Un par de días más tarde, mientras todos estaban desayunando, sonó el timbre de casa y Sonia fue abrir.
—Hola, buenos días Sonia ¿Puedo pasar?
—Disculpa pero no sé quién eres ¿De qué me conoces?
—Ah, es cierto. Perdona, soy Lola, tenemos un conocido en común, bueno dos, si contamos a Saúl.
—Lola…sí claro, pasa—la chica obedeció y mientras cerraba la puerta pensó en qué hacía esa mujer allí—Se me hace raro que vengas a mi casa ¿Cómo sabes dónde vivo?
—Gael me dio tu dirección—a pesar de todos los años que habían pasado, cada vez que escuchaba su nombre, se le aceleraba el corazón—Me he tomado la libertad de venir hasta aquí para entregaros algo.
—¿El qué?—preguntó algo serio Saúl. A pesar de ser la novia de su mejor amigo, no le agradaba mucho y menos gracia le hizo que estuviera allí.
—Esto—sacó unos sobres de su bolso y le dio uno a cada uno—Gael y yo nos casamos, estáis todos invitados—miró a Sonia de soslayo—Sé que sois personas muy importantes en su vida y no podéis faltar en un día tan señalado para él y para mí.
—Muchas felicidades Lola y a Gael también por supuesto—Sonia fingió una indiferencia que no sentía—Allí estaremos todos, cuenta con nosotros.
—Es este Sábado, sé que os aviso con muy poco tiempo, pero ha sido todo muy precipitado, pero los dos estamos seguros de dar este paso tan importante—aunque Lola intentara ocultarlo, sabía la historia que hubo entre Sonia y su futuro marido, al igual que sabía que Gael aún tenía sentimientos por ella. Era muy consciente de que tal vez no la amara de la misma forma en la amaba a su ex, pero la quería y se iba a casar con ella, eso era suficiente para ser feliz.
—Ya me imagino—Paula tampoco tragaba a Lola pero puso su mejor sonrisa.
—Me encantaría quedarme, pero ya que estoy por aquí quisiera hacer unas cuantas cosas antes de volver al pueblo. Muchas gracias por recibirme. Nos vemos el Sábado—la misma Lola abrió la puerta y desapareció tras ella.
—¡Menuda víbora está hecha esa!—soltó Paula.
—Mamá, no se habla mal de la gente a sus espaldas. Eso está mal.
—Cariño, ve a lavarte los dientes y a preparar la mochila.
—Ya lo pillo mami, queréis hablar, no soy tan tonta—la niña se marchó refunfuñando.
—¿Y tú cómo le dices que allí estaremos todos? ¿Estás loca?—Saúl aún estaba asimilando todo lo que había pasado en los últimos cinco minutos.
—No, no estoy loca, allí estaremos—le dio un largo trago a su café.
—Pero Sonia…No creo que sea buena idea—intentó disuadirla Paula—Esa tía ha venido a joder, te tiene unos celos que no puede con ellos ¿Por qué crees que ha venido expresamente a tu casa para invitarte a su boda?
—No puedo estar más de acuerdo—Saúl apoyó cada una de sus palabras—En cuanto a Gael, me va a oír, ¿Cómo ha dejado que esa mujer venga hasta aquí? Incluso le dio tu dirección.
—Parad—intervino Sonia—Ninguno de vosotros podéis decidir por mí, haré lo que quiera—se levantó de la mesa y recogió sus cosas, pero antes de salir se dirigió a su sobrino—Y tú, no le vas a decir nada a nadie. ¿Entendido?—y sin esperar respuesta salió de casa.
—Me juego lo que quieras a que Gael no tiene ni idea de que Lola ha estado aquí—comentó Paula mientras recogía la mesa.
—Yo también lo creo—él seguía removiendo su café—Pobrecillo, no sabe donde se mete.
—Suele pasar—replicó ella—Piensas que conoces a alguien pero luego te llevas sorpresas desagradables.
—¿Qué?—Saúl no la estaba entendiendo.
—Nada, olvídalo—se secó las manos y vio a su hija salir de la habitación—Intentaré convencerla, ella no debe ir, eso la destrozaría—volvió la mirada hasta su hija—Venga, vamos al colegio.
—Adiós tío Saúl, nos vemos luego—se despidió la pequeña.
—Adiós bichillo, pórtate bien y no te metas en líos.
—Lo intentaré—madre e hija también abandonaron la casa dejándolo solo.
Estaba terminando su café cuando su teléfono empezó a sonar y en efecto, era Gael.
—¡Hombre! Cuánto tiempo sin saber de ti capullo ¿Cómo estás?
—No me quejo, la vida me trata bien. Te llamaba porque tengo que contarte algo—Gael suspiró, no sabía cómo decírselo.
—Vamos, no seas tímido, será que no hay confianza entre nosotros.
—Me hubiera gustado quedar contigo y decírtelo en persona, pero ya no da tiempo.
—Gael, deja de darle tantas vueltas y suéltalo ya, venga—imaginaba lo que era, pero le haría sufrir un poquito más.
—Lola y yo nos casamos este Sábado—soltó sin apenas respirar.
—¿Cómo?—quiso hacerse el sorprendido.
—Lo que oyes. Sé que debería haberte avisado antes, pero ha sido todo muy rápido ¿Vendrás, no?
—A ver Gael ¿Tú estás seguro que quieres casarte con ella?
—Tengo que hacerlo Saúl, y sí, estoy seguro. Yo la quiero y ella a mí también y ya es hora de dar otro paso más en nuestra relación.