A Través del Tiempo

Capítulo 13- Este plan apenas comienza

Esther, sentada en el borde de la cama del cuarto de Edwyn, con las manos apretando la colcha áspera. Mientras sentía el aire del cuarto que olía a madera húmeda y a vela consumida. Había estado repasando mentalmente una y otra vez lo que debía hacer, como si eso le diera seguridad... pero la verdad era que cada minuto que pasaba aumentaba su ansiedad.

"¿Y si me descubren? ¿Y si digo algo extraño? ¿Y si...?"
Sacudió la cabeza para callar esa vocecita insistente en su mente.

En ese momento, la puerta se abrió con un leve chirrido. Edwyn entró con pasos sigilosos, cerrándola rápido tras de sí. Se inclinó hacia ella, bajando la voz a un susurro nervioso:

-Ya llegaron mis padres. Aún no aparece Tamara, pero es cuestión de tiempo. Prepárese... tendrá que salir por la ventana en cuanto yo le avise.

Esther tragó saliva. Su pecho empezó a subir y bajar más rápido.

-¿Tan pronto? -murmuró.

Edwyn asintió con firmeza.

-Recuerde lo que le dije: cuente cuatro días. Iré por usted el cuarto día en la tarde. -Su mirada estaba cargada de preocupación-. No sé si va a salir ganando o perdiendo en esto, pero hay algo seguro, si descubren algo raro... la acusarán de bruja.

Esas últimas palabras cayeron como un balde de agua fría.

Él, lleno de ansiedad, añadió en voz baja, casi clavándole la advertencia en la frente:
-Cuidado mete la pata. De usted depende sobrevivir en esta época.

Esther intentó disimular con una sonrisa nerviosa y un gesto despreocupado.
-Claro, pfff... no te preocupes -soltó con un jeje forzado, girando el rostro hacia un lado para evitar su mirada.

Pero Edwyn no se dejó engañar. Se acercó hasta quedar frente a ella. Le puso las manos firmes en los hombros, obligándola a mirarlo a los ojos. Su tono cambió: ya no era el Edwyn irónico ni molesto; era serio, directo, distinto.

-Esto es en serio, Esther. Esto depende más de usted que de mí. No voy a estar ahí cubriéndole las espaldas. Sé que es una chica inteligente, me lo ha demostrado... -hizo una breve pausa, bajando un poco la voz-. Parece que está muy nerviosa con este plan, pero no quiero que lo esté.

Ella lo miraba fijamente, con los ojos grandes y brillantes.

-Confíe un poco más en sí misma. Si deja que los nervios le ganen, se descubrirá la mentira... y puede estar en peligro. Le digo las consecuencias no para asustarla, sino para que se enfoque en nuestro objetivo.

Sus palabras golpeaban como campanadas en su mente.

-Usted dice que viene del futuro, que entrenaba para viajes en el tiempo. Entonces créame... esto no es nada en comparación. Esta misión es pan comido. Así que tranquila. Yo confío en usted. Salga ahí y haga la mejor actuación de su vida.

El discurso la dejó sin aliento. Esther lo contemplaba con asombro, como si de pronto viera una faceta de Edwyn que nunca había imaginado. El joven que siempre parecía quejarse de ella... ahora le estaba dando ánimos, alentándola con una intensidad que ni sus propios padres habían tenido jamás.

Un calor extraño le subió al rostro, un ligero sonrojo que no podía disimular.

En ese instante, algo cambió dentro de ella. Su cara pasó de la inseguridad al brillo decidido. Se levantó de golpe, puso los brazos firmes a los costados y lo señaló con el dedo, casi como si estuviera aceptando un reto.

-Vas a ver, Edwyn. Todo saldrá perfecto. No voy a ponerme nerviosa, y Tamara va a amarme después de estos días. ¡Hasta voy a hacer que se arrepienta de querer arruinarnos la vida con un matrimonio arreglado!

Edwyn arqueó las cejas, sorprendido por la repentina transformación. Por un segundo, creyó que estaba exagerando... pero no pudo evitar que se le escapara una pequeña risa contenida.

-Conque sí... -dijo mientras giraba para salir-. Ok, entonces dejo todo en sus manos.

Se dio media vuelta, abrió la puerta y salió rumbo a la sala, cerrándola tras de sí.

El silencio quedó instalado en el cuarto. Esther todavía tenía los brazos tensos, pero poco a poco su euforia empezó a tambalear. Una corriente de aire se coló por la ventana, agitándole el cabello y apagando una de las velas. En la penumbra, la sensación de soledad se hizo más fuerte.

"Ahora estoy sola... se siente como si la única persona que tengo en el mundo... se esfumara", pensó, sintiendo un vacío extraño en el pecho.

Sacudió la cabeza bruscamente, regañándose a sí misma.
"¡Qué tonterías pienso! No se va a morir ni nada parecido. Vamos a volver a vernos. Pero... espera... ¿por qué quiero estar siempre con él? Uy, no. Mejor dejo de pensar en eso... que se me pone la piel de gallina."

Esther apretó los labios, se cruzó de brazos y trató de recomponerse.

Con un poco de torpeza, Esther trepó por la ventana del cuarto de Edwyn. El marco de madera estaba húmedo y resbaladizo por la lluvia reciente, y por un instante pensó que iba a quedar atrapada entre los barrotes. Con un último esfuerzo, logró impulsarse hacia afuera y cayó de bruces en el montón de heno que alguien había dejado en el suelo. El golpe le sacó un quejido y una nube de polvo que la hizo estornudar.

-Perfecto... una entrada triunfal -murmuró, sacudiéndose pajitas del cabello.

Se incorporó y empezó a caminar por el sendero que Edwyn le había descrito. Las ramas crujían bajo sus pasos y el viento le azotaba el rostro con ráfagas heladas.

Esther había logrado llegar al punto exacto del sendero donde Edwyn le había indicado que debía esperar a Tamara. Se acomodó junto a un árbol, con la vista fija en la curva del camino. El viento soplaba con fuerza, revolviendo las ramas y azotando su cabello. El frío se le colaba por la ropa como agujas invisibles, haciéndola estremecerse. Se abrazó a sí misma, frotándose los brazos, pero ni así lograba espantar el temblor.

"Ni el viento va a tumbarme... no hoy", pensó con determinación, aunque por dentro se le entumecían los dedos.

De pronto, escuchó un crujido tras los arbustos. El corazón se le aceleró, y antes de poder reaccionar, una mano se posó sobre su hombro.




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