A través del tiempo (2023)

EPÍLOGO

Con el paso del tiempo, se fueron acomodando las cosas para todos ellos. Saúl se instaló definitivamente en Valencia junto a Paula y María, al fin habían logrado construir la familia que siempre habían querido ser.

Por otra parte Sonia tras darle muchas vueltas y analizar los pros y los contras que se le presentaban, tuvo que aceptar irse a vivir de nuevo a Alcalá del Júcar por amor. Lara, la hija de Lola y Gael acababa de nacer y para su juicio era injusto que él tuviera que dividir su tiempo entre las dos. Montó un pequeño estudio de fotografía en el pueblo para seguir disfrutando de la profesión que tanto amaba.

 

Cinco años después…

—Aún no me creo que estemos en casa—Paula se sentó junto a María con una de las mellizas en sus brazos.

—No pienso volver a pasar por esto ni loco ¿Me oyes?—María y su madre se reían de cómo se puso Saúl cuando Paula le informo que estaba de parto—Ten, coge a tu hermana, tengo que seguir descargando cosas del coche—le pasó a la otra niña que aún seguía dormida.

—Te quejas tú, pero la que ha dado a luz a dos bebés he sido yo. ¡Qué exagerado que es este hombre!—gritó para que la escuchara.

—¡Ay mamá! No te burles que el pobre estaba muy nervioso hasta que pudo entrar a verte. Yo pensaba que lo echaban del hospital.

—Es que si no me burlo ahora ¿Entonces cuando? —Saúl volvió a entrar en casa y se quedó mirando a las cuatro mujeres de su vida.

—Yo no sé qué he hecho para merecerme esto—se sentó al lado de María—Pero me alegro de teneros a mi lado a todas y cada una de vosotras.

—Eres un gruñón, pero te queremos con locura—ambos se sonreían como dos quinceañeros y eso a una ya adolescente María, le daba vergüenza.

—¿Podéis parar? Hay menores delante—dijo señalando a sus hermanas y a ella misma—Toma—le volvió a pasar la niña a Saúl—Tengo que irme.

—¿A dónde vas? ¿Con quién?—se interesó Saúl.

—A dar una vuelta con mis amigos y eso—le dio un beso a cada uno—Volveré pronto.

—No me gusta que salga tanto, aún es pequeña y esto no es el pueblo—comentó Saúl.

—Por si no te has dado cuenta, María ya no es una niña. Entiendo lo que sientes porque a mí me pasa lo mismo. Es responsable y nada tonta, hay que darle un voto de confianza.

—Yo confío ciegamente en María, en los que no confío son en esos niños amigos suyos, en uno en especial—gruñó.

—Pues me temo que no te va a quedar más remedio que aguantarte—ambos miraron a sus hijas recién nacidas que dormían plácidamente—Y esto no ha hecho más que empezar.

Esas pequeñas habían llegado a una familia ya consolidada. Saúl se había convertido en un socio más del estudio de arquitectura y Paula consiguió estudiar el máster que quería y trabajaba en un gabinete de psicopedagogía, las cosas les iban muy bien en general y la llegada de las mellizas fue la guinda del pastel.

Esa misma noche, Paula y Saúl estuvieron hablando sobre María. Temían que con la llegada de las niñas se pudiera sentir desplazada o menos querida que antes. Aunque ella actuara como si fuera mayor y supiera todo sobre la vida, sólo tenía doce años y para María el cambio de vida también era grande. Así que después de cenar y de acostar a las mellizas, Saúl fue a buscarla para hablar con ella, que para variar estaba encerrada en su habitación escribiéndose con sus amigos.

—¿Puedes venir un momento al salón?—le pidió.

—¿Tiene que ser ahora?—estaba teniendo una conversación muy importante con su mejor amiga.

—Sí, y deja el teléfono aquí ¿Quieres?—la chica le bufó y pasó por su lado dejando el móvil sobre el escritorio—Gracias por tanta amabilidad—echaba de menos a la María de cuando era más niña y abierta con él. Sabía que la adolescencia era sólo una etapa pero deseaba que se hubiera quedado pequeña para siempre.

Cuando llegaron al salón, Paula estaba allí también y María se olía que se avecinaba charla.

—A ver ¿Qué pasa? ¿Por qué tanto misterio?

—Cielo ¿Estás bien?—su madre se sentó a su lado y le puso una mano sobre su rodilla.

—Sí, muy bien—hubo un silencio incómodo que ella misma rompió—¿Por?

—Sabemos que en pocos meses ha habido muchos cambios en casa y que puede que te hayamos descuidado un poco y ahora con las niñas aquí, no queremos que te sientas mal porque las tres sois igual de importantes—Saúl trataba de hablarle con las palabras adecuadas para que no se pusiera a la defensiva—Para mí, no hay diferencia entre ellas y tú, al igual que para tu madre tampoco.

—Yo eso lo sé, siempre me has querido igual que mamá a pesar de…todo—la chica clavó su mirada en el suelo—Pero comprendo que mis hermanas sí son algo tuyo de verdad y es normal, yo lo acepto y no… me importa…

—Justo por lo que acabas de decir, es por lo que estoy preocupado—le alzó la cara y pudo ver que la niña tenía los ojos llorosos—No quiero que pienses eso nunca ¿Me oyes?—María asintió mientras se limpiaba las lágrimas en silencio—Me da igual lo que diga tu ADN, tú eres mi hija y punto. Así lo siento, y yo quiero que tu también lo sientas—una tímida sonrisa salió de los labios de María, ella llevaba sintiéndolo muchos años, no hacía falta que se lo dijera—Así que tengo algo que proponerte.




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