A un Callejón de Distancia.

Capitulo 27.

    Cuando Carter giro el picaporte se congelo antes de abrir la puerta. Se volteo y me miro seriamente a los ojos y me advirtió.  

-No puedes comentar nada de lo que veas ahí dentro. 

-¿Porqué? ¿Si lo hago tendrás que matarme? ¿O es que acaso escondes un cadáver?  

-Casi.  

- ¿Qué? 

-Tu solo promételo, por favor. 

-Está bien. Lo prometo.  

    Cuando la puerta se abrió lo primero que escuché fue el pitido de la vez pasada, uno que me recordó a las máquinas del hospital que están conectadas a los pacientes. La habitación estaba bajo el velo de la oscuridad y la única luz que se divisaba era tenue y azul; está emanaba desde una pequeña pantalla que miraba hacia la puerta de entrada. Pude ver lectores de signos vitales.  

-Entra, no temas. 

    Carter ingreso primero y con sumo cuidado se arrimo a la cama donde si no fuera porque se hizo a un lado, no habría notado que había alguien recostado en ella. Al acercarme más, note qué se trataba de un joven. Era atractivo y me recordaba a Carter, pero dentro de unos años. Su pecho subía y bajaba con tal tranquilidad que uno podría pensar que estaba sumido en un pacífico sueño, pero los cables saliendo de todas partes y auxiliares respiratorios delataban que no era así. 

-Peyton. Te presento a Adam Collins, mi hermano mayor.  

    Mire a Carter y luego al chico en la camilla, entendí porqué recordaba a él. 

-Adam, ella es Peyton. La chica de la que te he hablado estos días.  

     Me acerque a la camilla sin hacer ruido, no quería perturbar el lugar, solo quería observar mejor y entender que hacía allí.  

-¿Qué le paso? ¿Por qué está aquí y no en un hospital? 

    Carter suspiro resignando y se sentó en una silla junto a su hermano, tomó su mano y comenzó a hablar en un tono tan bajo que a penas era audible.  

-Adam y yo tuvimos un accidente, fue hace 5 años. Yo aún era un crío, pero era consiente de lo que hacía y de las consecuencias, pero eso no me quitó lo estúpido. Amaba las carreras y más aún cuando estás eran ilegales.  

    Tome una silla del rincón de la habitación y me senté junto a Carter, pero este no volteó a verme y en su lugar miró fijamente a su hermano. 

-Esa noche mi padre tenía una reunión en Washington y no regresaría hasta dos días después, así que convencí a mi hermano de ir a Nueva York a competir en una carrera callejera. Además , estábamos bien cubiertos ya que esa misma noche estaban realizando un carrera de motocicletas y la de autos era más discreta ya que en Nueva York suele haber tránsito rápido. Íbamos por la tercera vuelta e íbamos ganando el primer puesto en todas ellas, pero siempre existe un mocoso quejumbroso al que no le gusta perder. En este caso se hacía llamar Fast y era tan odioso que cuando me reto a una revancha acepte incluso en contra de la voluntad de Adam; mi hermano me advirtió que algo le olía mal, pero yo no le hice caso y Adam se sentó al volante, ambos somos buenos, pero él es mejor. Cuando estábamos por llegar a una intersección de semáforos vimos la luz roja, mi hermano quiso frenar.  

    Carter me miró y vi el dolor en sus ojos; las lágrimas estaban por derramarse sin restricciones. 

-Peyton…. Te juro que intento frenar, pero el freno no funcionó. Así que Adam quiso desviar el auto, pero Fast iba detrás nuestro y pecho nuestro auto con fuerza. En el cruce del semáforo un patrullero cruzó al mismo tiempo que nosotros fuimos embestidos y terminamos colisionando. Fast detuvo su auto junto al nuestro y se bajó de el solo para pararse junto a nosotros y burlarse mientras decía “Creo que perdieron está carrera”. Le suplique que revisara a los policías y los ayudara mientras yo intentaba ayudar a Adam, pero fue inútil. Se marcho dejándonos a mi hermano y a mi atrapados entre los fierros y sin auxiliar a los oficiales. Para cuando los paramédicos llegaron yo había logrado salir del auto y sacar a mi hermano, acudí a ayudar a los oficiales, pero el que manejaba me prohibió sacarlos. Cuando los rescatistas lograron sacarlos, el que iba al volante había fallecido y su compañero estaba en estado crítico. Realmente, lo siento mucho Pey.  

