A un Callejón de Distancia.

Capitulo 19.

       Al terminar de cenar, mi madre se encargó de dormir a Theo mientras Carter y yo lavamos la loza. Ambos estábamos realizando la labor en silencio, hasta que él lo rompió con una pregunta extraña. 

-Peyton, acaso tú ¿abriste la puerta? 

    No respondí inmediatamente. Me concentré en enjuagar un plato y recién cuando decidí que estaba bien le respondí mientras le entregaba el trasto. 

-No. No abrí la puerta, fui interrumpida por neandertal.  

-Ah, lamento eso, pero ¿Qué habr8as hecho tu en mi lugar? 

-Seguro no gritar como tú lo hiciste. 

    Solo me distraje un segundo para verlo y ese segundo basto para que me entrara jabón directamente en la herida del dedo. Rechinen los dientes mientras lo enjuagaba, pero las manos de Carter fueron más veloces y tomaron mi dedo. Lo acerco a su rostro y lo examinó detenidamente. 

-También te advertí que esto te pasaría.  

-Aja.  

-No digas “aja” sabes que si lo hice, pero eres tan necia. Solo ven. 

-¿A dónde? 

-Al baño. Ahí es donde está el botiquín ¿Cierto? 

    Simplemente asentí con la cabeza y cerré el grifo para no desperdiciar agua. Cuando salimos de la cocina, podría jurar que vi a mi madre escabullirse dentro de la habitación de Theo. Seguro estaba escuchando a hurtadillas. Otra vez.  

-Primero, voy a desinfectar el área y por lo que pude observar no tienes restos de loza.  

-Con una curita debería bastar, en serio no es para tanto. 

     Carter me miró con rostro serio y sus ojos brillaron con diversión mientras sacaba el alcohol del estuche junto con el algodón. 

-¿Quién es el doctor aquí señorita? No es usted… 

-Y ciertamente tú tampoco. 

-No, pero el novio de tu madre si. 
-Oye, eso es un golpe bajo incluso para ti. 

-Entonces estate quieta y déjame curarte. 

      Sus dedos fueron suaves y delicados curando mi herida. Cada roce hacía mi piel vibrar de emoción y la exaltación aceleraba mi corazón a niveles alarmantes. Temía que él lo escuchará en cualquier momento. Cuando el dedo ya estaba cubierto con una curita, Carter me indico que me pusiera de pie. 

-¿Y ahora qué? 

-Quítate la camiseta. 

-¿¡Qué!? 

-No te emociones, además sería justo. Tu ya me has visto sin ella.  

-¡Pero es diferente! 

-¿Por qué? 

-¡Porque eres hombre! 

-Ah, es eso. ¿Y crees que por ser hombre no tengo pudor? 

-¿A caso si? 

-Lastimas mis sentimientos y me ofendes. Pero, no te preocupes, solo quiero revisar tu herida. 

    Sorprendida me di cuenta de que Carter veía más de lo que decía y sentía empatía también. Subí mi camiseta con cuidado de no rozar el lugar magullado. Él poso una mano a cada lado de mi cintura cuidando de no tocar en el sitio adolorido y me volteo suave y lentamente hacia un lado. Oí como silbaba por lo bajo para chasquear la lengua con frustración. 

-¿Tan mal se ve? 

-Mal sería en un buen día, esto está fatal Parcker. Dime ¿Cuándo naciste no llegaste con un instructivo o advertencia ? O como hacía tu madre para controlar tu torpeza? 

-No lo hacía. Tengo una lista de cicatrices en diferentes sitios por caídas, golpes y peleas.  

-¿Peleas? 

    Preguntó elevando una ceja mientras sus labios se torcían en una media sonrisa cautivadora a través del espejo.  

-Digamos que cuando era más pequeña solía pelear con mis compañeros. Eso me metió en muchos problemas y causó que no tuviera amigos. 

-Lamento decirte que no a cambiado en lo absoluto. Lo de las peleas.  

-Tu tampoco me la pones fácil.  

