Hacía un rato que Marc le había indicado qué habitación podía ocupar. Definitivamente era un buen chico, nada que ver con su odiosa abuela. Confió en él y le contó toda su historia con Saúl y el muchacho intentó aconsejarla tal y como hacía Vero. Vero…debería llamarla para disculparse y preguntarle por algo que llevaba rondándole la cabeza toda la tarde.
—Hola, doña gruñona.
—Hola Vero, perdóname por haberte hablado así antes, es que me enerva ese tema, ya sabes…
—No estoy enfadada tonta, si ya te conozco—se tumbó en la cama que era de Paula—Y dime ¿Has hablado ya con Saúl?
—No, aún no, creo que lo dejaré para mañana—Paula se retiró el móvil de la oreja porque su amiga empezó a gritarle de todo—¿Has acabado ya?
—No, pero bueno, desde aquí no puedo hacer nada—se quejó.
—Vero ¿Puedo hacerte una pregunta?
—Obvio—sonrió.
—¿Por qué no me habías contado que conocías a Marc?
—Ah, eso—no era la pregunta que esperaba—Bueno nos encontramos un par de veces, y no te lo conté porque no era algo importante, llevas unos días de locos y no hubo tiempo para eso—se excusó.
—A ver Verónica—cuando la llamaba por su nombre completo, se echaba a temblar—Tú, que te enamoras al instante de cualquier persona del género masculino medianamente atractivo ¿Me vas a decir que «no era algo importante»? Una de dos, o estás perdiendo facultades o…
—O nada—no la dejó terminar—No imagines cosas, he madurado y punto.
—Ya, claro…Pues es un chico estupendo, en el tiempo que he pasado con él, me lo ha demostrado. Por no hablar de lo guapo que es. Fíjate, me gustaba para ti—bromeó—Pero bueno, así es la vida, has madurado, lo entiendo—unos golpes en la puerta las interrumpieron.
—¿Pero quién llama así por Dios?—preguntó Vero.
—Vero, te dejo creo que se avecina otra batalla—se resignó Paula.
—Pues espero que no, recuerda usar el diálogo querida. Te mando un beso—y su amiga colgó.
—¡No quiero hablar contigo Saúl!—gritó Paula a la puerta—Al menos, no hoy.
—Te lo he dicho—apuntó Marc que estaba junto a su primo—Está muy cabreada.
—¿Pero por qué?—estaba bastante confundido.
—No seré yo quién te lo diga primo—Saúl lo miró con cara de pocos amigos—Será mejor que me vaya, buenas noches. ¡Buenas noches Paula!—le gritó a la puerta.
—¡Buenas noches Marc, gracias por todo!
—¿A él si le hablas y a mí no?—el silencio fue lo único que obtuvo por respuesta—¡Abre la maldita puerta Paula! Si sigo gritando así, van acudir hasta los caballos que hay en el establo. No es que a mí me importe pero…—Paula abrió la puerta, no quería más escándalos en esa casa y lo dejó entrar—¿Se puede saber qué mosca te ha picado?—no entendía nada. La última vez que la vio, estaba todo bien y ahora estaba hecha una fiera—Si alguien te ha metido ideas raras sobre mí, no le hagas ni caso.
—No, si a mí nadie me ha dicho nada—se puso frente a él con las manos en la cintura—Lo he escuchado de tus propios labios ¿Cómo has podido? Si alguien me lo hubiera contado, jamás me lo hubiera creído—Saúl podía ver lo dolida que estaba y verla así le hacía trizas.
—¿Qué es eso que he dicho tan malo? Estoy tratando de entenderte, pero no lo consigo.
—¡Te escuché cuando tu querida abuela te proponía una nueva vida con todas las comodidades del mundo, con dinero y mi parte favorita, conociendo a otras personas y dejándonos a todos atrás! Y a ti te faltó tiempo para aceptarla—le gritaba mientras le hundía el dedo con fuerza en su pecho repetidamente—¿Tan poco valemos para ti? ¿En serio?—por mucho que Paula lo intentó, no pudo reprimir las lágrimas por la rabia que sentía—Aunque si es lo que quieres, nadie puede impedírtelo—susurró alejándose de él.
—No escuchaste la conversación entera ¿A qué no?—trató de hablarle todo lo calmado que pudo—Debiste hacerlo ya que te gusta escuchar detrás de las puertas. ¡Era una ironía por Dios Paula! ¿Tan poca confianza tienes en mí? ¿Tan poco me conoces?—ella lo miraba sin decir nada—Aunque tú no existieras, aunque ninguno de vosotros lo hiciera, jamás aceptaría nada de esta gente.
Paula supo entonces que acababa de meter la pata hasta más allá del fondo, había sido una estúpida al sacar conclusiones tan rápido.
—Lo siento, debí preguntarte primero antes de armar todo este lío—se acercó a la puerta y la abrió—No volverá a ocurrir, soy imbécil—Saúl cerró la puerta y se aproximó hasta ella, no se iba a enfadar por esa tontería, al contrario, le alegraba saber que a Paula le dolía perderlo.
—No vuelvas a decir eso ¿Me oyes?—le acarició la cara despacio—Todos cometemos errores, si lo sabré yo que lo llevo haciendo toda la vida. Si esto hubiera sido al revés…
—Si hubiera sido al revés, le hubieras prendido fuego a la casa y a esta hora, estaríamos camino del pueblo—le sonrió.
—Exactamente—la miraba de forma tan intensa que Paula hasta se sonrojó—¿Te pasa algo?—le encantaba verla así, sin filtros siendo ella misma.
—No, que va—quería cambiar de tema porque aquello se estaba poniendo demasiado peligroso, en su opinión—¿Y qué has hecho durante toda la tarde?—el semblante de Saúl, cambió por completo y se arrepintió de haberle preguntado.