A un Callejón de Distancia.

Capitulo 2.

     El día se nos había pasado tan rápido con nosotros entretenidos en organizar y ordenar los diferentes espacios del apartamento que ni siquiera habíamos pensado en que íbamos a cenar. 

- ¿Les apetece pizza o comida china? 

-Definitivamente será pizza mamá. 

-Muy bien si Theo está de acuerdo entonces pizza. 

    Miré a Theo sentado sobre mi falda y coloqué una mirada de cachorro que provocó la risa en él mientras asentía en acuerdo. Su risa era tan contagiosa que a los segundos mi madre también reía al igual que yo. 

-Sabes que eso es hacer trampa Peyton. 

-No si no emito palabras. 

-Como digas. 

-Iré a tirar los descartes al basurero. 

-La volqueta del edificio está junto a la puerta de emergencia en el callejón. 

- ¿En serio? 

-Si, al parecer la compartimos con el edificio en junto. 

-Genial. 
    

   

Estaba por salir cuando mi madre me llamo la atención con su usual tono de “No tienes brecha para protestar.” 

-Y Peyton. 

- ¿Sí? 

-Si te encuentras con alguno de nuestros vecinos en el camino, por favor no seas tu habitual tú. 

- ¿Quieres que no esparza miel y azúcar para ellos?   

-Sabes a que me refiero Peyton. 

-No, no sé de qué me hablas. 

-Peyton, el edificio no está listo para tu gran paquete de ironía y sarcasmo. 

-Lo siento ma, pero quién quiere tener cierta cercanía con Peyton Parcker debe aceptar el combo completo. 

-Porque no te colocas una etiqueta mejor. 

- ¿Quién es la irónica ahora?   

    Me marché antes de que me respondiera y recogí las cajas de descarte por el camino para deshacerme de ellas. Por el camino me crucé a una feliz pareja que era notorio su urgencia por entrar a su apartamento, siguiendo la orden de mi madre yo sonreí lo más amable que me fue posible y escupí un insulso “Buenas noches. Y vaya que al parecer la tendrán.” No se si decidieron ignorarme por mutuo acuerdo o simplemente les dio igual mi comentario a sabiendas de que tenía razón. Resulta que terminé perdiéndome; ¿Quién diría que podría perderme en un edificio que se había convertido en mi nuevo hogar? Luego de bajar otra escalera suspiré aliviada al descubrir la puerta de emergencia roja, grande y oxidada al final del pasillo. Era increíble como la puerta que se supone debía ser el salvavidas de todos los residentes del edificio estaba ubicada en el peor lugar de todo el sitio y por supuesto en la última planta en dónde también estaba la puerta principal. Al arquitecto de tal maravilla debían de hacerle un monumento a la originalidad o quizá a la estupidez ya que tuve que sortear un minúsculo pasillo para llegar a la puerta de emergencia y como si fuera poco hice malabares para abrirla. Cuando salí al callejón descubrí que esté apenas era iluminado por una pobre luz parpadeante, busque con los ojos entrecerrados la volqueta que a pesar de ser de tamaño considerable no era fácil de hallar sin buena iluminación. Tenía los brazos acalambrados cuando descubrí que estaba a seis pasos de dónde estaba parada; estaba por levantar mis brazos para depositar las cajas cuando algo engancho mi blusa e insistía en no dejarme ir. Entré en pánico y solté las cosas haciendo un desastre en el suelo, pero eso poco me importaba. Mi urgencia en el momento era zafarme de quién me estaba sujetando y tras varios tirones rajé mi blusa en el costado, pero logré liberarme. Cuando volteé lista para patear a mi atacante descubrí con enojo que no era humano, no siquiera tenía vida ya que se trataba del manubrio de una motocicleta que se había atascado en la costura de mi camiseta. 

- ¡Maldita porquería! 

    Le eché un breve vistazo a la rotura de mi blusa y supe de inmediato que ni la mejor modista lograría remendarla sin dejarla ceñida por la costura, eso solo hizo que mi cólera aumentará y decidí que si pateaba al objeto inanimado me sentiría un poco mejor. 

- ¡Tu maldito cachivache! ¡Está era mi camiseta favorita y tú la arruinaste! 

    Propine una patada lo suficientemente fuerte que de ser de carne y hueso probablemente habría saltado del dolor, pero en este caso la condena cosa era metálica por lo que solo yo salí herida. Y aun así continúe golpeándola mientras de mi boca salían maldiciones que de haber estado mi ma’ presente probablemente me habría acomodado las ideas. 

- ¡Joder! ¡Maldición! ¡Carajo! ¡Diablos! 

-Cuantas maldiciones juntas; ¿Con esa boquita dices mamá y papá? 

    La voz masculina provino de entre las sombras y en la boca del callejón distinguí una silueta alta que se acercaba lentamente hacia mí. Me aparté rápidamente de la motocicleta con mi pie lesionado prácticamente a rastras. 

- ¿Contra quién estás descargando tu ira pequeña? 

