Al día siguiente tocaba el camino de vuelta a Valencia, Saúl tenía pensado salir después del desayuno para llegar cuanto antes a casa y poder ponerse en contacto con su tía que imaginaba ya había llegado a su lugar de destino. Una vez preparado, llamó a Paula para ver si ya estaban listas para ir por ellas. Paula miró la pantalla de su móvil y al ver de quién se trataba, se lo cedió a María.
—Toma, es Saúl, habla con él cariño—descolgó el teléfono y se lo pasó a su hija.
—Hola tío ¿Cómo estás?
—Hola bichillo ¿Dónde estás? Se escucha mucho ruido.
—Pues en el tren, volviendo a casa—respondió la pequeña alegremente—¿Dónde estás tú? ¿Y la tía Sonia?
—¿Cómo que en el tren?—intentó hablar tranquilamente no quería asustar a la niña.
—Sí, mi abu nos llevó a la estación del tren esta mañana muy temprano—le aclaró María.
—¿Puedes decirle a tu madre que se ponga?
—Dile que estoy durmiendo—susurró muy bajito para que sólo la escuchara María.
—Tío, que dice mi madre que está durmiendo—Paula se tapó la cara con sus manos tras la ocurrencia de la niña.
—Eso dice ¿Eh? No te preocupes, no la molestes. Nos vemos luego en casa.
—Vale, adiós tío Saúl—y la pequeña colgó y le devolvió el móvil a su madre—¿Lo he hecho bien mami?
—Sí hija, muy bien—Paula era consciente que cuando llegara a casa, habría jaleo.
Tomó la decisión de volver por su cuenta tras horas y horas de darle vueltas durante la noche en la que no pegó ojo. Al igual que también pensó en buscar un lugar donde mudarse. No podía vivir bajo el mismo techo que Saúl porque se le estaban acabando las excusas para mantenerlo alejado de ella, y en más de una ocasión, le había hecho sentir mal sin querer, como la noche anterior. Todo porque cada vez se sentía más vulnerable en su presencia y era justo lo que no quería. Pero era consciente que de momento, no podía ser, no tenía mucho dinero, le quedaba un mes de colegio a María y ella en pocos días, presentaría su trabajo de fin de carrera y se graduaría. Si para entonces no había empezado en el gabinete de su profesora tal y como hablaron, se marcharía al pueblo mientras tanto.
En torno al mediodía, Paula y María llegaron a Valencia, cogieron un taxi y llegaron a casa. Como era de esperar, Sonia ya no estaba allí y ahí fue cuando la niña se enteró de donde estaba su tía y que por un tiempo no volvería. María se puso triste porque no se despidió de ella
—Ya verás que antes de que te des cuenta, estará aquí y te contara muchas cosas chulas de su viaje, como hace siempre—Paula intentaba consolar a su hija, era una niña muy sentida con todo lo que tenía que ver con su familia.
—¿De verdad mami?—preguntó con ojos llorosos.
—Te lo prometo, es más, esta tarde la llamamos y hablas con ella—la besó en la frente y la dejó sentada en el sofá viendo sus dibujos favoritos—¿Qué te apetece comer?
—Umm, pasta con mucho tomate y mucho queso—respondió la pequeña algo más animada.
—Así que pasta con mucho tomate y mucho queso—repitió una voz grave desde la puerta—Me apunto.
—¡Tío, hola!—María saltó del sofá para ir a su encuentro y abrazarlo.
—Eh ¿Qué pasa?—notó la humedad en la carita de la niña.
—Estoy triste, la tía se ha ido y no se ha despedido de mí—se encogió de hombros—Pero mamá me ha dicho que la vamos a llamar luego.
—Pues claro que sí, ahora sigue viendo los dibujos, voy a ver si tu madre me invita a comer.
—Vale—María volvió al sofá mientras él entraba a la cocina.
Paula ajena a todo, estaba preparando lo necesario para el almuerzo, no lo oyó llegar y cuando fue a girarse para coger la pasta, lo encontró a centímetros de su cara.
—¡Joder!—el paquete se le escurrió de las manos y parte de su contenido cayó al suelo—Te agradecería mucho que dejases de aparecer como un ninja.
—Si quieres la próxima vez vengo con un bombo y un platillo ¿Has dormido mucho en el tren? Se te ve bastante descansada—se agachó a recoger lo que a Paula se le había caído.
—Claro—se volvió dándole la espalda porque en cualquier momento Saúl soltaría una de sus perlitas.
—Supongo que tenías tanta prisa por volver que ni siquiera pudiste esperarme—una de las cosas que le molestaba de Paula es que se hiciera la tonta, como en ese momento, ya que ella de tonta no tenía ni un pelo.
—Sí, tenía cosas que hacer—siguió con lo suyo.
—Sólo he llegado una hora más tarde que vosotras, no creo que hayas hecho mucha cosa.
—Creo que soy mayorcita para decidir cuándo voy o vuelvo de algún lugar. No eres mi padre, no tengo por qué darte explicaciones.
—En eso estamos de acuerdo. No te estoy pidiendo explicaciones, sólo que hubiera sido un detalle avisar, además ¿Qué necesidad tienes de gastar el poco dinero que tienes?
A eso Paula no podía responderle, así que no lo hizo, y Saúl viendo que no tenía intención de hacerlo, salió de allí y se reunió con María, era la única que lo quería en esa casa al parecer. Cuando la comida estuvo lista, los tres se sentaron a comer, pero la voz cantante, una vez más, la llevó María, mientras que su madre y Saúl la escuchaban con atención y reían con sus gracias.