-Ya. Necesito que te estés quieta. Quizá te duela un poco. 

    Sentí el rocé de un pedazo de algodón raspar en mi cadera y apreté los labios. 

-¿Te duele? – Negué rotundamente con la cabeza.- Eres una pésima mentirosa. 

-Y tu un excelente enfermero ¿Dónde aprendiste a curar tan bien las heridas? 

-Pues, al igual que a ti, solían gustarme las peleas: solo que las mías eran un tanto diferente a las tuyas. 

-¿Así? ¿Qué tanto? 

-No peleábamos por haberle quitado al otro el sitio donde comer en el comedor del instituto, ni por el mejor juego del patio. Lo hacíamos por haberle quitado el primer puesto en la carrera al otro o por el mejor auto en juego.  

-¿Entonces corres en carreras? 

-Corría, tiempo pasado. 

-¿Y quién solía ganarlas? 

    Él se rio un momento al tiempo que colocaba un vendaje en la herida de mi cadera con la misma suavidad y tacto que se toca el pétalo de una flor. 

-Nosotros éramos los reyes de las calles, solíamos ganar en casi cada carrera. Solo había una persona que podía competir con nosotros, pero generalmente lo hacía suciamente. 

-¿Nosotros? 

-Mi hermano. Mi hermano mayor y yo solíamos correr juntos. 

-¿Tienes un hermano? 

     Estaba tan sorprendida que me moví para verlo de frente. Pude ver la culpa y el dolor refugiados en sus hermosos y extraños ojos.  

-Si, lo tengo. Pero, no quiero hablar de él. Al menos no ahora.  

    Nuestras miradas se conectaron y perdí la razón de todo. Sus dedos recorrieron suavemente mi mentón y luego mi mejilla.  

-Lamento haberte asustado así antes, por mi culpa estás herida.  

-No, no es tu culpa. 

    Ambos estábamos susurrando y ninguno podía apartar los ojos del otro. Sus caricias eran tan suaves y delicadas que quería cerrar los ojos y acunarme en ellas. 

-Odio verte herida Pey; más cuando yo soy el que las causó.  

    Sus dedos se posaron en mis labios e instintivamente los entre abrí dejando salir un suspiro. Si otra mano apretó con delicadeza el lado bueno de mi cadera y mis manos, en su espalda, lo acercaron más a mi. Sentí su aliento cálido rosar mis labios deseosos de ser besados por los suyos, podría jurar que estos vibraban bajo su tacto.  

-Quiero besarte pequeña. 

-¿Y que te detiene?  

-Que estamos en el baño de tu casa y tú madre puede aparecer… 

    No me aguante. Si él no tomaba la iniciativa, entonces lo haría yo. Tome sus labios con los míos con hambre y avidez, afortunadamente él respondió con el mismo ímpetu. Si no es que más. Nuestras bocas se moldearon encajando a la perfección, mis manos acariciaban su espalda y luego sus anchos hombros; de repente estaban en su nuca sujetando sus cabellos y empujándolo aún más cerca de mí. No era suficiente, necesitaba más. Mi lengua se abrió paso hacia su boca y Carter gruño en respuesta mientras pasaba sus manos por debajo de mis glúteos para ayudarme a subir a la pileta. Enrede mis piernas en su cadera y lo atraje más hacia mi. El hambre que sentíamos era insaciable y queríamos más. Carter se apartó y me miró a los ojos; el deseo y anhelo estaban ahí junto a su respiración agitada. 

-Si no paramos ahora… no prometo lograr controlarme.  

-¿Y si no quiero que pares? 

-Pey. 

    Su tono era de advertencia, pero eso no me importaba, no en ese momento ni en ese estado. 

-Se que más tarde me agradecerás por esto. – Dijo mientras besaba mi frente con delicadeza y tomaba aire por la nariz como si se estuviera conteniendo.- Créeme, es igual de difícil para mí que para ti. Que descanses pequeña. 

    Fueron sus últimas palabras antes de marcharse dejándome sola, agitada, sin aire y sonrojada en el baño de mi casa. 
 




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