Una semana después, llegó el día que Paula había esperado cinco años. Para la mayoría de sus compañeros era una jornada de fiesta y celebración, pero para ella significaba el fin de una etapa, tanto académica como vital. Atrás quedaron años de esfuerzo, desvelos y sacrificios para dar la bienvenida a un futuro prometedor. Volaría sola y anhelaba que siempre fuera así.
Se echó un último vistazo en el espejo, no sería la más elegante ni la mejor vestida, pero le daba igual, ese mono verde agua y negro anudado al cuello era más que suficiente para la ceremonia, maquillaje discreto y pelo al natural, le había crecido un poco y ya le hacía cosquillas en el cuello. Miró los zapatos, eran los mismo que se puso para la boda de Gael, pero pensó que como no estaría mucho tiempo con ellos, no tendría problema. Su teléfono sonó, y sonrió al ver que era una videollamada de Sonia.
—Hola Sonia—se sentó en su escritorio para poder apoyar el móvil—¿Cómo estás?
—Hola cielo, estoy muy bien, aquí en Barcelona—a Sonia le brillaban los ojos de la emoción—Por fin llegó este día y me sabe muy mal no poder acompañarte hoy, estás preciosa por cierto.
—Gracias—susurró. Apenas le salía la voz del cuerpo—No pasa nada, tampoco es nada del otro mundo—sonrió—Cuando vuelvas lo celebramos.
—Por supuesto que sí ¿Estás nerviosa?
—Un poco, ya sabes, soy así de tonta—se levantó y cogió el móvil.
—Ains ¡Cómo eres! ¿Te acompañará alguien?
—Mi padre. No sé cómo se enteró, sospecho de una pequeña cotilla. Me hubiera encantado que María hubiese venido, pero aún sigue recuperándose y Saúl se queda con ella, seguramente se divierta más aquí que allí.
—Quiero que sepas una cosa—Sonia miró a cámara para que la viera bien—Paula, estoy muy orgullosa de ti. Te admiro muchísimo y te quiero mucho más—las bonitas palabras de Sonia hicieron que de nuevo a Paula se le humedecieran los ojos—¡Y no llores ¿Eh? Que estás bien guapa!—le gritó para hacerla reír.
—Si estoy donde estoy, es principalmente gracias a ti, y eso jamás lo olvidaré. Me has cambiado la vida y le agradezco al destino que me pusiera en tu camino.
—¡Mamiiii!—se escuchó desde el salón—¡Ya está aquí el abu!
—Creo que me tengo que ir—se limpió con cuidado los ojos.
—Vete cariño y disfruta de tu día—le mandó un besó y colgó.
En cuanto se recompuso un poco, salió de la habitación, su padre la estaba esperando abajo en el taxi.
—Corre mami o llegarás tarde—María le metía prisa.
—Ya, ya voy—le dio un beso a la niña que estaba sentada dibujando junto a Saúl que ese día trabajaba desde casa—Pórtate bien cariño, vendré en cuanto termine.
—No tengas prisa mujer, aquí estaremos bien—le dijo mientras la contemplaba, al reconocer los zapatos, enarcó una ceja—¿Estás segura de eso?—le señaló los pies.
—Sí, tampoco voy a tardar tanto—le dedicó una media sonrisa al darse cuenta que él, no había olvidado el episodio de su calzado en la boda de Gael—Ahora sí, me marcho—los miró por última vez y cerró la puerta tras ella.
Saúl se asomó por la ventana para ver si el taxi se había marchado con Simón y Paula dentro. Una vez que se fueron, María y él se sonrieron cómplices y pusieron su plan en funcionamiento.
Cuando llegaron a la universidad, estaba todo lleno de gente y no sabían muy bien hacia donde debían dirigirse, tardaron un rato en ubicarse.
—Mira papá—le entregó una hojita con la fila y el asiento que le habían asignado—Es por allí. Yo me tengo que ir ahí más adelante, cuando termine el acto, vendré a por ti ¿Vale?
—No te preocupes que no me moveré de aquí—observaba a su hija con detenimiento, había dejado de ser una niña hacía tiempo. Una niña de la que no supo disfrutar, pero sí que lo haría de la mujer en la que se había convertido—Paula, espera—la asió de la muñeca.
—¿Qué pasa papá?
—Te quiero mucho hija—le besó la mano—Mira donde has llegado ¡Y lo que te queda! Lucha por tus metas, por lo que quieras en tu vida, que yo, estaré contigo en todo lo que decidas hacer. Aún no me explico siendo un desgraciado toda mi vida, me ha podido tocar una hija y una nieta tan buenas como vosotras—Paula no dijo nada, sólo lo abrazó y le agradeció al cielo por poder estar con su padre. Al fin el sueño que tuvo desde pequeña, se había cumplido—Anda, ve—le dio un beso en la frente a su hija y ella se fue hacia su lugar.
Paula al fin encontró a Vero y Adri, antes que cada uno tuviera que irse a su respectivo lugar.
—Ya era hora guapa ¿Dónde estabas?—le reclamó su amiga.
—Hola chicos—los saludó a los dos como era costumbre—¡Qué guapos!
—Bueno, se hace lo que se puede—contestó Vero—¿Nos hacemos una foto?
—Como para decirte que no a ti—bromeó Adri—Vero sacó su móvil y empezaron hacerse fotos a diestro y siniestro. ¡Era terrible!
—Haznos una foto a las dos—le indicó a su amigo—Luego vosotros dos y luego tú y yo. Será un bonito recuerdo.
Vero prefirió hacer las fotos en ese momento, ya que Adri le había informado de sus intenciones de hablar con Paula y ella, lógicamente sabía lo que iba a pasar y seguramente su amigo se iría de allí, intentaría hablar con él después de eso.