A través del tiempo (2023)

CAPÍTULO 38

Tras el incidente con Rubén, Paula le contó todo lo que pasó a su padre. Como era de esperar, Simón puso el grito en el cielo y exigía darle su merecido a ese sinvergüenza y, al igual que había hecho con Saúl, también le hizo prometer que dejaría las cosas como estaban.

También habló con María y pudo convencer a la pequeña de que todo estaba bien y que no tenía nada de qué preocuparse y le advirtió que nunca más hablase con desconocidos, en especial con el que pensaba que era amigo de Vero, ya que no era una buena persona. La niña no entendía el motivo, pero si su madre se lo decía, tenía que obedecerla.

Con el paso de los días, todo estaba más calmado, se habían enterado por los vecinos que Rubén había abandonado el pueblo, cosa que alegro a todos, ya podían respirar tranquilos.

En cuanto a Saúl y Paula, siguieron viéndose casi a diario pero nunca a solas, siempre estaba Vero, María e incluso Gael de por medio, para desesperación de Saúl y para tranquilidad de Paula, ya que desde que decidieron ser amigos y había descubierto más facetas de él, su amor crecía más. Una de las cosas que descubrió era que a Saúl le encantaba dibujar y se le daba espectacularmente bien, él no se lo había dicho, lo supo por accidente. Un día estando en su casa, donde últimamente pasaban mucho tiempo, buscando unas hojas para que María dibujara, encontró un bloc de dibujo y no pudo evitar echarle un vistazo.

Una tarde en la que Gael había discutido con su esposa de nuevo, llamó a su mejor amigo para ir al pub un rato, necesitaba desahogarse. Cuando Saúl atendió la llamada, María y su madre estaban viendo una película en su casa.

—¿No puede ser mañana?—Paula lo fulminó con la mirada, pero él se dio la vuelta—Ya, si lo entiendo pero…—la muchacha le arrebató el teléfono.

—¿Gael? Emm, no le hagas ni caso, irá enseguida—ahora era Saúl quien la miraba con cara de pocos amigos—Sí, sí, no te preocupes, para lo que necesites, estamos aquí, un beso—le devolvió el móvil y volvió con su hija.

—¿Por qué has hecho eso?—quería mucho a Gael pero en ese momento le apetecía más quedarse en casa con ellas.

—Porque cuando un amigo te necesita, hay que estar con él—sentenció—¿O acaso Gael no ha estado para ti cuando tú lo has necesitado?—su respuesta fue encogerse de hombros, ella tenía razón—¿Lo ves?

—Al menos quedaros hasta que vuelva—le pidió.

—¿Y por qué no hacemos una fiesta del pijama aquí?—soltó María de repente—Será divertido, así podrías estar con Gael y después con nosotras. Es una súper idea ¿A que sí mami?

—A ver cielo…—cada vez que su pequeña abría la boca era para echarse a temblar.

—Me parece una gran idea bichillo—la apoyó Saúl. Esa niña era un prodigio y daba gracias a Dios por sus benditas ideas—Hay sitio de sobra para vosotras aquí.

—Podemos llamar a Vero para que venga también ¿No?—ellos eran listos pero Paula pensaba más rápido.

—Sí, claro—ya se encargaría él de que la chica no aceptase—Bueno en eso quedamos, nos vemos luego entonces—hizo el amago de darle un beso a Paula, pero recordó que habían quedado en que María no sabría nada de momento.

Después que él se fuera, Paula escribió a su amiga para invitarla a «la fiesta» y para que le acercara algunas cosas hasta allí. Pero cuál sería su sorpresa que Vero, cuando fue a llevarle las cosas, rechazó la propuesta porque al día siguiente quería conocer los pueblos de alrededor y debía madrugar para intentar evitar el calor, así que se despidió de ellas y se marchó a casa de Paula. Saúl aún no le había dicho nada, pero no hizo falta, la chica sabía que ellos debían estar solos. Cuando Vero salía del edificio, se encontró con dos personas que parecía que querían entrar. Eran un hombre de unos cincuenta y tantos y un chico joven, quizá unos años mayor que ella.

—Hola, disculpa. ¿Sabes si aquí vive un chico que se llama Saúl?—preguntó el hombre.

—Sí, vive en el segundo piso—respondió Vero con amabilidad.

—Muchísimas gracias, es que andábamos un poco perdidos—por el acento de él, parecía que era de Cataluña y a Vero le pareció raro.

—No hay de qué—la chica le sonrió a los dos y pudo darse cuenta que el chico más joven la observaba con gesto serio. ¿Por qué esa expresión le sonaba?—Espero haber servido de ayuda, buenas tardes.

—Seguro que sí, buenas tardes—Vero desapareció de allí dejándolos solos—Veamos si de verdad vive aquí o no.

Cuando llegaron al segundo piso, llamaron al timbre que se encontraba a la derecha de la puerta. Los dos estaban un poco nerviosos porque hacía tiempo que lo estaban buscando y parecía ser que detrás de esa puerta se encontraba él.

 

Gael ya llevaba esperándolo diez minutos cuando apareció Saúl, que no parecía muy feliz de estar allí.

—Gracias por venir—le palmeó la espalda con fuerza—Para compensar, hoy invito yo.

—Más te vale—pidieron un par de jarras de cerveza—¿Estás bien?—su preocupación era sincera a pesar de todo.

—Estoy agobiado, ya sabes, y cada día lo estoy más—le dio un largo trago a su jarra—Creo que me equivoqué.

—¿Que te equivocaste en qué exactamente?




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