El viento rugía fuertemente mientras despeinaba mis cortos rizos castaños, con un ademán de mi mano derecha, trate de sacar los mechones que cubrían mi rostro, achique un poco los ojos y trate de ver a la distancia. Mi corazón se aceleró de la emoción al ver el final del camino.
A lo lejos, al pie del risco, estaban cuatro jinetes montados en sus corceles, mi cuerpo temblaba mientras que mi corazón cada vez latía con más fuerza como queriendo salir por mi boca.
Habían pasado siete largos años desde que los viera por última vez, siete años en los que todo había cambiado, yo había cambiado, ya no era aquel muchachito llorón que andaba tras de sus hermanos buscando protección, ni ese niño debilucho que apenas si podía caminar y mucho menos correr tras sus hermanos que altos y jóvenes, gallardos por naturaleza, siempre había soñado con llegar a ser como ellos.
Apure a mi joven alazán con un ligero golpe en sus ancas, tenía que llegar con ellos antes de que mi corazón se paralizara de la emoción, emoción que podría haberme hecho volar y llegar a ellos lo más rápido posible, pero estaba prohibido por Padre y nadie osaría contradecirlo.
No los había visto en mucho tiempo, tal vez ya ni me reconocerían, Padre menciono que mi estatura había aumentado y eso me hacía sentir alto y poderoso tal y como ellos lucían a lo lejos.
Padre me había dado permiso para observar su nueva creación, debía llegar al pináculo de la montaña de Hebrón, ese era nuestro lugar sagrado, se encontraba en las afueras del laboratorio; ahí me encontraría con mis hermanos y juntos observaríamos el milagro de la creación.
Estaba tan orgulloso de Padre, él me había comentado que crearía unos seres tan delicados que daría miedo tocarlos dada su fragilidad, él también había mencionado que esta pareja sería la primera, la original y tal como lo hacían los animales se reproducirían, ellos serían especiales y dignos de protección.
Recordé sus ojos cuando lo menciono, estos brillaban con una ilusión inmensa, pero el brillo no cubría por completo su mirada, algo oscuro la empañaba y me producía cierta desazón y la sospecha de que algo malo estaba por venir, algo que me inquietaba de sobremanera.
Debo llegar a mis hermanos con rapidez, azuzo a mi alazán con los talones y bufa en respuesta a mi presión, pero no puedo dilatar más mi llegada.
Empecé a distinguir a los caballos, Mijael estaba montado en su caballo blanco con un porte tan regio e inigualable, no por nada él era el futuro rey, el líder; era callado, pero muy perceptivo, era la mano derecha de Padre; a su costado derecho estaba Asrael montado en su caballo bayo dorado, era mi hermano favorito siempre ocultaba mis travesuras como aquella vez que entre al laboratorio de Padre sin permiso y mezcle sus fórmulas.
Todo fue descubierto cuando Padre (aunque sospecho que él ya lo sabía) intento crear el animal que me había prometido, salió algo extraño, era un ser con pico de pato y en vez de plumas tenía pelos, ponía huevos y daba de amamantar a sus crías, no sabíamos si era un ave o un mamífero.
Todos rieron menos Padre, quien me miro muy triste y dijo,
—Tú, te encargarás de él.
—Padre fue mi idea — menciono Asrael escondiéndome tras de su espalda.
—Entonces entre los dos cuidarán a ese espécimen, y no quiero saber que siguen haciendo travesuras. — Luego se marchó tan silenciosamente como había llegado.
—¿Cómo lo llamaremos hermanito? —pregunte ansioso.
—Llamémosle Ornitorrinco, ¿te parece pequeño Ariel?
—Si —grite emocionado.
Eran gratos recuerdos los que yo tenía de mi hermano Asrael, lo había extrañado mucho en todo este tiempo que estuve lejos de ellos, pero sobre todo a él, ya que siempre me consentía y cubría mis travesuras.
Luego estaba Asbael el piadoso con su caballo negro, negro como una noche sin luna, mi hermano tenía un corazón muy noble, una vez lo descubrí llorando porque un gatito no podía alimentarse de su mamá debido a que sus demás hermanos tenían acaparados todos los pezones de la gata, cerró los ojos y de su dedo índice empezó a brotar leche, cogió a la miniatura de felino y lo alimento, ahora el gato no lo dejaba en paz, fue muy divertido ver al gato creer que él era su mamá.
Por último, él estaba ahí, había algo dentro de mí que lo rehuía, había algo en mi hermano Asmodeo que me hacía querer retroceder, desde su caballo rojo como la sangre con ese aliento tan fétido hasta su figura angelical y esa sonrisa falsa que a todos engatusaba, pero no a mí. Por mucho que lo intentara no soportaba estar en su presencia, mis vellos se erizaban con su sola presencia.
Cuando finalmente llegue Mijael me llamo a su lado, me coloque entre Asrael y él, Padre estaba en medio del valle Hebrón, juntado barro y formando las figuras de unos seres, cuando me fije bien las figuras tenían nuestra imagen, se parecían a nosotros en todos los aspectos físicos.
—Mijael, ¿por qué se parece a nosotros? – pregunté consternado.
—Padre dice, que es necesario tener a quienes cuidar, eso nos hará mejores seres y nos dará metas en esta vida— respondió Mijael.
—Pero, ¿no tenemos ya a los animales?
—Lo sé, pero también sabes que Padre es muy sabio y siempre sabe lo hace.
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Editado: 31.05.2022