    Él avanzó unos pasos más y cuando descubrió mi objeto de ira corrió velozmente hacia el; fue entonces que note su apariencia juvenil de unos pocos años mayor que yo. Su altura debía rondar en el metro ochenta y sus hombros eran anchos al igual que su espalda y sus manos grandes estaban toqueteando la moto por todos lados antes de gritar. 

- ¿¡A caso estás loca!? 

    Sacudí la cabeza para quitarme la neblina rosa pastel que había nublado mis sentidos por un segundo al estar analizando su apariencia y entonces logré procesar sus palabras. 

- ¿Disculpa? 

    El chico se volteó a verme y sus ojos conectaron directamente con los míos haciendo que perdiera el habla. Al principio creí que era una jugarreta de la escasa iluminación, pero entonces descubrí que en realidad él tenía los ojos de diferentes colores; el derecho era de un azul hielo intenso mientras que el izquierdo era mitad azul y mitad marrón rojizo como las hojas del otoño al secarse; ambos eran hermosos y envolventes atrapándote para no dejarte ir, hasta que abrió la boca de nuevo. 

- ¡Se trata de mi Mv Agusta F3 Rosso! 

- ¿De tu qué? 

-Mi motocicleta; es a lo que estabas pegándole niña. ¿A caso tienes idea de cuánto cuesta? ¿O de cuanto dolería un rayón? 

    Yo revolee los ojos con impaciencia ya que él me recordaba a un niño mimado cuidando de su preciado juguete como si fuera el único. Me agaché a recoger la basura desparramada en el suelo y comencé a revolearla dentro de la volqueta y así irme rápidamente de ese sitio. 

-Disculpa, pero aun así ¿No te parece demasiado exagerado actuar así? 

- ¿De verdad me preguntas eso? 

-Si, seguramente le llorarás a tus padres y ellos correrán a comprarte otra por más que esa aún esté 0 km así que no me jodas. ¿Ok? Nubecita de algodón de azúcar. 

- ¿Cómo me has llamado? 

-Nubecita de algodón de azúcar. 

- ¿Y eso a qué viene? 

-A que tú dulzura es tan duradera cómo un algodón de azúcar en manos de un niño. 

    Él comenzó a reírse, pero yo decidí que simplemente lo ignoraría. Lo único que deseaba era terminar de juntar la basura para regresar con mi familia. Para mí sorpresa el chico se agachó a mi lado y realmente creí que me ayudaría, pero en su lugar lo único que hizo fue quedarse allí observándome. Suspiré con indignación y fastidió, ya que era culpa de su motocicleta podría haberse ofrecido a ayudarme siquiera. Cuando me puse de pie y vote las cosas en la volqueta él aún seguía observándome en silencio, pero ahora estaba de pie junto al vertedero de la basura; un tanto nerviosa y con la paciencia al límite le pregunté bruscamente. 

- ¿¡Qué!? 

    Él solo se encogió de hombros y se tomó todo su tiempo para formular una simple y vaga respuesta. 

-Nada. 

- ¿Me estás jodiendo? 

-No, tu preguntaste “qué” y yo respondí “nada”. Pero si me sorprende que hallas deducido que mi dulzura dura tanto como un algodón de azúcar. 

- ¿Y qué con eso? 

-Jamás te trate dulce e incluso está es la primera vez que te veo por aquí. 

-Si genio, verás eso debe ser porque nos acabamos de mudar. 

-Oh, eso lo explica todo. 

-Como sea debo irme. Y, por cierto, no fue un gusto conocerte por lo que espero no volver a verte. 

-Pues eso va a estar un poco complicado. 

    Yo ya había emprendido mi camino hacia la puerta rengueando y al oír sus palabras me volteé. 

- ¿Y eso por qué? 

-Porque somos vecinos. Vivo en este edificio. 

-Oh genial. 

-Si, losé tendrás la suerte de cruzarte a diario conmigo así que… ¿Por qué no comenzamos de nuevo? Soy Carter Collins. 

-Carter Collins, te repito una vez más que no es un placer conocerte, ahora debo marcharme. 

   Cuando iba a cerrar la puerta tras de mí, note que Carter aún estaba siguiéndome, para mí fortuna el pie ya no me dolía tanto por lo que avanzaba con más rapidez, aunque aún sentía una ligera molestia. Al pie de las escaleras eche la cabeza hacía atrás y el muy idiota estaba ahí parado con una sonrisa en su rostro. 

- ¿Tu piensas seguirme toda la noche o qué? 

-No, solo hasta que me digas tu nombre. 

- ¿Y por qué carajos yo haría eso? 

-Porque yo te di el mío. 

- ¿Y qué con eso? ¿A caso yo te lo pedí? No, así que ya no me molestes. 

   Escuché el eco de unos pasos bajando apresuradamente por los escalones en nuestra dirección y me alegré a sabiendas de que al fin podría deshacerme de Collins, pero cuando la mujer se asomó sentí mi corazón paralizase. 

- ¡Peyton! Te estamos esperando y nos preocupamos. ¿Por qué demoraste tanto? Ven, vamos antes de que Theo nos extrae a amabas. 

- ¿Theo? ¿Tienes un perro? 

   Me volteé indignada por la pregunta y miré curiosa a Carter al tiempo que resoplaba. 

