A tus pies

Prólogo

El entrenamiento de polo de la tarde no había resultado satisfactorio para Nicholas, menos aún cuando su chofer le había indicado que su padre lo esperaba puntual en la sede de su oficina central.

Él odiaba asistir a ese lugar. Se sentía ofuscado y descompuesto. Nicholas odiaba toda situación que lo hiciese sentir en desventaja y el tener que ver a esa odiosa mujer era una de ellas. ¿Cómo podía seguir su vida normalmente cuando a su memoria llegaba la imagen de su padre arremetiendo furiosamente contra ella sobre su escritorio?

El auto nuevo y la multiplicación de su mesada no fueron incentivo suficiente para que cada vez que viese a su madre no deseara arrancarse la tráquea con sus propias manos. Su padre lo había dicho y él reafirmado su concepto; todas las personas tenían un precio.

Traidor, sucio, escoria. Eran las palabras que se repetía incansablemente.

—Hola, Nicholas —dijo la simpática muchacha que hacía de recepcionista para su padre, interrumpiendo el escabroso rumbo de sus pensamientos. —Oh, te interesan las revistas de ciencias —continuó al no recibir respuesta y viendo el conjunto de libros bajo su axila. — Deberías probar con leer la National Geographic.

Sonrió. Ah, las personas tendían a pensar que popularidad significaba lo mismo que calidad.

—¿Mi padre? —respondió en su lugar evitando cruzar más palabras de las necesarias con ella. Nadie en ese lugar era de fiar, y menos las mujeres.

La joven lo anunció con su progenitor y él le dio la bienvenida. No que fuesen necesarias, pero a su padre le gustaba guardar las apariencias de hombre correcto y excelente padre de familia.

Nicholas ya tenía idea de que era lo que tenían que informarle. Su ultimo año en la secundaria llegaba a su fin y como era costumbre en su familia, sería enviado a estudiar al extranjero.

—No quiero —le contestó al hombre que hablaba sobre su itinerario a partir de la semana siguiente. —No iré al extranjero a estudiar. Quiero concurrir a una universidad en esta ciudad, padre.

Su padre, en lugar de mostrarse ofendido o siquiera sorprendido por su respuesta, contestó con simpleza.

—¿Esta es la rebeldía de la adolescencia de la que tu terapeuta nos habló?

Nicholas acomodó sus gafas y sonrió, copiando como un espejo la fría expresión de tu interlocutor. Cínico, su padre había convencido a su madre de enviarlo a terapia a causa de su insomnio cuando la verdad era, que todo se debía al sucio secreto que escondía y del cual se sentía cómplice.

—Entonces ya les advirtieron de ello —resopló fingiendo no sentirse dolido. — No quiero irme. ¿Quién sabe? Quizá la distancia afloje mi lengua.

Su padre se levantó de su asiento y acomodó las inexistentes arrugas de su pantalón de vestir.

—Eres brillante —dijo con orgullo. —Pero lo harás, y respetarás a raja tabla la agenda que mi asistente te enviará —se aclaró la garganta. —Viajaras a Suiza en un par de semanas y te comportarás como el jodido perfecto hijo que tu madre merece.

Y ahí estaba, el maldito anzuelo para hacerlo flaquear.

—¿Y tú? ¿Serás el hombre perfecto que ella merece? —contratacó con asco. Estar en esa oficina le provocaba nauseas. Recordaba nítidamente los sonidos de la mujer disfrutando plenamente de la anatomía de su padre.

Lo odiaba, los odiaba. La odiaba. Su rostro, no podía recordarlo con nitidez debido a que su padre, en una muestra de caballerismo había cubierto el torso y cabeza de ella con su cuerpo mientras ingresaba de vuelta a sus pantalones la erección que tenía.  

Lo que Nicholas no podría sacarse de la cabeza era el aroma, el perfume de esa mujer. Chanel n° 5.

—Tu madre tiene cáncer, Nicholas —su padre habló con expresión pétrea, pero sus ojos transmitían una tristeza imposible de ignorar. — Su última voluntad es verte como un hombre de bien, estudiando en Suiza y tomando el control de tu vida. Entiendo ahora que…

Pero él ya había dejado de oírlo.

El cielo cayó a sus pies. No podía ser. ¿Por qué la vida se empeñaría en hacerle eso a él o a su familia? Él y su madre iban a misa cada domingo, ellos ayudaban con la caridad de la iglesia e incluso, trataban de respetar los diez mandamientos…

¿Por qué?

Salió de allí sin emitir un sonido más. Necesitaba… no sabia que necesitaba, pero la calle ofrecía un engañoso refugio que, atestado de gente, permitía a un crio de diecisiete años, pasar desapercibido mientras caminaba con la cabeza gacha.

No supo cuando caminó. Solo que cuando las gotas de lluvia comenzaron a mojar su cabello alguien colocó un paraguas sobre su cabeza evitando que el agua hiciera estragos en su impoluta ropa.

—¿Estas bien? —preguntó la muchacha que sostenía en una mano su paraguas y en la otra la ñoña revista que había olvidado. —Hace frio, deberías resguardarte de la lluvia.

Él no contestó.

—Soy Dolores —sonrió a medias. —¿Quieres un café? —estaba a punto de responder cuando una pequeña brisa trajo consigo el cabello de la chica hasta su cara. El inconfundible aroma de su perfume inundó sus fosas nasales.

Nicholas se paralizó. Era ella. La poseedora del aroma del Chanel n°5.

 

 

 

 

 

 

VIVA EL CLICHÉ, NOS ENCANTA EL CLICHÉ.

GRACIAS POR DISFRUTAR CONMIGO ESTE VIAJE :)




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