Por más que lo intentaba, Saúl era incapaz de llamar al timbre de casa de Paula, se sentía bastante ridículo. ¡Por el amor de Dios, era un hombre adulto! Y como tal debía afrontar los problemas. Finalmente retrocedió sobre sus pasos y volviendo a casa se encontró con Gael. Su semblante era radiante, quizá esa noche, a uno de los dos, algo le había salido bien.
—Que buena cara traes—comentó Saúl—¿Buenas noticias?
—Muy buenas de hecho. ¿Y tú? ¿Has conseguido arreglarlo?
—Emm, no. Ya sé lo que me vas a decir y tienes razón en todo, soy imbécil.
—Y si lo sabes ¿A qué esperas exactamente?—Gael lo miraba con el ceño fruncido mientras que Saúl bajaba la mirada con las manos en los bolsillos—Espera ¿Te da vergüenza? ¿A ti?
—¡Sí Gael, sí! No todos tenemos un piquito de oro—gruñó enfadado—Dejemos este tema y hablemos de cosas más positivas.
—¿Una cerveza?—propuso Gael.
—Hecho—desde ese momento hasta que tuvieron una cerveza en sus manos, Gael le contó todo lo que había pasado en casa de Lola—Si me pinchan, no sangro ¿En serio te ha dejado libre?
—Pues sí, y si te soy sincero, desde que he hablado con ella, siento que me he quitado un gran peso de encima—le dio un trago a su jarra—Porque era yo quien quería pedírselo y pensaba que me iba a costar la vida, aunque me sabe mal por ella, no lo está pasando bien, pero creo que a la larga también será lo mejor para Lola.
—Me alegro mucho por ti y por ella también, eso no era vida para ninguno de los dos. Y ahora ¿Qué vas hacer?
—Ahora viene lo difícil…Pero esta vez, será diferente, le demostraré a tu querida tía que no puede vivir sin mí porque ella me quiere, esas cosas se notan. Pero también pienso en lo tozuda que es, como alguno que yo conozco…—lo miró con los ojos entrecerrados—Espero que me ayudes.
—Haré lo que pueda. Pero si aceptas un consejo, no la agobies o se irá de nuevo, sé su amigo como cuando ella volvió al pueblo, poco a poco. Si ya conseguiste enamorarla una vez, podrás volver hacerlo—lo miró de arriba abajo—Yo no sé qué te ven, tampoco eres tan guapo—bromeó.
—Ja, ja. Qué gracioso eres. Creo que tienes razón, pero me va a costar eso de sólo ser su amigo.
—¡Y ojito con que le hagas daño!—Saúl se puso serio—Estaré atento por si hay que ponerte en tu sitio.
—Tú arregla lo tuyo, que bastante tienes ya, anda—los dos se quedaron en silencio mirando a la nada—¿Y si le escribes una carta?—soltó Gael de sopetón.
—¿Una carta? ¿A Paula? ¡Qué dices! Eso es arcaico. Como si no me sintiera lo suficientemente viejo estando a su lado. Ni si quiera sé por qué me quiere.
—Yo tampoco lo sé—Saúl lo miró con cara de pocos amigos—Si hablarle directamente te cuesta tanto, escríbeselo de tu puño y letra, no es mala idea.
—No sabría por dónde empezar—murmuró resignado.
—Sólo ponte frente a un papel en blanco y escribe todo lo que sientes, aunque no tenga sentido, Paula lo apreciará.
—No sé, ya veremos—miró la hora, eran casi las doce de la noche—Es hora de irse a dormir.
Una vez que habían llegado a casa, Gael no se dio cuenta que la puerta del salón estaba cerrada y se fue directo a su habitación a descansar.
Ya de madrugada, le entró mucha sed y se levantó a beber algo a la cocina, cuando se topó con alguien y estaba seguro que no era Saúl porque era mucho menos corpulento que su amigo. No había casi luz, sólo el reflejo de la luna que asomaba por la ventana de la cocina, además, él reconocería ese olor en cualquier parte.
En cuanto Sonia lo sintió pegado a su espalda, tardó poco en escabullirse hasta el salón cerrando la puerta tras de sí. Aún no sabía si Lola y Gael habían hablado de algo o no, y tampoco estaba preparada para enfrentarse a él. Pasó un tiempo tras la puerta por si se le ocurría seguirla, pero eso no pasó. Pudo respirar tranquila y regresó al sofá a intentar dormir aunque sabía que eso sería casi imposible. Sólo deseaba que amaneciera lo antes posible, recoger a Paula y que las llevara a casa.
Poco duró su tranquilidad porque, antes de conseguir dormirse, Gael abrió la puerta del salón sobresaltándola, y en menos de cinco segundos, lo tenía a centímetros de su cuerpo.
—Gael ¿Qué haces? Vuelve a tu habitación.
—Lo que nunca debí dejar de hacer—pasó una mano por detrás de su cabeza y la atrajo hasta él para darle el beso que llevaba mucho tiempo esperando por ella.
—Gael esto no puede ser—Sonia se separó de él con rapidez—Te lo he dicho muchas veces, entiéndelo.
—Las cosas han cambiado. Entre Lola y yo, ya no hay nada. Ya no tenemos por qué seguir separados—se aproximó de nuevo hacia ella y la tomó de las manos—Ya no hay nada que pueda interponerse entre tú y yo.
—Pero ¿Cómo es eso posible?—cuando habló con Lola lo hizo de corazón, diciéndole las cosas como eran ya que los celos la cegaban, jamás imaginó que tomaría la decisión de dejarlo tan pronto.
—Creo que algo has tenido que ver, según he podido saber—viendo la cara que acababa de poner Sonia, siguió hablando—Yo aún no me lo creo.