A una llamada a la distancia

Capítulo 20

Esto es lo que me pasa por enamorarme

Porque en mi experiencia siempre sale mal

Un tenemos que hablar

Tengo la voz y hasta los sueños rotos.

Tenemos que hablar.

Susana Cala.

Melinda

—¿Sigues despierta? —pregunto Noah a mis espaldas.

No quise mirarlo sobre mi hombro. Llevo más de dos horas sentada en el camastro de la terraza pensando y dándole demasiadas vueltas a lo que está pasando por mí cabeza en estos últimos días.

—No puedo dormir —dije volviendo a recargar mi cabeza sobre mis rodillas.

—¿Quieres hablarlo? —pregunto—. Porqué traje comida china.

—¿De qué quieres hablar, Carter?

—Tal vez de lo mal que te vez, o de lo poco que nos hemos visto en estos últimos días, Mel, me has estado evadiendo desde que Jared te llevo a la librería.

—No me pidas que te pida disculpas porque sabes que no lo haré, Carter, ya suficiente tengo con quererme sacar de la cabeza todo lo que tenga que ver con Jared.

—Al menos ese Jared no desaparecer por semanas y aparece de la nada —hizo una broma que hace referencia a un libro que ambos leímos hace tiempo.

—Le di la opción, ¿sabes?

—Tú siempre nos las das a todos lo que entramos en tu vida y no queremos irnos, nena.

—Jared dijo que no se iría, también dijo algo sobre ir conmigo hasta el fin del mundo ¿sabes lo que eso significa? ¿lo sabes? —me voz se me comenzó a quebrar de solo recordar cómo se le ilumino la mirada, con la facilidad que se le hizo decirlo, pero en realidad debería de ser un peso que nadie debería de cargar. Soy peso muerto.

Noah se sentó en lo que sobrada del camastro dejando la comida sobre la mesita para poderme limpiar mis lágrimas. En cuento su piel fría toca la mía me removí un poco pero no lo quite y tampoco quería hacerlo, él tiene razón y desde ese día no lo he visto y lo he estado evitando en todos lados, cuando regresa a casa me hago la dormida, pero en realidad estoy llorando hasta que dejo de escuchar ruido al otro lado de su habitación y puedo dormirme después de descargarme. Por las mañanas intento no despertarme a la misma hora que él para no verlo y en el trabajo por lo regular intento estar fuera de mi lugar para no verlo o hablar con él y con los demás. No quiero que me pregunten como estoy porque ni siquiera yo sé cómo estoy en realidad. Me siento rota.

—No lo hace con la intención de hacerte sentir incomoda, nena, lo hace porque le importas —susurró retirándome un mechón de mi cabello pegado en mi mejilla por mis lágrimas de cocodrilo como las llamara a continuación.

—Venga —me anima— deja a un lado las lágrimas de cocodrilo y vamos a desayunar, cenar y si quieres a almorzar mientras te cuento que creo que me enamore.

—¿Es rubia?

—No.

—¿Cuántos años tiene y de qué área es?

Noah se sorprendió o al menos intento hacerlo. Eso me causo risa, pero él siempre es así de lindo conmigo desde que nos conocemos. Los amos. Lo amo demasiado.

—Es enfermera de obstetricia y ahora mismo está ejerciendo estudiante de medicina con rotaciones en urgencias —hablo con demasiado orgullo.

—Creo que debo asustarme porque crees estar enamorado o porque crees que ella te hará caso, ¿Noah?

—Tal vez deberías de alegrarte porque tiene el cabello castaño y me casi treinta centímetros más bajita que yo y es muy amable con las personas. Creo que realmente es una de las enfermeras y doctoras con más capacidad que conozco en mí vida.

—En realidad, Abigail fue la enfermera que ayudo a Carol con su parto.

—¿Cómo sabes que estaba hablando de ella? —su pregunta me sorprendió más a mí que a él.

—Noah —lo llame mientras levantada un poco mi cabeza para mirarlo desde un mejor ángulo— vivimos juntos desde que tenemos dieciséis años, nos conocemos desde que tenemos cinco años y si mal no recuerdo conozco hasta el gesto más retorcido de tu rostro cuando tienes sexo con alguien —le regalé una sonrisa a labios cerrados falsa—, creo que puedo saber cuándo la chica tiene nombre y apellido desde antes de que me lo digas o intentes decírmelo.

—¿Crees que sea la correcta?

—Noah, no has llegado ni a los treinta años y ya estás pensando en casarte, ¿en serio?

—¿Tú no lo has pensando con Jared alguna vez?

Baje mi mirada antes de que el brillo desapareciera por completo de nuevo.

—No. No lo he pensado y tampoco quiero hacerlo, Noah, mi enfermedad no me lo permite y obligar a alguien sano a tener que soportar esta vida que llevo no es algo de lo que sería capaz de hacer o mejor dicho capaz de soportar ver.

—Nadie obliga a nadie a quedarse y sentir algo más que un simple cariño y la lastima de alguien que te dedica más tiempo del que se debe de dedicar a sí mismo —enmarco ambas cejas depiladas y al parecer maquilladas, pero no, por desgracia son naturales y se les envidio.

Me quede en silencio.

—Amores van y vienen dentro de nuestras vidas, Mel, pero persona que se interesen por nosotros de la noche a la mañana son difíciles de encontrar hoy en día, nena —su voz sonó tan sincera y tan cruda.

Continuamos hablando de lo que pasaría si Abby le hiciera caso o cosas estúpidas hasta que el reloj nos marcó que eran las seis de la mañana y nos quedamos dormidos hasta las ocho de la mañana en el sillón de la sala como siempre. 

 




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