Hola a todos! De nuevo estoy por aquí con otra historia. Soy relativamente nueva en esta aventura y me encantaría saber de ustedes y de lo que opinan sobre lo que escribo.
Les invito a leer mi otra novela en esta misma plataforma. Gracias por su tiempo, espero disfruten la lectura.
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Y aquí me encontraba, del brazo del primer hombre en mi vida. Vestida de blanco, con el velo que habían usado las mujeres de mi familia durante mucho tiempo, era una tradición; mi madre lo había usado, mi abuela, la abuela de esta y así sucesivamente. Mis piernas parecían gelatina, sentía que en cualquier momento caería; sin embargo, sabía que mi padre nunca me soltaría. Era su única hija, la luz de sus ojos.
Hoy se encontraba melancólico; no había sido el mismo de siempre. Mas de una vez lo había atrapado mirándome fijamente mientras daban los últimos retoques a mi vestido e incluso cuando tomamos desayuno en familia. Hoy me iba de casa para siempre. A pesar de que ya no vivía con mi padre hace bastante tiempo, aquel lugar había sido testigo de mi niñez y de cada una de las etapas de mi vida hasta el día de hoy. Los brazos de mi padre siempre habían sido mi refugio, por mucho tiempo fuimos él y yo contra el mundo. Mi madre había muerto cuando yo tenía 5 años. Él no volvió a casarse, se había dedicado exclusivamente a mí; cuando cumplí 22 años y conseguí un trabajo estable supe que era mi momento de cuidar de él.
Mi padre siempre había buscado lo mejor para mí; a pesar de haber tenido la oportunidad de volver a enamorarse, de volver a casarse; siempre me había puesto a mí por sobretodo. Yo hice lo mismo con él, cada logro era para Dios y para él, cada sueño que tenía también. Igual que él, solo buscaba lo mejor para nosotros.
Cuando tenía 15 años mis amigas ya tenían un enamorado, yo vivía enterrada entre libros y apuntes; y aunque los chicos me fastidiaban yo los ignoraba. Pero todo cambio cuando ingresé a la universidad, sin querer encontré al chico que ahora me esperaba en el altar.
Cuando se lo conté a mi padre, se mostró un poco reacio. A pesar de ello empecé a salir con aquel muchacho; mi padre insistía en que debía invitarlo a cenar y conocer sus intenciones. Un poco anticuado para algunos talvez, para mi padre era lo correcto, él había hecho lo mismo cuando cortejaba a mi madre. Al principio tuve temor, era el primer chico que había lograr llamar genuinamente mi atención y quizás mi padre lo ahuyentaría; sin embargo, comprendí que, si él se negaba a darle la cara a mi padre, no habría futuro para nosotros. Aquel muchacho no me decepcionó.
Nuestra relación no fue fácil; él tenía sus sueños y yo los míos e intentábamos encontrar un equilibrio entre ambos. Sin embargo, hubo un tiempo en que nuestro esfuerzo no fue suficiente.
A pesar de ello, hoy nos encontrábamos aquí, dispuestos a unir nuestras vidas y embarcarnos en esta nueva aventura denominada matrimonio. El tiempo nos había hecho madurar, las experiencias vividas nos habían ayudado a crecer. El amor que una vez nos unió había vuelto a florecer.
—¿Estas lista mi pequeña cerebrito? Sabes que puedo sacarte de aquí sin ser vistos, solo dame luz verde—reí ante las ocurrencias de mi padre. Le di un apretón a su mano.
—Gracias papi, pero quiero casarme con ese hombre. He esperado mucho por él.
—Está bien pequeña, si es lo que deseas—dijo con resignación—. Estoy muy orgullo de ti mi niña, siempre vas a tener mi apoyo y mi casa por si decides separarte de él.
—Eres muy considerado papi, pero estoy segura que seré feliz. Algo en mí me dice que este es el momento y él es el indicado.
—Yo también creo que lo es—me sonrió—. Ya es hora pequeña. No te preocupes yo voy a sostenerte.
La marcha nupcial empezó a sonar y yo empecé a caminar. Nuestras miradas se encontraron, su sonrisa se ensanchó, sus ojos se llenaron de lágrimas, un te amo salió de sus labios. Sí, definitivamente la espera había valido la pena.