A tus pies

DIECISIETE

Dolores colgó su teléfono sintiendo un nudo en la garganta. Su esposo la había llamado al borde del colapso para informarle sobre el incidente de la tarde en su oficina y los desastrosos resultados de ello.

Ella sintió en la medula el dolor que él le profesaba, ya que además de ser el abuelo de su esposo, Dolores admiraba de todo corazón al señor Baron. Ese hombre había sido el primero en darle una oportunidad laboral y se había comportado muy fraternal con ella desde el día uno de conocerlo.

Dolores le avisó a Lisa que salía y tomando el auto que su esposo había dejado a su disposición se encaminó al hospital con la esperanza de servirle de consuelo.

“Ya ha sido transferido a la unidad coronaria de la UCI*.”

Nicholas terminó de enviar el texto a Dolores y desató el nudo de su corbata. Sentía la garganta seca y decidió ir a comprarse algo para beber.

De reojo vio al médico de cabecera que trataba a Elena Vega ya que ella estaba internada en el mismo hospital al que había sido derivado su abuelo.

Nicholas estaba por acercarse a saludar, cuando una de las enfermeras llegó con su padre hasta donde el medico se encontraba. Fue imposible ignorar el gesto de reconocimiento del hombre para con su progenitor.  

—¿Señor Richardson? —saludó él y Nicholas frunció el ceño al saber que él no había oído mal. Su padre había sido llamado por otro apellido. —¿En qué puedo ayudarle?

Nicholas se quedó rezagado a un lado y esperó a que Harrison hablara con el doctor. Al mismo tiempo la enfermera que momentos antes había acercado a su padre hasta el profesional pasó frente a él.

—Disculpe señorita, buenas tardes. Mi nombre es Nicholas Baron —él la siguió por uno de los pasillos. Estaba convencido de que ella podría darle la información necesaria para entender por qué el medico había saludado a su padre con otro nombre. — Soy el tutor de los hijos de la señora Vega. ¿Ese hombre quién era?

Ella lo miró sospechosamente y no se dejó convencer por sus bonitos ojos ambarinos. Nicholas entonces intentó con otra estrategia. Él fingió estar muy preocupado por las personas que se acercaban a Elena, siendo que en su declaración jurada ella no tenía familiares cercanos.

Eso pareció convencer a la joven enfermera, que, a riesgo de parecer antipática con el sexi hombre frente a ella, dejó de lado el profesionalismo y terminó por contarte su verdad.

—Oh no, no se preocupe. Ese es el señor Richardson —aclaró. — Él fue quien llamó a la ambulancia que trasladó a la señora Elena hasta el hospital. De no ser por él, ella hubiese muerto en el lugar del accidente.

—¿Qué?

***

Dolores tarareaba una canción sin ritmo ni letra. Tarareaba una simple melodía para distraerse del aroma hospitalario que regresaba a alterar sus sentidos.

Ella había llegado hacia escasos cinco minutos, pero lamentablemente no se había encontrado con Nicholas. Con quien sí tendría el gusto de encontrarse era con su estimado ex jefe y su actual padre político.

Sonrió por la ironía del destino. El mismo hombre que tantas veces la había menospreciado y tratado de inútil poco profesional, a raíz de que ella enviase mal el ramo de flores elegido para su conquista de turno, ahora debía ser considerado parte de su familia.

Dolores vio llegar al señor Harrison hasta su lado y mirarla despectivamente. Pues bien, se dijo con sarcasmo, los buenos lazos con la familia debían comenzar a cultivarse en algún momento, ¿no?

—¿Qué haces tu aquí? —preguntó él de mala manera.

—Hola, señor Baron— ella notó los golpes en su rostro y exhaló sonoramente. —Veo que usted fue la otra parte del altercado de esta tarde en la oficina.

—Eso no tiene por qué importarte.

Ella sonrió de medio lado.

—Claro que me importa —contestó la pulla con altanería. Ahora si se creía capaz de enfrentar a ese hombre déspota y egocéntrico. Dolores nunca había querido reconocérselo, pero el tiempo trabajado con Harrison la había hecho agradecer el gran cambio que Nicholas había significado. — Si mal no recuerdo ahora somos familia, y lo que sea que le pase a mi suegrito adorado, me afecta. Siempre y cuando eso mismo no dañe a mi esposo. No suelo comportarme tan empática cuando las personas más preciadas para mi son lastimadas.

—¿Que dices? —contestó Harrison sin poder creer lo que allí pasaba. Tuvo que tragar grueso para poder procesar la situación.

En esa estéril sala de hospital, la insulsa mujer que hasta hacia un par de meses atrás limpiaba con su lengua el piso por donde él caminaba, ahora era la misma que lanzaba oraciones con doble sentido en su contra.

¿Es que el mundo se había vuelto del revés y él era el único que no lo notaba? ¿O desde cuando las mujeres como Dolores Martin se creían con el derecho de siquiera dirigirle la palabra?

—Lo que se imagina, señor Baron —siguió ella. — He hablado por teléfono con Nicholas y por los antecedentes entre ustedes dos, puedo suponer que la causa del infarto de su padre ha sido a raíz del pleito entre ustedes.

Ah, a Harrison le ardió en el fondo de sus entrañas la confirmación de sus sospechas. El único que no encajaba allí era él mismo. Todos a su alrededor parecían confiar y apoyarse los unos en los otros, menos él.

—No seas una igualada, señora Martin… ¿Piensas que por tener un insignificante amorío con mi hijo tienes derecho de juzgar mis acciones?

Dolores lo cortó con un gesto sutil de su mano.

—Déjeme decirle esto de manera educada y mientras me dura la paciencia —ella respiró profundamente. — Le advierto que no dejaré que sus acciones dañen a alguno de sus hijos.

Harrison pensó que este era el colmo.

—¿Estas amenazándome? —rio de manera despectiva. — ¿Tu… una simple secretaria venida a más simplemente por cumplir con los deseos de su jefe? ¿Tienes idea de quién soy?




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