Paula estaba hasta arriba de trabajo, la cafetería estaba a reventar y para variar, su jefe no había contratado a nadie tras la marcha de Marta, otra más que lo «dejaba» El nivel de explotación laboral de Ernesto, su jefe, era demencial. Muchas horas trabajadas, pocas cotizadas y salario escaso. Intentaba consolarse pensando que ya le quedaba poco tiempo de estar en ese lugar tras cinco largos y angustiosos años.
Un par de horas más tarde, la cosa se calmó un poco, ya que su jefe hacía un rato que había hecho acto de presencia para echarle una mano.
—Estoy harto de tener que venir ayudarte Paula—le soltó bastante molesto—Se supone que te pago para que me saques el trabajo de cada tarde adelante.
—Ernesto—respiró hondo para no responderle de mala manera—Es cierto, me pagas, poco por cierto para todo lo que tengo que hacer. Sabes de sobra que por las tardes una sola persona es difícil que pueda atender a todo el mundo en condiciones, necesito ayuda.
—Estoy en ello, pero ninguna candidata es adecuada—la miró de arriba abajo descaradamente.
—Igual deberías fijarte en que sea buena empleada y no en otras…cualidades—que su jefe era un baboso ya lo sabía, le asqueaba mucho, pero ella sabía cómo tratarlo—Me voy atender aquella mesa.
—Así me gusta, una trabajadora eficiente—murmuró viendo como Paula le daba la espalda.
—Buenas…—no se había dado cuenta que su próxima clienta era Sonia—Pero bueno ¿Cuándo has vuelto?
—Acabo de llegar ¿Me pones un café bien cargado? Estoy que me caigo.
—Claro que sí, ahora mismo—iba en dirección a la barra cuando se volvió—Ah, por cierto, tienes una sorpresita en casa.
—¿Saúl?—la chica asintió con fastidio—La verdad no lo esperaba, él no sabía que volvía hoy.
—Pues ya ves…será el destino o yo que sé. Me lo he encontrado en casa y casi me muero del susto.
—Paula ¿Algún día harás las paces con él?—pero no pudo contestar porque su jefe le estaba gritando.
—¡Bonita, mueve el culo, hay clientes que atender!—a Sonia no le parecía nada bien el trato de ese hombre hacia ella, no era la primera vez que presenciaba aquello.
—Ve, no te preocupes, hablamos en casa—Paula le llevó su café y siguió trabajando.
Saúl y María pasaban la tarde dibujando, a la niña le encantaba y no lo hacía mal, también hablaba de sus compañeros, de su profesora y de las veces que la regañaban por hablar en clase. Saúl sólo podía reírse de sus ocurrencias, era de las pocas personas que le hacían reír genuinamente. Ese pequeño bichillo, como él la llamaba cariñosamente, había llegado a su vida para aportar toda una gama de colores a su oscura vida, no había nada que no hiciese por ella. El timbre de la puerta sonó, era raro porque no estaban esperando a nadie, así que Saúl fue abrir.
—Hola, buenas—era una señora de unos cuarenta y muchos con un maquillaje bastante exagerado—¿Está Paula?
—No, no está ¿Quién eres tú?—no había visto a esa mujer jamás.
—¡Ay, perdona! Soy Ana, encantada—se le abalanzó y le plantó dos besos sin que Saúl pudiera hacer nada—Mi hijo Borja es compañero de María y además somos vecinos.
—Muy bien—respondió bastante seco—¿Qué querías?
—Es que estaba preocupada porque Paula suele dejar a la niña en mi casa cuando se va al trabajo y como hoy no lo ha hecho, pensé que algo había pasado—Ana no le quitaba ojo a Saúl, y éste se sentía bastante incómodo.
—Puedes irte tranquila, yo me quedo con María hoy. Muchas gracias por tu preocupación—iba a cerrarle la puerta en la cara, pero su vecina lo impidió.
—Así que tu eres el padre de la niña, supongo—intentaba ser amable y no mandarla a donde amargan los pepinos. No aguantaba a las personas entrometidas.
—No. Y si me disculpas, Ana, tenemos cosas que hacer, buenas tardes—ahora sí, le cerró la puerta en las narices. Cuando volvió con la niña, estaba muerta de risa—¿Esa mujer es una cotilla o me lo parece a mí?
—Es una chismosa, me cae muy mal, pero mamá no tiene con quién dejarme, a ella tampoco le cae bien. Siempre está preguntándome cosas de mamá, de la tía Sonia y todo eso—María hizo una mueca desagradable que a Saúl le hizo gracia.
—Sí, algo he notado. Pero ¿Te trata bien, no?
—Bueno sí, juega con nosotros, nos lleva a merendar fuera, a veces vamos a la cafetería donde trabaja mamá y al parque—le explicó—Aunque ahora que ha roto con su novio, no nos lleva casi nunca a ningún lado.
—Y el padre de tu amigo…¿Borja? ¿No lo conoces?—preguntó por curiosidad.
—No, nunca lo he visto, Borja dice que no tiene papá, igual que yo…—a María el tema de su padre siempre la ponía triste—Oye, tío Saúl ¿Tú conoces a mi papá? ¿Sabes quién es?
—Creo que esas cosas es mejor que las hables con tu madre bichillo—le rompía el corazón que María estuviera triste por el patán de su padre.
—Es que…cuando le pregunto a mamá, se pone rara y me cambia el tema, pero necesito saberlo. La mayoría de mis amigos tienen a sus padres, aunque no vivan en la misma casa, pero yo sólo tengo a mamá y ya.