A través del tiempo (2023)

CAPÍTULO 36

Pasó la noche en vela, lo que le había contado Sonia sobre Saúl le había afectado. Ella no quería que lo pasara mal, pero tampoco sabía qué hacer con exactitud. ¿Algún día podría vivir en paz?

Estaba a punto de amanecer y el relente que entraba por la ventana le había puesto la piel de gallina, ya estaban en Agosto y por las noches el aire fresco se hacía notar. Se levantó a cerrarla y de paso, le echó la sábana por encima a su pequeña. Sonrió al verla dormida con el pelo revuelto y la boca abierta ¡Era tan mona!

Decidió no volver a la cama ¿Para qué? Así que bajó a la cocina, necesitaba un café bien cargado para afrontar el día que estaba por comenzar. Tras servírselo, se sentó en la mesa de la cocina y mientras lo removía pensando en mil cosas, llegó su padre.

—Buenos días—la besó en la mejilla—¡Qué madrugadora!

—Buenos días papá—le dio un trago a su café—¿Quieres desayunar?

—No te preocupes, desayunaré después—puso su mano encima de la de su hija—¿Pasa algo? Tienes mala cara.

—No pasa nada, una mala noche, nada más.

—Si tú lo dices—no le creía nada Paula, nunca supo mentir—¿Qué quería Sonia? Escuché a María hablando con ella ¿Está bien?

—Sí. Me llamó porque ya ha vuelto a casa…A su casa—se corrigió—Ella no sabía que estábamos aquí—le aclaró—Se preocupó al no encontrarnos.

—Hija, sabes que puedes contarme lo que quieras ¿Verdad?—Paula asintió—Sabes que nunca me meto en tu vida pero desde que operaron a la niña, te noto rara, tensa y no sé, me preocupa que todo eso termine pasándote factura.

—Estoy bien, de verdad—se bebió el resto del café de un trago.

—No quería ser tan directo, pero ya que no quieres contármelo, te informo que lo sé todo Paula.

—¿Qué es todo?

—Sé lo que sientes por una persona en concreto—la miró divertido mientras ella enrojecía igual que lo había hecho la noche anterior—Y que eres totalmente correspondida. Por eso no entiendo qué haces aquí, deberías estar con él.

—¿Y tú como sabes…?

—¿Qué cómo lo sé? Soy viejo y muy observador y a pesar de no haber compartido mucho tiempo con Saúl, sólo basta con ver las miraditas que os echáis cuando estáis juntos y tengo la impresión que está tan asustado como tú.

—Ahora resulta que todo el mundo lo sabía menos nosotros—se pasó las manos por la cara con desesperación—No es tan fácil como todos pensáis.

—Si yo fuera tú, volvería a Valencia en este mismo momento. Y si fuera él, ya habría venido a buscarte para llevarte conmigo.

—Has visto demasiadas películas papá. La vida no es así, bonita, romántica y color de rosa.

—Créeme que, cuando pierdes a la persona amada, da igual el tiempo que pase, no habrá día que no la recuerdes y te lamentes por haberla dejado ir—suspiró recordando a Sonia—Te lo digo por experiencia hija mía, no tenéis nada que perder ninguno de los dos y podéis ganar mucho.

—Pero papá…

—Déjate de excusas Paula, ve a por ello con todas tus fuerzas. Así como has conseguido todo lo que te has propuesto desde hace años—le levantó la cara posando su mano bajo la barbilla de su hija—No sigas mi ejemplo, tú si te mereces amar y que te amen bien.

—Igual ya es demasiado tarde o quizá se haya dado cuenta en este tiempo que sólo estaba confundido y la verdad, creo que ya he hecho bastante el ridículo.

—Lo dudo. Cariño, soy hombre y sé reconocer cuando otro hombre está interesado en una mujer, y más si esa mujer es mi hija—la abrazó y besó su cabeza—Lo que es la vida, justamente te has ido a fijar en el sobrino de mi ex novia, el mundo es un pañuelo.

Paula sonrió, Simón tenía razón, el destino era muy caprichoso o se estaba burlando de ella, aún no lo tenía muy claro.

La mañana transcurría tranquila, Paula seguía buscando piso, pero todo era carísimo y se le estaba acabando el tiempo, en menos de un mes debía volver a Valencia y aún no tenía donde vivir. Seguía lamentándose de su mala suerte, cuando llamaron a la puerta. Su corazón empezó a latir con fuerza, dudó unos segundos si debía abrir o no, finalmente lo hizo.

—¡Sorpresa!—gritó Vero abrazándose a su amiga que se quedó totalmente inmóvil—¿Por qué creo que no era a mí a quién esperabas?

—No te esperaba ni a ti ni a nadie, me has pillado totalmente desprevenida—ahora sí ella también abrazó a Vero—¿Por qué no me has avisado? Te hubiera preparado un mejor recibimiento.

—Porque si no, no sería sorpresa. Por cierto, vaya gente maja la de tu pueblo, no me ha costado nada encontrar tu casa, me han indicado encantados.

—Sí, es la magia de los pueblos pequeños, todos saben todo y si no, se lo inventan—comentó con cara de fastidio—Serás la comidilla estos días, si escuchas cuchicheos a tu paso, no te extrañes.

—Creo que exageras—las dos amigas rieron—¿Y la enana donde anda?

—Está en la cocina, haciendo un puzle, como no—se había vuelto fanática de los rompecabezas y su abuelo le compraba uno todas las semanas—¿Has traído mis cosas?—Vero asintió y le pasó las llaves de su coche—Gracias, voy a sacarlas. La cocina está por allí, a María le hará ilusión verte.




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