiempo, no había dejado de trabajar para intentar paliar su soledad. Un día, llegó a casa sobre las nueve de la noche y se encontró con Gael.
—Hombre, tú por aquí ¿A qué se debe el milagro?—le palmeó la espalda.
—No exageres—se rio—¿No me digas que me echas de menos?—bromeó.
—Pues, aunque no lo creas, a veces sí.
—¿Estás bien?—preguntó preocupado, no era muy normal en su amigo que contara lo que sentía.
—Es que entre que ya casi nunca estamos en los mismo proyectos y que los fines de semana te vas a ver a tu novia misteriosa, pues no sé, igual me siento un poco solo.
Gael ni siquiera se había dado cuenta de eso y se sintió mal, de sobra sabía que era casi el único apoyo de Saúl y al estar viviendo en su propia nube con Sonia, no le había hecho mucho caso.
—Lo siento, no me había dado cuenta—fue un momento a la cocina a por dos cervezas y le pasó una a Saúl—Pero eso tiene remedio, este fin de semana me quedo aquí—chocaron el cuello de sus botellas y bebieron un trago—Ya es hora de hacer cosas de hombres—bromeó.
—No tío, te lo agradezco pero no quiero que te quedes conmigo por pena.
—¿Eres tonto o qué? ¡Claro que no lo hago por eso! Lo hago porque me apetece y punto—desde luego que ese no era el mismo Saúl de siempre.
—¿Y qué pasa con…? No sé cómo se llama tu novia.
—Tranquilo, lo entenderá, es una mujer muy comprensiva—en eso no estaba mintiendo.
—A ver si algún día me la presentas—bebió otro trago de cerveza—O quizá empiece a creer que es todo un invento tuyo.
—Pues espero que sea pronto, depende de ella—suspiró y él también le dio un trago a la botella.
Estaba empezando a cansarse de tener que ocultar su relación como si ambos fueran unos delincuentes, pero Sonia aún no estaba preparada. Le daba rabia tener que esconder algo que no tenía nada de malo, pero por otra parte, tampoco quería perderla a ella y no sabía cuánto tiempo sería capaz de aguantar esa situación.
Era ya cuatro de Octubre cuando Paula se enteró que Anaís ya estaba postrada en la cama desde hacía días. El médico le aseguró que se estaba apagando a cada día que pasaba y al final tomó la decisión de ir a verla. Vivía en la parte más humilde del pueblo, supuso que no pudo conseguir algo mejor porque no tenía mucho dinero. Como era costumbre de algunas personas de allí, la puerta de la casa estaba entornada, no cerrada. Paula tomó aire para coger valor y finalmente entrar. Estaba todo muy oscuro, apenas podía ver por dónde iba, pero un golpe de tos de su madre, le indicó donde estaba. Cuando llegó a la habitación, también estaba a oscuras, lo primero que hizo fue abrir la ventana para dejar pasar la luz y entrara aire fresco.
—¿Estás aquí sola?—Paula acercó una silla a la cama para sentarse con su madre.
—Sí, estoy sola. Jamás pensé que vendrías hija—esbozó una sonrisa.
—Yo tampoco, si te soy sincera—hubo un silencio incómodo entre ellas—¿Entonces cómo te alimentas?
—Cada vez que el médico viene, me trae comida que hace su mujer—le aclaró.
—Hablé con Saúl y me contó lo que te pasa, pero exactamente ¿Qué es lo que tienes?
—Cáncer de pulmón, cuando me lo detectaron era muy tarde. Era de esperar, he tenido una vida con demasiados excesos…Ese chico ¿Es amigo tuyo o…?
—Una especie de amigo—respondió—No te hagas ideas que no son. De hecho hasta hace poco me detestaba.
—¿Por qué? Parece un buen chico además de guapo.
—¡Mamá, por Dios!—se sonrojó sin darse cuenta.
—Me has llamado mamá—Anaís se emocionó mucho. Hacía demasiado tiempo que nadie la llamaba así—Bueno ¿Por qué dices que te detestaba ese chico?
—Pues porque papá lo trató mal cuando él era un niño y porque él y tú destrozasteis la vida de su tía—al mirar a su madre supo que la mujer no la estaba entendiendo—Saúl es el sobrino de Sonia, por eso en el momento en que me conoció me detestó.
—Pero tú no tienes nada que ver cariño—le dio un nuevo golpe de tos y Paula le acercó un poco de agua—Gracias hija.
—Él también los sabe, sólo que tardó un poquito en darse cuenta—ambas sonrieron.
—¿Y cómo terminasteis siendo amigos?
—No somos amigos en sí, y la verdad no sabría decirte en qué momento pasó—tragó saliva—Además ya todo ha vuelto a su cauce y dudo mucho que nos volvamos a ver de manera voluntaria. Estoy aquí por un consejo suyo.
—Pues es una pena, me había caído bien, parece un hombre muy razonable—su hija le clavó la mirada sin piedad—¿Te gusta verdad?