    Al principio no entendía porque se disculpaba, pero entonces la narración de su accidente me recordó al accidente de mi padre, pero con una nueva versión de la situación. Mis ojos ardían y las lágrimas no tardaron en derramarse; la angustia y la agonía que había sentido la noche en que los oficiales se presentaron en la puerta de nuestra casa para decirnos que papá había fallecido se reactivo en mi pecho.  
    El dolor de ver a mi madre que siempre había sido fuerte, derrumbarse hacia el suelo y negar enérgicamente mientras los oficiales intentaban inútilmente consolarla. ¿Cómo podían acallar el dolor de una esposa o el de una hija? Simplemente no podían. Lo vi en sus miradas: no era la primera vez que daban esa noticia a familiares de compañeros caídos. Baje corriendo las escaleras e incluso tropecé en el último peldaño porque mi visión estaba borrosa debido a las lágrimas tan saladas que me recordaban al agua de mar. Me puse de pie rápidamente sin detenerme a analizar que me había lastimado la rodilla, ignore el escozor que esa herida me provocaba, ya que no era nada en comparación con el dolor que la perdida de mi padre había generado. Era tan inocente que mientras abrasaba fuertemente a mi madre, llegué a pensar que si era fuerte y no me quejaba de mi rodilla papá aparecería por detrás de los oficiales con una gran sonrisa diciendo que todo había sido un mal entendido. Luego me tomaría en sus brazos y curaría mi herida física, pero eso jamás ocurrió y aún tenía la cicatriz en la rodilla. Una que cada tanto dolía, pero el dolor de perder a mi padre, eso dolía todos los días.  
    La respiración se me atascó en el pecho y sentía la falta de oxígeno estaba perdiendo el control. Recordé cuando mi madre tuvo que ir a reconocer el cuerpo de mi padre, entro con una leve esperanza de que se hubieran equivocado y salió devastada de la morgue del hospital con la certeza de que su marido había fallecido. Entonces, las imágenes del funeral de mi padre se agolparon de repente en mi memoria; cientos de rostros familiares y otros que no conocía para nada, eran personas que mi padre había ayudado durante su trabajo y habían ido a mostrar su respeto.  
     Pero en ese mar de rostros desconocidos, había uno que llamaba mi atención; había una tristeza tan profunda y una culpa amarga en su mirada que incluso llegué a pensar que era un integrante de la familia ya que solo un familiar podría sentir tanto dolor por la perdida de mi padre. Recuerdo que sus ojos me habían cautivado, a pesar del torbellino de emociones que había en ellos, eran realmente hermosos y me habían logrado mantener cuerda en ese momento de agonía. Pero ahora que quería ver su rostro con claridad, me era imposible; una niebla extraña lo cubría y supuse que era por el paso de los años. 

-¡Peyton! 

   El grito y la sacudida que Carter me propinó me trajeron de nuevo a la realidad. Vi la desesperación en sus ojos brillantes y luego el miedo cuando aparte sus manos de un golpe cuando termine de comprender todo. 

-¡Tú! ¡Lo sabías! ¡Todo el tiempo supiste que fue mi padre quien murió en ese accidente! ¡Y no me lo dijiste! Ahora entiendo porque te disculpaste aquella noche, cuando te conté sobre su muerte. 

-Fue entonces que me si cuenta de que eras tú, te lo juro. ¡Incluso quise decírtelo, pero no quería que sufrieras aún más!  

-¿¡Y que crees que siento ahora!? ¡No solo siento tristeza! También odio y decepción. Debiste decírmelo.  

-¡Losé! Y lo siento, lamento tanto no haberte lo dicho antes, pero es que…. Tenía miedo y no solo miedo a perderte, sino de perder a mi hermano también. 

-¿Adam? ¿Qué tiene él que ver en todo esto? Si él está en coma. 

-Es mi padre. Él no sabe que estoy cuidando de él hace ya dos años. Cuando decidió desconectarlo y yo no lo permití, lo traje a mi casa y los médicos y enfermeras me ayudaron. ¡Por eso me conocen! 

-¿Y creíste que sería tan maldita de ir corriendo a decirle a tu padre? 

-¿Quizá? ¡No losé! – dijo un tanto nervioso y pasando sus manos por el cabello desesperadamente - ¡Solo se que me arrepiento de haber sido un idiota! 

-Pero ya es tarde para eso Carter, debiste ser más sincero conmigo. Aléjate de mi familia, aléjate de mi madre de mi y…. Por sobretodo, aléjate de mi hijo.  

-Peyton por favor…. No me hagas esto.  

    No podía permitir que viera que esa decisión me dolía más a mi que a él. Me voltee y salí rápidamente de la habitación mientras escuchaba sus gritos tras de mi siguiéndome hasta la salida y más allá, pero lo perdí en el ascensor. 

-¡Peyton! ¡Pey, perdóname!  

    Una parte de mi me decía que era una cínica por haberle reclamado el no haber sido sincero conmigo, cuando yo no lo había sido con él tampoco. Si hasta hace unas horas él creía que Theo era mi hermano. Sacudí mi cabeza para quitar esos pensamientos de mi cabeza. En cuanto las puertas se abrieron, corrí lo más rápido que mis piernas me permitían para alejarme de Carter. 
 




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