Abaddona

Capítulo 4: Conociéndolo

—Adiós, mamá, adiós, papá, por favor perdónenme —se dijo— pero no aguanto más.

Cerro los ojos y apretó los dientes con fiereza, no podía permitir que esa fuerza extraña le ganara esta vez, extendió los brazos a los lados y se arrojó al vacío, sintiéndose libre por primera vez, sintiendo que tenía alas, que podía volar, su cuerpo caía cada vez más rápido, una absoluta paz le hizo sonreír mientras su corazón palpitaba con fuerza inusitada en su pecho, se sentía feliz como nunca antes lo había sido, sentía la libertad tan ansiada.

Su mente se inundó de imágenes que transcurrían con flashes de películas, trayéndole recuerdos de vidas pasadas, recuerdos que le causaban dolor y alegría, vio un rostro cubierto por un halo de niebla, trato de ver quien era, pero él solo la llamaba con desesperación en su voz, quiso retroceder, pero ya era demasiado tarde, la decisión estaba tomada.

Su cuerpo seguía cayendo, mientras no dejaba de ver montañas y vegetaciones extensas en su mente, sentía que ya las conocía y lo único que deseaba era volar hacia ellas, sabía que podía hacerlo, en su mente sabia que podía volar, que únicamente tenía que estirar las alas y no caería se elevaría hacia el cielo como siempre lo había deseado, pero esa persona seguía llorando y llamándola por un nombre extraño que no reconocía, a unque en el fondo sabía que era su verdadero nombre.

Abrió los ojos y vio como rápidamente se acercaba al final de su vida, las rocas se acercaban a una velocidad vertiginosa, su cuerpo se relajó mientras el miedo hacía su huida y desaparecía de su interior, segundos antes de golpearse contra las rocas cerro los ojos instintivamente y se dejó llevar, sonrió, por fin era final tan ansiado.

De pronto, sintió que tiraban de su cintura y evitaban el golpe.

— ¿Qué haces? —le decía una voz en su mente— ¿por qué me dejas? ¿Te has olvidado de mí?, ¿de tus promesas?, ¿hasta cuando dejaras de luchar por lo que sientes? ¡Reacciona, maldita sea! —Trato de abrir los ojos instintivamente. Esa voz había tenido eco en su alma y se había apoderado de su espíritu.

Era una voz conocida la que escuchaba y esas palabras ya las había oído antes, pero ¿cuándo?

Escucharlas le provoco dolor y ansiedad, un profundo desconcierto se aferró a su corazón, pero esa voz había sido reconocida por su cuerpo que se estremeció hasta los huesos, abrió los ojos de golpe y se vio parada en el acantilado; un joven la cogía fuertemente de la cintura, sorprendida miro hacia todos los lados, mientras no dejaba de preguntarse si en realidad se había tirado o si solo había sido una fantasía de su mente.

— ¿Por qué lo haces? ¿Es que no eres feliz? —le pregunto el joven sin soltarla.

Incrédula tomo distancia y se volvió a mirar al intruso que se había atrevido a interrumpir su decisión.

— ¿Quién eres?, ¿por qué me hablas? ¿Quién te dio el derecho de interrumpirme? —Pregunto ella más intrigada que molesta. No entendía lo que estaba sucediendo, es más, no sabía quién era ese joven y porque estaba ahí, si sabía muy bien que no había nadie alrededor cuando se lanzó — ¿cómo llegaste sin que te oyera?

— ¿Cómo te llamas? ¿Necesitas ayuda? —pregunto él en réplica.

— ¡No! —respondió ella inmediatamente, tratando de reponerse aun del impacto, la sorpresa era tanta, no podía creer que alguien le hablara y justo ahora, en ese momento, el momento que tanto había ansiado.

Cuantas veces había buscado un contacto, un simple contacto humano, pero durante todo ese año ¿qué era lo que había recibido? NADA, solo silencio, humillación y olvido. Nunca hubo nadie para ella, para escucharla; el pecho le ardía como si estuviera envuelta en llamas, sentía miedo, rabia, no quería regresar al dolor del pasado, a la soledad y a la miseria que la envolvía. Quería irse, desaparecer definitivamente del mundo.

— ¿Por qué me detuviste? ¿Sabes el daño que me estás causando con tu intervención? — Pregunto llena de rabia y de frustración.

— ¿Podrías mirarme? —Insistió el joven.

—¿Por qué lo haría? — replico ella molesta.

—Porque es importante, hazlo por favor.

Luego de pensarlo por unos minutos cedió «tantas veces había intentado suicidarse que una vez más no sería un problema» retrocedió unos pasos y giro, al frente suyo un joven de mirada angelical la observaba, vestía su cuerpo solo con una camiseta blanca que se pegaba a su torso, dejando ver una musculatura muy bien proporcionada, el pantalón jean rasgado lo llevaba caído a un lado de sus caderas y unas Nike azules remataba su indumentaria, se veía tan solitario, su cabello castaño y ensortijado revoloteaba con el viento.

Sus manos picaron por el antojo de coger uno de esos rebeldes rizos, únicamente por el placer de sentirlos, se le figuraba suaves al tacto, tenía unos ojos Hasél tan extraños que oscilaban entre el pardo y el azul, y el color de su piel era de un rico tono tostado, su corazón dio un vuelco en su interior y sintió el estómago encogérsele por el nerviosismo, en resumidas cuentas, el joven frente suyo era un completo adonis.

Trato de controlar lo que sentía en su interior y nuevamente se fijó en su rostro, tenía una expresión de profunda tristeza, sus ojos parecían tan apagados como si un profundo dolor se albergara en ellos, lo observo por un momento más, él tendría unos diecisiete años más o menos.




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