A la mañana siguiente, parecía que se habían puesto de acuerdo para olvidar lo que había pasado la noche anterior, quizá era lo mejor
—¿Has vuelto a dormir ahí?—preguntó Saúl refiriéndose al sofá.
—Sí, parece que ya le he tomado el gusto. ¿Te vas ya?
—No, te estoy esperando para llevarte al hospital—le aclaró mientras se bebía el último sorbo de su café.
—Vale—salió de la cocina para ir a cambiarse de ropa.
Paula no había notado nada, pero Saúl seguía dándole vueltas a su descubrimiento de la noche anterior. ¿Sería real o sólo lo había imaginado? En el caso que fuera cierto, tenía que hacer algo, no podía dejarla marchar, pero antes tenía que estar seguro de los sentimientos de ella.
Saúl dejó a Paula en el hospital y se fue a su trabajo. Cuando subió a la habitación, María al fin estaba comiendo «comida de persona» como ella decía.
—Mira mami, comida de verdad—le enseñó la bandeja casi vacía.
—Ya veo ya—se acercó a la cama y se sentó pasándole el brazo por encima de los hombros—¿Qué tal la noche?
—El abu ronca mucho, tuvo que venir una enfermera a despertarlo porque la gente de las otras habitaciones no podía dormir, fue muy divertido.
—Niña chivata—la reprendió de broma—Sí, he pasado vergüenza, no lo niego.
—Vamos que os lo habéis pasado bien esta noche. ¡Qué suerte!
—¿Y tú? ¿Has pasado una buena noche hija? Te veo especialmente contenta y relajada esta mañana.
—He descansado muy bien, sólo eso—pero a su padre no le paso desapercibido el brillo que tenía en los ojos.
—Me alegro mucho hija, ya te tocaba—no sabía si se refería al descanso o a otra cosa.
Horas después, pasó el médico a revisar a María y tenía buenas noticias, al día siguiente le daría el alta. Al fin aquella pesadilla se acababa, había llegado el día en que la pequeña abandonaba el hospital para irse a casa.
Días más tarde, Lola y Gael fueron a Valencia para visitar a María. Cuando la chica al fin se convenció que Sonia no estaba ahí, se excusó diciendo que aprovecharía para ir de compras por la ciudad. Cuando su marido se negó acompañarla, se marchó de mal humor.
—¿Cómo la aguantas? Es realmente insoportable—le soltó Paula.
—Ella no es así, las hormonas a veces le juegan malas pasadas—quiso defenderla.
—Eso no es excusa, te lo digo por experiencia. Hay días buenos y malos, pero lo de portarse como una niñata caprichosa, eso le viene de serie Gael—le agarró la mano suavemente—No te mereces que te trate así.
Gael no dijo nada, tenía razón Paula, estaba cansado de los celos de Lola, que no confiara en él y que nada de lo que él dijera o hiciera estaba bien para ella.
—¿Sigue celosa de Sonia, a que sí?—preguntó su amigo.
—Sí. Pero no sé por qué. Lola ya sabía todo lo que había pasado con ella desde el principio, nunca le oculté nada y aún y así quiso intentarlo. Por eso no entiendo por qué desde que nos casamos ha cambiado tanto. Yo la quiero mucho, sé que es buena persona e intento hacerla feliz, pero nada es suficiente para ella.
—Lo siento mucho—le apretó la mano Paula.
—Siempre te puedes divorciar—sugirió Saúl mientras Gael y Paula lo miraban con cara de asombro—¿Qué? No sería ni el primero ni el último.
—No puedo hacer eso, nuestro hijo se merece crecer con sus padres juntos, si me sacrifico es por él.
—Entiendo lo que dices—Paula se puso de pie para llevar a María a su habitación ya que se había quedado dormida—Pero peor es criarte viendo como tus padres no se soportan—salió del salón con la niña en brazos.
—En eso tiene razón, por algo lo dice—trató de convencer a Gael pero lo conocía bien, era demasiado leal como para hacer algo así.
—Cambiemos de tema ¿Quieres?—Gael se quedó observando a su amigo con una media sonrisa—¿Está aquí la cosa muy calmada o soy yo?
—No entiendo qué quieres decir.
—Paula y tú. No se respira hostilidad en el ambiente, podéis participar en una conversación sin que vuelen cuchillos por el aire, incluso os dais la razón el uno al otro—Saúl se quedó callado mirándose los pies mientras se frotaba las manos—Vale, suéltalo todo ahora mismo.
Cuando iba hablar, Paula volvió con ellos. No le dio tiempo a sentarse cuando llamaron al timbre y fue ella misma a abrir.
—Hola Paula, hubiera venido antes pero no estaba en Valencia y nadie me dijo nada ¿Cómo estás?—Adri la saludó con un abrazo y un beso en la mejilla—¿Y la enana?
—Yo también estoy aquí—farfulló Vero al ver que nadie le hacía caso.
Después de saludar a sus amigos, los hizo pasar al salón donde estaban Gael y Saúl, saludaron tímidamente y los llevó hasta la habitación de María para que pudieran verla aunque estuviera dormida.
—Tía ¿Cómo lo haces?—susurró Vero a su amiga—Siempre te rodeas de tíos que están cañón. Por cierto, ¿Me presentas al rubio?—le dijo levantando las cejas—Es muy mono y parece simpático.