Las siguientes dos semanas se pasaron volando. Sonia tenía razón. con el paso de los días, Paula fue acostumbrándose al ritmo frenético de la ciudad. Se empeñó en buscar un trabajo por las tardes para contribuir con los gastos de la casa al menos, a pesar que Sonia le insistió de todas las formas posibles que no era necesario, finalmente la dejó por imposible. Encontró un trabajo en una cafetería cerca de casa y tuvo la suerte de que sólo era turno de tarde, no ganaría una fortuna, pero le servía teniendo en cuenta su situación. En Junio se presentaría a selectividad en la Universidad de Valencia y si conseguía nota, se inscribiría al grado de Psicología. Así que su plan era ir a clase por las mañanas y trabajar por las tardes, el único inconveniente era que apenas pasaría tiempo con María y eso le dolía, pero esperaba que en el futuro todo ese sacrificio, mereciera la pena.
Desde que Paula y María llegaron a casa, a Sonia se le pasaba el tiempo rapidísimo, también Gael era gran culpable de ello. Aunque últimamente lo notaba raro, imaginaba que ya se le estaba pasando el capricho por ella, cosa que ya sabía desde antes de empezar.
Tanto así, que ni siquiera pasaron la Navidad juntos, ya que Saúl fue hasta Valencia para pasarlas con ella y por mucho que él le insistió a Gael que las pasara con ellos, el chico las pasó solo en el pueblo. Paula y María sí que las pasaron en el pueblo junto a Simón.
El día veinticuatro por la noche, Gael decidió salir a tomar algo o terminaría volviéndose loco. Cuando llegó al pub donde siempre solía ir, se encontró con Lola, la cual llevaba meses sin saber nada de ella. Sin dudarlo, la chica se acercó hasta donde estaba él.
—Dichosos los ojos—hizo amago de darle dos besos, pero él se retiró—¿Y tú novia? ¿Cómo que no está por aquí?
—Llevo tiempo queriendo hablar contigo—le dijo en un tono bastante serio.
—Pues dime, soy toda oídos—había mucho ruido—Vamos fuera para hablar mejor.
—Me gustaría saber a cuento de qué le dejaste esa nota a Sonia—Lola se dio cuenta de que Gael estaba muy molesto.
—Lo siento, fue un impulso. Ahora que lo pienso bastante infantil por mi parte. Pero no dije nada malo ni nada que no fuera cierto, espero que no hayas tenido problemas por mi culpa.
—Ya, pero no debiste hacerlo Lola, yo te aprecio y tú lo sabes, pero no vuelvas hacer algo así ¿Vale?
—Te lo prometo. Vamos dentro, están todos, vamos a pasarlo bien—lo cogió de la mano y ambos desaparecieron entre la marea humana del local.
Las horas fueron pasando, pero Gael no se encontraba a gusto, era como si ese ya no fuera su sitio y echaba mucho de menos a Sonia, así que le escribió porque era demasiado tarde para llamarla.
Pasado el día de reyes, todo el mundo volvió a su lugar y un par de meses después, todo seguía su curso sin ninguna complicación.
Paula encontró una buena escuela infantil para María, quería que se fuera acostumbrando para que cuando llegase Septiembre no se le hiciera tan raro. Aunque la verdad era que a Paula le costaba separarse de la niña, así que los días que la pequeña pisaba la escuela infantil eran más bien pocos.
Un Sábado de Marzo, Gael tomó la decisión de ir a casa de Sonia. En los últimos meses, habían sufrido algunos altibajos en su relación.
Tras escuchar el timbre, supo que no era Paula porque ella tenía llaves. No esperaba que fuera él después de tantos días sin verse.
—¿Puedo pasar?—hacía semanas que no la veía y a pesar de llevar bastante tiempo con ella, aún se le aceleraba el corazón cada vez que la veía.
—Claro—se hizo a un lado para dejarlo pasar.
—¿Está Paula?
—No, está trabajando y la niña está dormida, así que no debemos hacer ningún ruido.
—Vale—se dejó caer en el quicio de la puerta—¿No te parece absurda esta situación?
—La verdad es que sí—Sonia se sentó en el sillón frente a él.
—Creo que deberíamos dejarnos de tonterías, los dos somos adultos y la verdad, que el papel de orgullosos no se nos da demasiado bien—se acercó al sillón donde estaba Sonia y se sentó en el brazo del mismo—Y tampoco dejarnos en visto en los mensajes, es muy de adolescente por nuestra parte.
—Sí, lo sé—daba igual lo molesta que estuviera con Gael, siempre salía con una de sus ocurrencias que la hacían reír—Somos bastante lamentables—los dos tuvieron que reírse ante la situación tan surrealista—No sé cómo me aguantas, soy una vieja cascarrabias—se levantó y se puso ante él.
—Pues resulta que las viejas cascarrabias, son mis favoritas—la atrajo hacia su cuerpo con rapidez mientras la miraba con devoción—No tienes cara de bruja—la besó con dulzura—Y desde luego que no sabes a bruja.
—¿Cómo lo sabes? ¿Has probado alguna?
Y Gael la volvió a besar, esta vez con más ímpetu, era una verdadera tortura tenerla sólo a ratos, podía pasar el resto de su vida besándola, mirándola, amándola y no se cansaría nunca.
Estaban tan ensimismados en uno en el otro que no notaron que alguien había entrado en casa. Y en ese justo momento, todas las cartas, estaban encima de la mesa.
—¿Qué está pasando aquí?—esa voz era bastante familiar para ellos, su dueño no era otro que Saúl.