A través del tiempo (2023)

CAPÍTULO 25

El Sábado amaneció un precioso día, no había ni una sola nube en el cielo y el sol calentaba más de lo normal para estar a finales del mes de Mayo.

Paula estaba dándose un último repaso tras llevar horas decidiendo qué se ponía. Porque una cosa era que no tuviera ganas de ir a la boda y otra muy distinta era ir con cualquier cosa. Si la Paula que salió de aquel pueblo viera a la que era ahora, no se reconocería. Los años que llevaba viviendo en Valencia le enseñó muchas cosas, tener seguridad en sí misma y valorarse más, estaban entre las más importantes. También que siempre haría lo que le diera la real gana y a quién no le gustara, era su problema no el de ella.

Se había decidido por un vestido rojo de encaje con cuello halter cuya longitud era justo por encima de las rodillas, acompañado de unos zapatos negros con tacón de aguja, confiaba en no tener que estar demasiado tiempo de pie. Uso bastante maquillaje para taparse las marcas de su brazo y rezaba porque fuera tan bueno como le habían dicho. En cuanto a su pelo, hizo lo que pudo, se lo recogió todo a excepción de dos mechones debido a que aún tenía el pelo muy corto.

—¡Hala mami, estás cañón!—gritó una vocecita cuya dueña estaba asomada a la puerta.

—¡María! ¿Dónde has escuchado tú esa palabra?—llegó hasta ella y se puso a su altura.

—Vero la dice y a ella no le regañas—se defendió la pequeña—¿Está mal?

—Sí, está mal si la que lo dice es mi hija—le revolvió el pelo con cariño.

—Vale mami. Pues estás muy, muy requeteguapa—la niña sonrió y su madre como siempre se derritió con semejante carita.

—Más guapa eres tú—la cogió en brazos y le llenó la cara de besos rojos procedente del pintalabios que llevaba puesto—Prométeme que te portarás bien con el abuelo.

—Sí mami, yo siempre me porto bien—en ese momento sonó el timbre—¡Yo, yo voy!—y corrió escaleras abajo. Cuando María abrió la puerta se encontró con Saúl y en el coche pudo ver a Sonia mientras la saludaba.

—Hola bichillo. ¡Cuánto tiempo sin verte!—no podía evitar sonreírle a María, era la única que era inmune a su máscara.

—Tampoco tanto—se colgó de su cuello en cuanto él se agachó—Tu estás muy guapo también, igual que mamá—justo la mencionó y apareció ante ellos—Mira mami ¿A qué esta guapo? Parece un príncipe—Paula se le quedó mirando para ver si su hija tenía razón y vaya que la tenía.

—Sí, claro—respondió rápidamente—Voy avisarle al abuelo que ya me voy—y desapreció por el pasillo antes que alguien se diera cuenta que estaba más roja que su vestido.

—¿Sabes una cosa tío? Que estás más guapo sin esto—le quitó las gafas de sol que tenía puestas—Así mejor—acarició con sus manitas alrededor de sus ojos, manía que tenía desde que era muy pequeña—Aunque el azul de tu traje no es el mismo que el de tus ojos, te sienta bien—Saúl a veces no sabía si hablaba con una niña de seis años o con una adolescente, lo dejaba sin palabras demasiado a menudo.

—Si tú lo dices—se las arrebató de las manos y se las colgó del cuello de su camisa, de la cual llevaba un par de botones desabrochados, odiaba las corbatas, así que no se puso ninguna.

—María—Paula llamó la atención de su hija—Nos vamos ya—le dio un beso de despedida—Acuérdate de lo que me has prometido antes.

—Sí mami, no se me olvida—contestó poniendo los ojos en blanco—Iros ya, vais a llegar tarde—se despidió también de su tío y cerró la puerta en cuanto ellos salieron.

Una vez se subieron al coche, pusieron rumbo a la iglesia de San Andrés donde se celebraría la boda religiosa. No hablaron casi nada en el camino, la tensión se podía cortar con un cuchillo. Cuando llegaron, aquello estaba lleno de gente, no cabía ni un alfiler.

—Será mejor que te adelantes—le indicó Sonia a su sobrino—Tienes que ir con él—Saúl no dijo nada, sólo asintió y siguió caminando en busca de Gael.

—¿Pasa algo? Estáis muy raros.

—Me pasa todo—ambas buscaron un rincón apartado—Anoche vi a Gael. Bueno, no sólo lo vi, también hablamos y discutimos y…—se quedó callada.

—¿Y?—estaba muy intrigada.

—Me besó…y yo lo besé y… ¡Ay Paula! No debí hacer eso—se echó las manos a la cabeza.

—¡Ay Dios! ¡No te creo! ¿Te estás arrepintiendo de haberlo dejado?—Paula la miraba boquiabierta.

—No lo sé—confesó mientras intentaba guardar la compostura—Pero eso ya no importa, él tendrá su vida y probablemente su propia familia y yo, bueno, sobreviviré.

—Si quieres nos vamos de aquí, todavía no nos ha visto nadie—propuso la muchacha.

—De eso nada, aquí nos quedamos—sentenció Sonia—Además sería una pena que nadie te viera con lo guapa que te has puesto hoy, estás realmente preciosa. Y por dentro, muchísimo más, gracias por estar aquí.

—Tengo el mejor ejemplo de todos a mi lado—entrelazó su mano con la de ella.

—No soy buena dando consejos pero, si alguna vez encuentras el amor, el de verdad, el que te hace cosquillas en el alma, lucha por él por más difícil que sea. Al menos si no lo puedes tener, te queda el consuelo que habrás dado todo por conseguirlo y jamás te quedarás con la duda—las dos se miraron, cada una por sus propias razones—Vamos, ha llegado el momento de entrar.




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