- ¡Por supuesto que no! Theo es un niño. 

-Oh, lamento la confusión entonces. 

    Mi madre que siempre interpreta mal las cosas sonrió ampliamente en nuestra dirección y sus ojos brillaron de emoción antes de hablar alegremente. 

- ¡Peyton! ¿Por qué no me dijiste que tenías compañía? De haber sabido que estabas conociendo a un vecino no habría venido en modo madre preocupada. 

    Entonces, como si el idiota tuviera una máquina expendedora de estupidez en lugar de boca, volvió a lanzar otra frase tan cliché que incluso mi madre se rio. 

- ¿Usted es su madre? Y yo que creía que era su hermana. 

-Oh, además de guapo sabe cómo hacer cumplidos. Peyton ¿Por qué no me lo presentas? 

-Créeme mamá cuando te digo que no te pierdes de nada, no es la gran cosa y cuanto menos te encariñas con él mejor. 

- ¿Por qué dices eso? 

-Es que desafortunadamente no creo que volvamos a verle. ¿Verdad Carter? 

- ¿Con qué te llamas Carter? 

-Si señorita, me llamo Carter Collins y es un placer intercambiar palabras con tan bella mujer. 

- ¡Oh calla niño! Podría ser tu mamá. 

-Yo dudo mucho eso. 

    Sentí arcadas al escuchar que ambos se hablaban con tanta confianza ignorando mi presencia en el sitio. 

-Mi nombre es Lara Parcker. 

-Una vez más debo decir que es un placer conocerla. 

-Peyton. 

- ¿Mamá? 

-Dime que has tenido la amabilidad de invitar a tu nuevo amigo a cenar. 

   De la sorpresa por su repentina loca idea las palabras se atascaron en mi boca y se peleaban por salir y formular una oración en la que dejara bien en claro que ni aunque fuera mi única fuente de vida, lo invitaría, pero por supuesto mientras mi cerebro trabajaba en eso mis ojos conectaron con los de mi madre y perdí la batalla. 

-Yo no diría que somos tan cercanos para llamarnos amigos mamá. 

- ¿Pero si lo invitaste? 

   Ella se veía tan feliz e ilusionada al creer que al fin me estaba abriendo con alguien después de tanto tiempo que algo en mi interior se ablando negándose a desilusionarla; una vez más. 

-Estaba justo por hacer eso mamá, pero Carter mencionó ahí fuera que está noche tenía cosas que hacer. ¿No es así Carter? 

    Lo miré a los ojos significativamente haciéndole entender que no tenía otra opción que seguirme la corriente, pero él decidió no hacerlo. 

- ¿En serio? Bueno, esos planes siempre pueden esperar. 

- ¡Perfecto! Está noche haremos cine mientras cenamos pizza. ¿Te gusta la pizza Carter? 

- ¿Cómo no gustarme? La cómo todo el tiempo. 

-Bien, entonces vayamos al apartamento. Peyton ¿Estás bien? 

   Mi madre frunció el ceño mientras señalaba mi pie apenas apoyado en la punta de los dedos para dejarlo descansar. 

-Si, es solo que tropecé con una chatarra parecida a una motocicleta y me duele un poco aún, aunque ya no duele tanto como al principio. 

- ¿Segura que puedes subir cariño? 

-Por supuesto ma. 

-No se preocupe señora Parcker. Yo me haré cargo de que llegue sana y salvo. 

- ¿Qué? ¿De qué hablas? 

    Pero antes de lo que esperaba mi pregunta fue respondida cuando el idiota paso su brazo por mi cintura y el otro por el pliegue de mis rodillas y me elevó en sus brazos. 

- ¡Oye! ¡Suéltame! 

- ¿Porqué? Solo te estoy ayudando. 

   Mi madre ya había desaparecido escaleras arriba luego de agradecerle amablemente y con una amplia sonrisa en su rostro. 

- ¡Exijo que me bajes ahora! 

-Muy bien pequeña. Tus deseos son órdenes. 

   Él simplemente aflojó sus brazos y me dejó caer libremente al suelo. Para mí fortuna suelo tener excelentes reflejos por lo que pasé mis brazos alrededor de su cuello para no terminar en el suelo y él a su vez volvió a sujetarme. 

- ¿¡Eres idiota o qué!? 

-Me dijiste que te soltara ¿O no? Y realmente te veías amenazante mientras lo decías. 

-Oh ya cállate y súbeme si ya comenzaste con esto. 

-Lo que usted mandé capitán. Ahora, mi duda es… 

    Yo revolee los ojos mientras contaba los escalones poco iluminados que faltaban para llegar a nuestro piso; afortunadamente no eran muchos. 

-¿Y ahora qué? 

-¿Por qué no utilizaste el ascensor? 

    Yo lo miré repentinamente creyendo que me estaba haciendo una broma, pero al ver su exótica mirada sería supe que hablaba en serio. 

-¿Me estás diciendo que hay un ascensor en este edificio? 

-Hasta donde yo se, si. 

   Cuando llegamos a la cima mi madre nos esperaba pacientemente con alegría en su rostro y sus ojos vivaces. 

-Mamá. 
 




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